Mauricio Macri dio una palmada a su escritorio de la Casa Rosada cuando se enteró que la fractura del bloque de diputados del Frente para la Victoria (FpV) estaba consumada. Hubo satisfacción pero ni una pizca de euforia. Es conciente que todavía no empezó a recorrer la parte más ruinosa del camino de los que serán, en menos de dos meses, sus primeros cien días de poder. El examen que se avecina tiene relación con la economía interna. Salarios, inflación y empleo. Las vísceras sensibles de la sociedad.
La moderación presidencial no logró ocultar, sin embargo, la existencia de un éxito político. Pequeño aún. Pero que le serviría en principio para dos cosas: replicar a quienes vienen advirtiendo sobre la floja musculatura política de su administración; conseguir abrir con más confianza las puertas del Congreso para gobernar de otra manera. Sin recurrir con tanta insistencia, como hasta ahora, a los Decretos de Necesidad y Urgencia. Inaugurar, al fin, el ciclo de la política parlamentaria que estableció para esta misma semana con un llamado a extraordinarias.
Acerca de la primera premisa, el Presidente debería realizar, tal vez, algún repaso. Cierta impericia operativa lo habría privado de un desgajamiento mayor en el FpV. El cálculo previo que habían hecho el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, y el titular de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, auguraba otro volumen. Pero hubo un par de decisiones en el medio que retrajeron la vocación rupturista de algunos gobernadores del PJ. Por un lado, el decreto que duplicó la coparticipación en la Ciudad, en beneficio de Horacio Rodríguez Larreta. Por otro, las tres remesas de fondos que fueron giradas desde el 10 de diciembre a María Eugenia Vidal. Cerca de $ 16 mil millones. Los peronistas gritaron discriminación.
Esas dos realidades no son simétricas. La Ciudad es el distrito más opulento en recursos del país. El macrismo carece allí de una oposición amenazante. Buenos Aires representa, en cambio, un descalabro estructural que la fuga de los hermanos Christian y Martín Lanatta y Víctor Schilacci, mas allá de los errores y trastornos que produjo al Gobierno, sirvió para desnudarlo descarnadamente. En la principal geografía del poder, además, la resistencia del kirchnerismo se mantiene latente. Y el aliado circunstancial de hoy, Sergio Massa, podría mutar en el rival más peligroso del macrismo para el 2017.
Nada indicaría que la crisis esbozada esta semana en el FpV haya concluido. La fractura en Diputados tuvo el antecedente del desencuentro del jefe del bloque del Senado, Miguel Pichetto, con parte de su grupo cuando Gabriela Michetti produjo las primeras cesantías de ñoquis en la Cámara Alta. Pero la actitud de los rebeldes del FpV lo sobrepasó en densidad y significado político.
Puede afirmarse que por primera vez desde la muerte de Néstor Kirchner -en octubre del 2010- el liderazgo monolítico de Cristina Fernández ha sido puesto en jaque. Dependerá ahora del macrismo, en gran medida, que la ex mandataria no consiga revertir la situación. Lo hizo varias veces mientras habitó la Casa Rosada. Ahora está en El Calafate. No se trata de una diferencia menor.
Otra señal del tiempo nuevo la habría disparado el perfil del cacique de la ruptura. El diputado Diego Bossio fue titular de la ANSeS, de estrechísima relación con Cristina y Máximo Kirchner. Con el hijo los unía --¿los une?-- la pertenencia futbolística: son simpatizantes de Racing e intervienen en la vida política del club. Bossio fue traído desde Mendoza, donde oficiaba como asesor del ex mandatario peronista Celso Jaque, por su esposa, antigua colaboradora de la ex presidenta. El hoy díscolo se sumó a la campaña de Daniel Scioli con menor recelo y resignación de lo que en el epílogo lo hicieron los muchachos camporistas. Las crisis y la política deparan siempre sus sorpresas y paradojas. Bossio arreó en un bloque propio a 14 diputados; Scioli continúa actuando como presidiario de los K.
Macri viene teniendo también en este plano una dosis de fortuna. No sería achacable tanto a la ruptura en el frente opositor de Diputados como a las voces kirchneristas que ocupan cada día la tribuna. Ya trastabilló en Buenos Aires el camporista José Ottavis, cuando pretendió bloquear al Presupuesto a Vidal. Aníbal Fernández asomó como uno de los rostros visibles en el plenario del PJ que fijó para mayo la renovación de autoridades. Estuvo flanqueado por Carlos Kunkel. Julio De Vido se siente capataz del peronismo. Guillermo Moreno, el ex secretario de Comercio, circula en los medios de comunicación jurando que liderará la reorganización del partido. Axel Kicillof trabaja en la prognosis económica y se alarma por la inflación que él mismo se ocupó de fogonear hasta hace dos meses. Se trata del lote de dirigentes más impopulares. Si las cosas se mantuvieran de este modo, la tarea podría simplificarse para el Presidente.
