Pero fue algo más que una imagen aislada. Fue, en última instancia, la
síntesis de una época. Coimas por las obras públicas, dinero negro que no
lograron blanquear, desesperación final por la cercanía de la Justicia. ¿Cuántos
ex funcionarios como José López dan vueltas por la Argentina, cargados de
dólares que no pueden usar, ni depositar, ni lavar? ¿Cuántos, después de doce
años en los que el Estado supuestamente benefactor sirvió, sobre todo, para
convertir en rica a una estirpe política?
López es hijo de la escuela política de Néstor Kirchner . Éste sostenía que el dinero mal habido debía ahorrarse en efectivo y en monedas de valor constante (dólar y euro, más que nada), porque los bancos internacionales terminaban siempre quedándose con los depósitos. La tesis agregaba que esos bancos les abrían sus puertas a los funcionarios para que hicieran sus depósitos, pero las cerraban cuando dejaban el poder. "Los bancos se quedan con los depósitos con el pretexto de una investigación judicial y no te los devuelven nunca más", decía.
El problema que ni Kirchner ni sus discípulos previeron es que después del poder les sería muy difícil blanquear ese dinero.
Desde 2001, el sistema financiero internacional tomó mucho recaudos para recibir depósitos, impulsado más que nada por la necesidad de evitar la circulación de recursos entre grupos terroristas. También hubo, es cierto, una fuerte denuncia mundial sobre los negocios que hacían los bancos con el dinero que provenía del narcotráfico o de la corrupción.
El sistema se fue cerrando a todo dinero de procedencia desconocida. Kirchner murió antes de percibir que ese problema existía. Ahora lo están padeciendo su familia y sus funcionarios, como José López. La familia Kirchner pudo incorporarse a la propiedad de empresas importantes (¿las de Lázaro Báez o las de Cristóbal López, por ejemplo?), pero los ex funcionarios se quedaron con el dinero en la mano, sin escondrijos posibles y con la policía cerca de sus casas.
Esa situación es, precisamente, la que provocó el desvarío de José López, el momento de locura que lo llevó a intentar enterrar entre 9 y 10 millones de dólares, el total entre distintas monedas y relojes valiosos, aunque mayoritariamente dólares, en el jardín de un monasterio conducido por una monja de 94 años. Pudo haber sido el primer intento, pero la Justicia hizo bien en investigar si no había dinero escondido anteriormente en ese jardín misterioso, perdido en General Rodríguez. La Iglesia argentina debería también aclarar qué hacia ese funcionario en ese monasterio y por qué se vio en ese lugar a varios ex funcionarios kirchneristas.
En la mañana de hoy habrá allanamientos en Río Gallegos como consecuencia de la detención de José López. Lo hará la policía bonaerense por pedido de la fiscal del caso. La investigación podría tomar ribetes judiciales más graves que los que se conocen hasta ahora. Pero la política se notificó ya, de todos modos, de una novedad importante. El latrocinio de los fondos del Estado en tiempos kirchneristas fue mucho más profundo y amplio de lo que cualquiera suponía. Hace poco, un economista honesto, cercano al peronismo, dijo que nunca había visto un proceso de corrupción tan grande como el que sucedió durante el gobierno de los Kirchner. Era la teoría de un intelectual, que José López confirmó con las pruebas de los hechos irrefutables.
Las estelas políticas que dejará el caso de José López son muchas y algunas impredecibles. La primera de ellas es la constatación de una dirigencia insensible, que gobernó sin escrúpulos en un país donde el 30 por ciento de su población está bajo el umbral de la pobreza. Los fajos de dólares de José López deben sumarse a las vastas y suntuosas estancias de Lázaro Báez en la Patagonia y al voraz conteo de dólares en La Rosadita por parte de personas vinculadas al anterior gobierno. Todo indica, sin embargo, que se trata sólo de una parte de inmensas fortunas que aún no fueron descubiertas.
