La trilla de la soja -ahora sí- camina a todo vapor.
La recolección de cuadros de primera ya se encuentra casi finalizada. Se estima que a nivel nacional se habría alcanzado el 80% del área; y la de segunda está muy avanzada.
Esta última ha tomado nuevas energías en Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos. También, en el sur de la provincia de Buenos Aires, ha comenzado con éxito.
De esta forma, nos animamos a decir que se ha cubierto cerca del 70% del total de la superficie de esta oleaginosa en el país. Se trata de alrededor de 12,50 millones de hectáreas.
Los rindes estarían en torno 34 quintales por hectárea, para el caso de soja de primera. Y para el de segunda, en aproximadamente 27 quintales.
Los daños ocasionados por las lluvias y los excesos de humedad son, seguramente, tan graves sobre la calidad como sobre la productividad.
La caída de rindes y las bajas en la calidad vienen repercutiendo en el mercado local y en el internacional. Sobre todo desde mediados de mayo.
Antes del inicio de las tormentas de abril, la soja en el mercado doméstico cotizaba a $3.100 por tonelada. Hoy gira en aproximadamente $4.000.
Estamos hablando de una suba de casi 30% y con un gran crecimiento del volumen comercializado.
Cuando los valores llegaron a $4.000 al inicio de la semana, sólo los exportadores actuaron como demandantes en el mercado local. Pero, para fines de la semana, se incorporaron las industrias molineras. Así, el mercado logró consolidar los nuevos aumentos.
Obviamente, en este cuadro, hay grandes ganadores y fuertes perdedores.
Muchos pudieron cosechar antes de las lluvias (todo o gran parte) y esperar las subas. Ellos hoy pueden capturar estos precios elevados.
Pero hay muchísimos que no llegaron a tiempo con la trilla y han sufrido pérdidas en calidad y cantidad. Ellos pueden tomar los actuales precios, pero deben soportar los daños ocurridos. Por lo tanto, en muchos casos las subas de precios tan sólo actúan como compensación. Y en otros, ni siquiera ello.
Además hay problemas de caminos. Muchos no pueden transportar la mercadería acopiada en el campo por el mal estado de los caminos. Por eso, se sabe que algunos compradores adelantan dinero a cuenta de la soja guardada en bolsones.
De esta forma, el cuadro en el eslabón agrícola se muestra paradójico. Hay cosecha –no la que se creía- pero no hay suficiente liquidez.
La iliquidez no sólo afecta a los que toman los campos en alquiler y a todos los contratistas. También, golpea sobre los bolsillos de los propietarios de la tierra.
Así las cosas, hoy por hoy, se advierte que en el mercado de arrendamientos, los tenedores de tierras prefieren cerrar contratos con pagos adelantados.
En este choque de intereses, el mercado de alquileres, seguramente, tenderá a valores más altos para el caso de propietarios dispuestos a cobrar más a fines de la campaña.
La situación se tensa aún más por las elevadas tasas de interés establecidas en cada operación por parte del sector bancario, financiero y comercial. Hoy, tasas superiores al 40% resultan un hecho usual.
Si consideramos este nivel de tasas en términos de la evolución del dólar, se advierte con crudeza un cuadro de difícil sostenibilidad. Al menos por los dos o tres meses por venir. Más adelante, puede ser diferente.
Así las cosas… ¿no es lo más lógico vender? Por lo menso una buena parte.
Vender o fijar no parece tanto una opción sino algo que, en ambos casos, se debería hacer.