Si el pateador lo desperdicia. Como lo demuestran las repercusiones de la visita del presidente Mauricio Macri al Foro Económico de Davos, la Argentina está nuevamente frente a una gran oportunidad. Penal a favor.

La destrucción del capital, el atraso y la obsolescencia en la infraestructura aumentan la rentabilidad de las inversiones en un contexto más seguro. Como dijo alguna vez Juan José Llach, son "las ventajas de la decadencia". El período K no es en modo alguno una década ganada, sino más bien desperdiciada o de decadencia económica institucional.

Pero la reorganización crea oportunidades y riesgos. El kirchnerismo residual es un adversario mañoso, tramposo y vengativo. Hace bien la ministra Patricia Bullrich al decir que el crimen organizado es "el único enemigo". No es cambiar volver a colgar el mote de enemigo a quien no comparte ideas y visiones.

Sobre todo ahora que desde el exterior ofrecen inversiones y nuevos negocios, a pesar de la virulenta crisis política y económica del principal socio comercial, Brasil.

Uno de los peligros de desperdiciar ese penal a favor es postergar demasiado la solución fiscal y su más evidente síntoma: la inflación. Aunque la meta para este año bajó un poquito después de Davos. Ahora no es 25% sino "más cerca de 20 que de 25%", dijo Macri. Igual es muy alto.

El peligro es que, como tantas otras veces les pasó a gobiernos nada populistas, el conseguir financiamiento externo postergue la corrección y surjan nuevos problemas o reaparezcan los viejos. El economista y profesor Juan Carlos De Pablo cree que es un peligro cierto, sobre todo cuando el déficit fiscal que dejó el kirchnerismo es de escalofriantes siete puntos porcentuales del PBI. De Pablo dice en todas sus conferencias que tiene alegría institucional y preocupaciones profesionales.

El Gobierno acierta cuando abandona las bravuconadas de su predecesor y deja en el lugar de irreductibles que no quieren negociar a los bonistas que no aceptaron los canjes de deuda del kirchnerismo y ganaron los juicios en Estados Unidos.

Más razones para que retornen los créditos del extranjero. El tema es usarlos bien, no para postergar la solución fiscal y evitar sus costos políticos y, como tantas veces en el pasado, ver estallar todas las consecuencias juntas.

Si la llegada de inversiones directas y el retorno al crecimiento crean la oportunidad de hacer correcciones menos dolorosas, convendría que no haya demoras. Como dijo alguna vez Carlos Salvador Bilardo, los penales "no son una lotería", sino la ocasión para que un buen pateador demuestre su calidad. Ése es hoy el gran desafío para Mauricio Macri.

Para colmo, las perspectivas indican que la recuperación no es tan fácil. El FMI acaba de empeorar su pronóstico de recesión para el país en 2016. Aunque podría equivocarse, podría ser por exceso o defecto. Esos pronósticos no son infalibles.

Es buena noticia que el Gobierno quiera volver a pedir el auxilio del organismo con un programa monitoreado de préstamos para reforzar las reservas del Banco Central, un préstamo clásico del organismo. El monitoreo del artículo IV° del estatuto del organismo es una formalidad ante la que no vale la pena pelear para evitarla. Es una mirada técnica obligatoria para todos los miembros. China incluida. Luego hay una reunión en el Directorio y el país monitoreado tiene la oportunidad de contraargumentar. Al final, se redacta un escueto comunicado que suele hacerse público. Pareciera que el kirchnerismo, que privilegiaba el relato (que no era otra cosa que el control absoluto del discurso) transformó la negativa en una batalla decisiva por la independencia y la soberanía, como lo fue la de Maipú en la que San Martín derrotó en Chile a los españoles.

Es la casi permanente costumbre de gastar por encima de las posibilidades lo que ha hundido a la Argentina en crisis inflacionarias, bancarias y de deuda interna y externa. Se trata ahora de lograr un cambio histórico, no sólo respecto del kirchnerismo, sino de muchísimas gestiones de muy distinto signo, dictaduras incluidas.