¿Qué sustento tendrá en adelante ante el argentino común el discurso de una revolución inconclusa desplegado por el cristinismo? ¿Qué respaldo moral tendrá la supuesta sensibilidad por los pobres que batía el cristinismo para rechazar las políticas de Macri? La suposición de la política y la Justicia sobre la cantidad de dinero robado puede ser mucho más grande que los dólares encontrados en manos de José López, pero ningún papel ni ninguna explicación teórica calarán tan hondo en la conciencia social como la imagen que dio el ex secretario de Obras Públicas cuando trataba de esconder sólo los dólares que acumuló (o parte de ellos) en una casa de monjas ancianas. El último valor de la defensa del cristinismo es, al fin y al cabo, el dólar constante y sonante. El kirchnerismo, al menos tal como se conoció, carece de destino.
Los tiempos se agotan también para la Justicia. José López estaba siendo investigado por el juez Daniel Rafecas por la sospechosa concesión de obras públicas a la empresa Rovella & Carranza SA, pero ahora el fiscal Federico Delgado pidió, con razón, que esa causa se unifique con una investigación por enriquecimiento ilícito en manos del juez Julián Ercolini. Rafecas ordenó ayer la detención de José López por enriquecimiento ilícito y lo llamó a prestar declaración indagatoria. El poder de las imágenes, ya visto con el caso de La Rosadita, es decisivo en la Justicia. La causa en poder de Ercolini fue iniciada en 2008 por Elisa Carrió, quien denunció una asociación ilícita formada por Néstor Kirchner, a quien señaló como jefe, y por Julio De Vido, Claudio Uberti, Ricardo Jaime, Carlos Zannini, Cristóbal López, Lázaro Báez y Rudy Ulloa Igor. Carrió había pedido, ya hace algunos años, que se incorporara también a Cristina Kirchner como integrante de la asociación. Delgado respaldó su planteo en las confesiones de Leonardo Fariña, que dispararon la movilización de otra causa, la llamada "ruta del dinero K", en manos del juez Sebastián Casanello.
Ahora se entiende, por lo demás, la inclusión de José López como candidato del kirchnerismo en las elecciones pasadas a parlamentario del Parlasur. López es un personaje electoralmente insignificante. Sabían que necesitaría fueros por su gestión como secretario de Obras Públicas. Es el mismo caso de De Vido como diputado nacional. A estas alturas, ya no es necesario preguntarse si la cartera que De Vido controló durante doce años fue la gran caja de recaudación del kirchnerismo. Lo fue. Bajo sus órdenes estaban Jaime, ya preso, y López, que madruga escondiendo los sobornos de las obras públicas. Queda por investigar la importación de combustible, la mayor erogación en subsidios del Estado en los últimos años. También ese negocio lo controlaba de Vido.
Ayer se tornó obsoleta la discusión sobre si deben sacársele o no los fueros a De Vido. El ex ministro tropezará con la Justicia más temprano que tarde. El negocio personal de los Kirchner pasó por el ministerio que él conducía. Si bien es sospechosa la llamada anónima que delató a José López (a las 3 de la madrugada muy pocos andan despiertos y circulando en la insegura y áspera Buenos Aires), el ex secretario fue sólo el primer eslabón de una cadena de corrupciones y complicidades, que tenía a la obra pública como epicentro del saqueo de fondos del Estado. José López seguía órdenes de De Vido y éste del ex matrimonio presidencial. Eso es lo que el propio De Vido hizo trascender cuando era ministro de Planificación.
Quizá porque lo tiene a De Vido dentro de sí, lo cierto es que la reacción del bloque de diputados cristinistas no pudo ser peor. Hizo el esfuerzo de criticar con las fórmulas habituales a "funcionarios y ex funcionarios" que tienen dinero mal habido, pero nunca lo nombró a José López el mismo día en que José López se convirtió en el argentino más perseguido por la mala fama. Mezcló también los dólares de José López con el caso de los Panamá Papers para señalar en la misma categoría a Mauricio Macri. Ridículo. La empresa de la familia Macri se cerró en 2008, un año después de que el Presidente asumiera su primera función ejecutiva en el Estado como jefe del gobierno de la Capital. En todo caso, Macri deberá explicar si pagó los impuestos correspondientes del dinero de su familia.
López, De Vido y Cristina Kirchner deben responder, en cambio, por el dinero del Estado que terminó en sus bolsillos. O en bóvedas. O bajo tierra. O en un monasterio, el mejor lugar del mundo para esconder el dinero robado. A los cristinistas les falta sofisticación política, pero les sobra ingenio para guardar los imperialistas dólares que, además, no son suyos.