Licenciado en bioquímica, Daniel Lusich no es como otros tantos santafesinos
que llevan el campo en la sangre desde la cuna. No obstante, los últimos 20 años
ha aprendido -¡y cómo!- a amar la producción agropecuaria y la vida rural.
Actualmente comanda los destinos de “Los Estribos”, en San Luis, una empresa
familiar que trabaja unas 1.100 hectáreas, entre propias y alquiladas (340
hectáreas bajo riego), en donde plantean una recría y terminación a corral, así
como también una agricultura que rota soja y maíz con cultivos de invierno para
pastoreo.
“Dejé mi Rufino natal en Santa Fe para estudiar bioquímica en San Luis,
profesión que ejercí entre 1989 y 2001”, empezó Lusich la charla con Clarín
Rural.
En 1997 decidieron, junto a su esposa, Silvia Marinoni, adquirir el 50% de
una sociedad que tenía campos en la zona de Fraga (San Luis), que está situada a
menos de una hora de la capital puntana y a media hora de la localidad de Villa
Mercedes.
La soja en plena cosecha, rindio 45 quintales por hectárea.
“Junto a mi socio, empleados y asesores fui aprendiendo a amar la
producción”, confesó Lusich. Tanto que en 2002 hizo un postgrado de
Administración de Agronegocios en la ciudad de Río Cuarto (Córdoba) para “tener
una visión más global de la actividad”.
Las 1.120 hectáreas que trabajan están repartidas en tres campos. Uno propio,
el establecimiento “Mi sueño”, de 560 hectáreas, y dos alquilados, “La Nena y
Los Caldenes”, que suman las restantes 560 hectáreas.
Agroecológicamente, Lusich define la zona como tradicionalmente ganadera, con
una media de lluvias en los últimos 20 años, en la franja que va de septiembre a
marzo, de 521 milímetros. El productor contó que gracias a la siembra directa, a
un mejor manejo y a la inversión en tecnología, junto con el despegue de precios
de los commodities en 2002, logró que muchas hectáreas pasaron a agricultura,
con una rotación soja-maíz.
El manejo ganadero está yendo hacia la recría y terminación a corral.
Cómo superar los límites
“Como le gusta decir a un amigo, estamos en una zona marginal, a lo que yo le
agrego que hacemos agricultura extrema”, sentenció Lusich.
Matías Lucero, asesor y responsable agrícola, agregó que a la limitante
hídrica -“la principal”-, se le suman “el acotado período libre de heladas para
los cultivos respecto de otras zonas, las temperaturas extremas y los días
consecutivos de calor o sin aporte de lluvias”.
Otra dificultad importante es la limitada capacidad de retención de los
suelos, que tienen un 70% de arena. Además de Lucero, el núcleo duro de personal
de campo se completa con Gabriel y Pipino Sombra, responsables de riego y
ganadería.
Justamente pensando en ponerse a resguardo de esa situación hídrica, en 2004,
cuando vendió el campo de Fraga y compró “Mi sueño”, pensó estratégicamente en
aprovechar el agua subterránea e invirtió para instalar dos equipos de riego:
uno de 80 hectáreas, que irriga dos posiciones, y otro de 90 hectáreas que riega
otras dos posiciones (el total de la superficie regada es de 340 hectáreas).
Consultado sobre las prioridades que tiene el uso de los equipos, Lusich
contó que en los últimos años se planificó la siembra de soja en primera
posición en octubre y maíz en segunda posición a fines de noviembre. “Este
esquema nos dio tiempo para regar los dos cultivos y poder mantener el equipo en
los periodos críticos de ambos”, contó Lusich.
Una vez hechos los ajustes, el agua extra en los momentos críticos del
cultivo empezó a dar sus frutos: “Las últimas campañas obtuvimos 45 quintales
por hectárea en soja, cuando la media de la zona en secano es 20 quintales y 100
quintales en maíz, duplicando la media zonal”, destacó.
Bajo riego, las rotaciones son soja temprana y maíz tardío, intercalando
cultivos de invierno (triticale y vicia) que no comprometan la superficie para
el cultivo de verano. En los lotes de secano la rotación normalmente es 50% y
50% de maíz y soja.
El costo de regar es de un litro de gasoil por milímetro aplicado. Así las
cosas, hoy es de 1,09 dólar por milímetro (incluye costos directos, personal y
amortizaciones).