Claro que todo dependería de la capacidad del Gobierno para enfrentar la inminente prueba ácida. El grado de liquidez y solvencia política para negociar los salarios con los sindicatos, domar la inflación y evitar que la economía continúe amesetada. Desafío bravo. Ni Hugo Moyano, ni Luis Barrionuevo, ni la propia cúpula de la CGT K estarían en una posición irreductible. De hecho, varios gremios avalaron la fractura en el bloque del FpV. Pero requerirán de condiciones mínimas para acordar con el Gobierno. El sindicalismo sigue calculando que la inflación estará en un piso del 30%. Alfonso Prat Gay, el ministro de Hacienda, insiste con que podría clavarse en 20%. Vidal sufrió un primer desaire de los docentes bonaerenses a su oferta del 23,6%. La complejidad de la situación, quizás, obligaría a profundizar el ingenio político. ¿Por qué razón no proponer dos paritarias al año? Aunque sea de manera excepcional, como lo es objetivamente la situación. ¿Por qué no apostar a que en junio o julio el Gobierno pueda mostrar un índice de inflación decreciente? La gobernadora de Buenos Aires habría comenzado a macerar la idea. El fracaso de la estrategia salarial podría implicar para el macrismo quizás un severo retroceso: la posible y riesgosa convergencia de peronistas, kirchneristas y el sindicalismo. Con el añadido certero de la izquierda.
Dentro de ese panorama el Gobierno parece obligado a tomar medidas antipáticas. Lo son en el fondo. Pero el macrismo le estaría añadiendo vicios de forma. Fallaría en lo que fue desde su aparición una virtud del PRO: la destreza para comunicar, para elegir palabras y oportunidades. Es cierto que esa virtud creció cuando las responsabilidades tenían sólo las fronteras de la Ciudad. Esas fronteras han desaparecido. La actualización de las tarifas de energía, por ejemplo, es una cuestión que tuvo en la campaña el consenso de una amplia mayoría. Pero el ministro del área, Juan José Aranguren, no pareciera el funcionario mas pulcro y cuidadoso para explicarlas. Algo similar estaría ocurriendo con el despido de los ñoquis. El recorte alcanza hasta ahora, en diferentes dependencias, a aproximadamente 10 mil empleados. Muchos militantes ingresados a último momento por el cristinismo. Pero las contramarchas del Gobierno frente a cada objeción pública y algunos equívocos –el despido de delegados gremiales-- instalarían la sensación de un costo social mucho mas gravoso.
Macri seguiría pagando el precio de no haber detallado al asumir la herencia recibida. Quizás disponga de una última oportunidad el primer día de marzo, cuando inaugure las sesiones ordinarias del Congreso. Algunos gobernadores, en cambio, tuvieron otra disposición. Vidal fue la primera. Gerardo Morales también. El gobernador de Jujuy arrancó con la determinación de desmembrar el estado paralelo que manejó por años en la provincia la piquetera K Milagro Sala. Todavía sufre la réplica política de algunas organizaciones sociales por su osadía. Esa onda expansiva se trasladó ahora al acampe en la Plaza de Mayo. Macri le ha dado al gobernador su solidaridad. Massa también.
Algunos especialistas objetan la figura jurídica (asociación ilícita) a raíz de la cual Sala resultó detenida. Pero la investigación de la Justicia empieza a revelar la trama de un sistema financiero fraudulento inaudito, del cual participó la Casa Rosada, el ministerio de Desarrollo Social de Alicia Kirchner, el de Planificación de De Vido, el ex gobernador Eduardo Fellner y hasta estamentos superiores del Banco Nación.
En otros casos no ha habido registro sobre aquellos Estados casi paralelos como en Jujuy. Pero tampoco han estado ausentes los abusos y las distorsiones. La gobernadora peronista de Tierra del Fuego se encontró con un paisaje dantesco. Casi el 92% del presupuesto estaría afectado sólo a la masa salarial del Estado. Rosana Bertone –de ella se trata-- descubrió jubilaciones de privilegio en la isla de hasta $ 308.000 mensuales. También circuitos de convivencia casi mafiosa. Río Grande, la segunda ciudad de la provincia, posee una planta de 4 mil docentes. Durante el 2015 se libraron 30.088 pedidos de licencia por enfermedad. Muchos médicos no serían inocentes: habrían cobrado $ 3.500 por cada solicitud.
Todos serían apenas retazos de un relato tenaz con el cual el kirchnerismo labró por una década la idea de un modelo con anclaje en un Estado paternal. Su salida del poder desnuda a ese mismo Estado obeso, ineficaz e insolidario.