Ese apoyo a lo que el presidente de los Estados Unidos denominó "una transición histórica" fue aun más contundente porque se produjo a sólo 100 días del comienzo del gobierno, cuando los resultados de la mutación todavía son una promesa. En otras palabras: además de una convalidación, lo de Obama fue una apuesta. Obama manifestó su aval con una generosidad que llamó la atención de quienes se especializan en sus gestos.

En la reunión a solas con Macri expresó varias veces la sensación que transmitió en la conferencia de prensa: "Estoy sorprendido por la rapidez de las modificaciones, no lo puedo creer". En el trato con su anfitrión, Obama confirmó lo que se sabía de él: comienza desde una altura protocolar, que deja en claro la densidad de su liderazgo y el lugar que ocupa en el planeta, y va descendiendo hacia un tono más cálido y risueño. Como frente al periodismo, cuando evocó sus lecturas de Borges y Cortázar, dos argentinos de distinto signo, pero universales. O al revelar que había debutado con el mate. Ayer, con Macri, terminaron hablando de golf. Macri lamentó que su swing haya empeorado desde que asumió la presidencia.

Para el Presidente, el auspicio de Obama es providencial. Una de las principales urgencias de su gobierno es aumentar la oferta de dólares. Y, como suele bromear un diplomático norteamericano, "en general, donde hay dólares estamos nosotros". Macri no perdió oportunidad de enfatizarlo: el relanzamiento de la relación bilateral "debe contribuir a dar más trabajo a los argentinos y a los estadounidenses". Es la forma menos antipática de reclamar inversiones.

El interés de las empresas de ese país por la Argentina decayó muchísimo en los últimos 12 años. El primer párrafo del último informe del Departamento de Estado sobre clima de inversión sintetiza las razones: "La Argentina posee la segunda reserva de gas no convencional del planeta y la cuarta de petróleo; pero operar en el país es dificultoso por el control de cambios y de precios, las restricciones a las importaciones y la inflación de dos dígitos".

En público, pero también en la conversación con Macri, Obama insistió en su preocupación por el cambio climático y las energías renovables. Entre los numerosos empresarios que lo acompañan, los más jerarquizados pertenecen al sector energético. Macri conocía de antemano ese interés. Por eso dedicó parte de la última reunión de gabinete a urgir al ministro de Energía, Juan José Aranguren, a mejorar la resolución 108, que reglamenta las inversiones en generación eólica y solar. Macri le expresó también a Obama su interés por las exportaciones de biodiésel.

El relanzamiento de la relación bilateral incluyó un capítulo importante sobre seguridad y narcotráfico. Estaba previsto. Pero el ataque terrorista de Bruselas potenció ese aspecto de la charla a solas. Obama confesó su inquietud porque el temor generalizado endurezca el discurso xenófobo de Donald Trump. En la conferencia de prensa fue menos directo: "Sería un error, y no sería americano, que comenzáramos a discriminar". Una alusión a Trump. Pero también una sutil referencia a Europa, donde los musulmanes carecen del nivel de integración social del que disfrutan en los Estados Unidos. Obama hizo en privado otras reflexiones sobre la expansión del pánico: "Tal vez hace 40 años había más muertes que ahora. Pero las redes sociales hacen que el terror esté más extendido".

Antes del encuentro a solas, hubo una conversación de la que también participaron Marcos Peña, Susana Malcorra, Alfonso Prat-Gay y Francisco Cabrera. A Macri le llamó la atención la significación regional que Obama asigna a la Argentina y a la nueva etapa que se abrió en diciembre. En la conferencia de prensa, dijo que Macri "está brindando un ejemplo para otros países". Quedó más claro cuando, mano a mano, hablaron de Brasil. Coincidieron en la preocupación por la crisis que soporta Dilma Rousseff. Y enfatizaron que en ese país las instituciones tienen la solidez necesaria para procesar la turbulencia. Dicho de otro modo: que no se pueden interpretar el avance judicial ni el impeachment como un golpe. Esa lectura conspirativa es promovida por Evo Morales, un aliado histórico del PT, cuando reclama una cumbre de emergencia de presidentes de la Unasur. El gobierno brasileño renunció ayer a esa pretensión. Macri comentó que el canciller de Rousseff, Mauro Vieira, hizo saber que su país no necesita ese pronunciamiento. Otro pormenor interesante: ayer por la mañana, Macri recibió una llamada del ex presidente Fernando Henrique Cardoso, máximo líder de la oposición al PT. Cardoso está interesado en explicar que en su país no se cursa un complot. ¿Habrá pedido a su amigo Macri que se lo transmita a Obama?