En el establecimiento propio, en la última campaña un 43% de la superficie
estuvo ocupada por soja, un 35% con maíz (ambos suman 78% del total). El resto
de los cultivos de verano lo completa un 11% de distintas opciones de sorgo.
En invierno las cartas se juegan con 20 hectáreas de cultivos de cobertura,
44 hectáreas de trigo y 45 hectáreas de vicia/triticale.
Así, logran un balance equilibrado entre gramíneas (48%) y leguminosas (52%).
En 490 hectáreas producen 1.670 toneladas de soja con un promedio entre
secano y riego de 34 quintales por hectárea. En maíz, aún no terminaron de
cosechar pero estiman que van a producir un total de 2.800 toneladas en 390
hectáreas (72 quintales, promedio). De esas 2.800 toneladas unas 500 se
destinarán al consumo animal.
El productor ponderó la fertilización como una herramienta importantísima
para lograr buenos rindes. “Hacemos análisis y de acuerdo a los lotes y las
expectativas de rinde aportamos macro y micronutrientes en aportes diferidos”,
explicó.
En el afán por achicar las brechas productivas todo vale. “Buscamos
conocimiento a través de la Chacra Aapresid (este año se evaluó el impacto de
los cultivos de cobertura y la fertilización nitrogenada en maíces tardíos) y
ensayos propios, pero también la universidad y el INTA, lo mismo que en
ganadería, que rompimos la frontera de los manuales que indican que la vicia es
un cultivo para el sur de Buenos Aires”, recordó Lucero.
En lo que respecta al planteo ganadero tomaron este año una decisión radical:
se están mudando de una cría intensiva con silo de sorgo y verdeos de verano, a
una recría y terminación a corral de terneros y terneras, con una base forrajera
de verdeos de invierno y vicia consociada con avena, más una suplementación con
maíz, concentrados y silo de sorgo.
“El capital que significa mantener un rodeo de cría es muy alto”, resumió
Lusich al explicar el cambio. La terminación se hace a corral o a campo de
acuerdo a los precios de venta y de los insumos. Los animales ingresan con 150
kilos y salen con 390 kilos.
La sanidad cumple un rol fundamental en el planteo. “Todo animal que ingresa
es tratado con vacunas para enfermedades respiratorias y clostridiales y tomamos
las decisiones a partir de las recomendaciones de nuestro asesor veterinario”,
dijo Lusich.
“Hoy estamos transformando un 30% del maíz que producimos en carne, pero
nuestro objetivo es transformarlo todo, aunque de a poco, ya que para crecer en
ganadería se requiere de mucho capital”, reconoció Lusich. En lo que respecta al
mercado de maíz, la radicación una planta de etanol y la tracción que hace una
empresa como Glucovil (de Ledesma y Cargill, que procesa maíz para obtener
alimento animal e ingredientes para alimento humano) a pocos kilómetros del
campo, en Villa Mercedes, colaboran con el crecimiento del cultivo en la
provincia.
Para el productor, “el desafío que tiene por delante la ganadería es exportar
los cortes de valor y destinar al mercado interno el resto, pero para eso el
Gobierno debe romper con las mafias de la media res”, disparó Lusich.
Lucero cree que la oportunidad está firme: “Basta con mirar el precio de la
carne argentina en Alemania, donde el kilo vale 24,90 euros, ¡Mucho más que un
kilo de Audi en Argentina!”.
Al analizar los temas que más potenciaron la producción agrícola, Lusich
destacó, junto con la siembra directa, el recambio generacional que permitió un
aumento de la productividad. Y se explayó: “En los 90, sin rentabilidad para el
campo y con ‘los viejos’ sin predisposición a hacer cambios, los jóvenes se
fueron del campo pero la devaluación y la revalorización de los commodities los
atrajo nuevamente”. Para Lusich, esos jóvenes fueron los que motorizaron la
incorporación de tecnología y nuevas prácticas de manejo.
Al mirar el futuro, es optimista aunque cauteloso: “En el maíz ya lo pudimos ver esta cosecha, que pasó de no tener margen a ser un gran aporte a la empresa, y con vistas a la nueva campaña hay que cuidar los costos, ya que el beneficio de la devaluación ya no está y la inflación tiene impacto significativo”.