Nadie razonablamente hablaría de un desmoronamiento final para referir al blindaje que armó Cristina Fernández de Kirchner pensando en los días lejos de Olivos, pero el panorama en desarrollo muestra una corrosiva combinación para la ex presidenta: movimientos en algunas causas judiciales con eje en la corrupción, peleas y mensajes cruzados en su círculo más cercano –algunos públicos– bastante escandalosos y un creciente distanciamiento de los jefes peronistas, que en apenas once días deberán definir cómo resuelven la renovación de las autoridades del PJ. Las hendiduras en el armado kirchnerista son visibles y los interrogantes, en todo caso, remiten a su profundidad. Los tiempos, como se ve, tienden a acelerarse.
Los ritmos de la interna formal del peronismo orgánico son parte también de la herencia kirchnerista. El PJ, sin lugar real en el sistema que encabezó Cristina Fernández de Kirchner, quedó con los plazos legales al límite para elegir autoridades, algo más ahora que un trámite formal. Y se transformó en un problema para todos, pero en especial para el kirchnerismo, porque no parece sencillo que los gobernadores acepten una salida de compromiso resumida en una “lista de unidad” con connotados representantes K entre sus integrantes.
Fuentes cercanas a por lo menos tres gobernadores dicen que no aceptarían en lugares destacados a “camporistas” o figuras como Jorge Capitanich y Carlos Zannini. Visto al revés: ¿el kirchnerismo puede avalar una nómina de “unidad” que los excluya sin que eso sea leído como una derrota? Sería una debilidad notoria en un cuadro que no los muestra precisamente a la ofensiva. Son muchos lo que piensan que sería imposible, por razones prácticas y políticas, ir a elecciones, pero voceros kirchneristas afirman que presentarán lista propia si son descartados. ¿Cómo saldar el tema? Una salida que cada tanto circula es dejar vencer los plazos –el 8 de abril, para formalizar listas, y un mes después, para votar– y precipitar así una intervención de la justicia electoral.
Esta disputa además perdió valor para el peronismo desalineado. José Manuel de la Sota, por ejemplo, estaría preocupado sólo por revalidar su dominio en el PJ cordobés y Sergio Massa aspira a consolidar posiciones con su estrategia de mayor amplitud política, aunque sin descuidar para nada al peronismo. Vale un dato nuevo: un hombre cercano, el vicegobernador de Jujuy, Carlos Haquim, se impuso en la pelea por la conducción del PJ en su provincia.
Pero más allá de la interna por la renovación de autoridades partidarias, los problemas que enfrenta el kirchnerismo se reflejan en otros terrenos. En primer lugar, no tiene peso en el conjunto de gobernadores peronistas, que aún con diferencias y competencias personales, se consolida como eje de poder en el PJ. Alicia Kirchner ha sufrido incluso reconvenciones en ese ámbito. Los jefes provinciales, además, fueron determinantes en el apoyo legislativo que recibió el proyecto para cerrar la disputa con los fondos buitre: el Senado tiene previsto tratarlo el miércoles. El Frente para la Victoria ha sufrido fisuras en Diputados y, en la otra cámara, un difícil juego le permite a Miguel Angel Pichetto mantener unido el bloque, en sintonía con los gobernadores y con el kirchnerismo en posición minoritaria. Las fuerzas provinciales –misioneros, neuquinos, santiagueños– también han ido tomando posiciones propias, lejos del dominio K.
El efecto de esa tendencia, que no es lineal pero hasta ahora se muestra persistente, también quedó registrado en el fracaso que sufrió Ricardo Echegaray al frente de la Auditoría General de la Nación. Los auditores, con el gesto decisivo de los representantes del peronismo, frenaron su intento de auditar ahora la gestión de Mauricio Macri, en lugar de los dos últimos años de Fernández de Kirchner. El ex jefe de la AFIP fue impuesto allí por indicación de la ex presidenta, como parte de su amplio armado de protección.
Echegaray además salió muy fuerte contra Lázaro Báez, en medio de una crisis de estribaciones impredecibles originada en la pelea del empresario, socio en declive de la familia Kirchner, y el círculo más cercano a la ex presidenta. Báez, Echegaray y la gobernadora se han cruzado duramente: la corrupción está en el medio. Los mensajes públicos aluden a bienes ilegales y los mensajes o señales menos visibles sugieren que alguno podría ir más lejos de lo dicho en la disputa mediática.
El resquebrajamiento del blindaje está evaporando lealtades y generando disputas. Los gestos para despegar de Báez –en especial, luego del video de las pilas de dólares y euros– son una señal. Menos ruidosa pero significativa es la lejanía de los jefes peronistas. Los síntomas son variados, pero propios de los malos finales.