En ese tramo reservado de la visita, el presidente norteamericano aplaudió el acuerdo con los holdouts. Repitió el elogio: "Me llamó la atención que lo hicieran tan rápido. Jack Lew me insistió mucho en ese éxito". Es el secretario del Tesoro, que siguió la negociación con una minuciosidad que asombró a los argentinos, empezando por Prat-Gay.

Washington está aprovechando el repliegue de los regímenes populistas para relanzar su presencia en la región. Macri ha sido seleccionado como un aliado en esa jugada. El acercamiento a Cuba también se inscribe en esa lógica. Obama explicó ayer su viaje ante Macri y los ministros: "El antiamericanismo fue la excusa para ocultar las deficiencias de un sistema fracasado. Ahora le quitamos esa excusa y se verán mejor los defectos de ese sistema".

Pocos meses antes de dejar la Casa Blanca, Obama cincela su escultura. En Buenos Aires quedó formulada una parte del legado que elabora: la distancia crítica respecto de la complicidad de su país con las asonadas militares. En ese contexto se ubica la desclasificación de documentos relacionados con la dictadura argentina. Madeleine Albright, la canciller de Bill Clinton, y George W. Bush ya habían sacado a luz los del Departamento de Estado. Obama dio un paso más largo: divulgará los papeles de la CIA y el Pentágono.

La visita de Obama prestó a Macri un servicio inmediato. Le acercó más a la oposición peronista. Si hacía falta otra prueba de la crisis del PJ, bastó advertir el afán de muchos de sus gobernadores y legisladores para acercarse al líder de la potencia a la cual Cristina Kirchner atribuyó todos sus males. Tal vez anoche la ex presidenta haya experimentado sentimientos encontrados. Macri estrenó el Centro Cultural Kirchner para agasajar a un presidente norteamericano.

La Casa Rosada negoció de manera muy precisa con la embajada de los EE.UU. la lista de dirigentes que tendrían la oportunidad de verse con Obama: empezando por el senador Miguel Pichetto y el diputado Oscar Romero, que encabeza la bancada del peronismo disidente.

Un capítulo aparte es el sindical. Gremialistas de todas las fracciones, incluidos los de la CTA, acosaron al ministro de Trabajo, Jorge Triaca, para conseguir un lugar en la comida de anoche. Insólito: la unidad sindical la provocó, antes de tiempo, un norteamericano.

En la larga jornada de ayer aparecieron algunos detalles llamativos. Macri se sorprendió del trato de Obama con Malcorra, a quien llamaba Susana, con una familiaridad inesperada. "Debe ser la conspiración de las Susanas", bromeó después, refiriéndose a la amistad de su canciller con la poderosa Susan Rice, la asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Otro rasgo a destacar: el profesionalismo con que se diseñó la visita. No sólo se notó en los discursos y las conversaciones. El propio Obama asistió a todas las reuniones siguiendo un ayuda memoria que llevaba en el bolsillo.

Macri quedó exultante. Por la empatía con Obama, a quien terminó divirtiendo al contarle antiguas anécdotas de sus negociaciones con el insólito Trump. Pero, sobre todo, por la relevancia que el presidente de la principal potencia del mundo asigna a la Argentina en su actual momento histórico. Como si, desde las antípodas del chauvinismo, Macri se hubiera tentado con decir "tenemos patria".