Como sabemos muy bien, China es el gran importador del mundo de soja. Ningún país puede hacerle siquiera una suave sombra.

Según el informe del USDA de enero pasado, la proyección de las importaciones de soja correspondientes a la campaña 2015/16 son de un volumen de 79 millones de toneladas.

La proyectada firmeza en el nivel de importaciones proviene, fundamentalmente, de una menor producción interna y de una mayor demanda doméstica de harinas proteicas y de aceites vegetal.

Este número implica una ligera suba respecto al año anterior, cuando las importaciones de soja de China llegaron a 78,35 millones.

Está claro que sus necesidades son enormes. De hecho superan la producción argentina actual.

Con este cuadro, obviamente, todo lo que sucede en China es motivo de preocupación.

Desde hace aproximadamente un año, las noticias ligadas a este país tienen un claro tinte negativo.

¿Hasta qué punto es tan malo el presente y el porvenir allí?

De acuerdo a las proyecciones del Banco Mundial, en 2016 la economía china tendrá una –nada despreciable- tasa de crecimiento de algo más de 6,7%. No es un dato menor.

El XIII Plan Quinquenal , 2016-2020, sobre el Desarrollo Socioeconómico que proponen las autoridades chinas es alentador. Obviamente, nada asegura que los propósitos se cumplan. Pero es muy probable que no estén demasiado alejadas de la realidad.

Para el año 2020, el plan apunta a que el PBI y el ingreso per cápita se dupliquen en comparación con 2010. Sí, señores: el doble.

De esta forma, China tendría un PBI de aproximadamente 17 billones de dólares. En términos de proporciones, sería alrededor del 20% del PBI mundial.

Realmente, un gigante.

Se espera entonces que en pocos años, el incesante aumento en el consumo interno de una población de más o menos 1.300 millones de personas requiera la importación de alrededor de 10 trillones de dólares, con una elevada participación de commodities como la soja.

En Sudamérica, gran competidor de EE.UU., no sólo se destaca nuestro país como abastecedor de China.

Brasil es un jugador central. China es el principal destino de la soja brasileña, con el 77% de las compras totales. Algo más de 40 millones de toneladas por año van a dar a China.

Sudamérica está aprovechando la momentánea menor competitividad de EE.UU. para exportar a diferentes países y, por supuesto, a China.

Acá es donde uno se pregunta si la producción argentina no debiera capturar el momento.

¿A qué nos referimos? Veamos. Hoy el valor local está por encima del FAS teórico.

Además, el precio internacional del producto argentino puede competir –muy favorablemente- con el norteamericano porque todavía no ha empezado la cosecha.

Cada día que pasa la distancia entre el precio doméstico en dólares y el valor de Chicago es menor.