Una de las principales conclusiones es que el tema será estratégico en los próximos años y que es preciso lograr la sensibilización de la sociedad respecto de la gravedad del problema. Pareciera que las cifras, contundentes y elocuentes, no alcanzaran para lograr este objetivo. Si de sensibilización se trata, entonces, nada mejor que prestar atención a su alrededor, allí nomás está la erosión. Algunos ejemplos:

Los que transiten la ruta 8 si les toca un día ventoso apreciarán en el tramo entre Venado Tuerto y Río Cuarto, la enorme cortina de tierra cruzando la ruta hasta llegar dificultar la visión. Si el tiempo es lluvioso, y tienen espíritu aventurero, ponerse las botas, un buen piloto y salir a dar una vuelta por los campos, puede ser una experiencia muy didáctica. Verán de qué color sale el agua de un potrero empastado y cómo sale de uno agrícola trabajado. Algo similar ocurre en la Puna, luego de pasar por Humahuaca, en el tramo comprendido desde La Intermedia hasta La Quiaca. En días de viento, el espectáculo es dantesco. Durante el verano, época de mayores precipitaciones, verán el lodo que baja por los ríos de la zona y las cárcavas que deja a su paso. La erosión en vivo y en directo.

Si el rumbo elegido es Sur, a la vera de la ruta 3 luego de pasar Bahía Blanca hacia Viedma, vean los alambrados sepultados por la arena que vuela de los campos arrastrada por el viento. Y si siguen viaje hacia Bariloche por la ruta 23, deténganse en algún paraje y acérquense al alambrado: verán lo difícil que es ser una oveja en la Patagonia. Son ejemplos simples, al alcance de todos, que ayudarán a tener una idea aproximada del problema de la erosión y su gravedad. Entre las causas de la erosión para la región pampeana se mencionan la falta de rotación de los campos, la intensificación agrícola en zonas ganaderas y el proceso de "sojización", fenómeno agravado en los últimos 10 años.

El crecimiento sostenido y voluntario de los planteos de siembra directa, sea por cuestiones conservacionistas o de economía de la producción ha sido un gran avance con respecto a los sistemas de labranza tradicional, pero debemos estar atentos y no quedar atrapados en una nueva "zona de confort".

Los sistemas ecológicos, dinámicos por definición, ante situaciones de simplificación de los manejos, tienden a romper el estado de equilibrio y retomar de alguna forma a la variabilidad original. Campos tomados por rama negra, yuyo colorado y rye grass resistente están llevando a que muchos chacareros miren, por ahora de reojo, los fierros que quedaron bajo el tinglado hace años.

Sobrepastoreo, extracción de leña de los arbustos, deforestación, incendio de campos, simplificación productiva, ampliación de la frontera agrícola y otros factores son causales reconocidas del fenómeno de erosión. Todos ellos con un común denominador: el hombre. Su accionar, sea por decisiones que involucran su propia subsistencia o por el desempeño de una actividad productiva lo convierte en el protagonista central de esta historia.

Somos nosotros los que asignamos cierto número de animales a un potrero, los que decidimos qué cultivo hacer y con qué prácticas, los que quemamos o nos la jugamos sembrando soja en la loma de un campo ganadero. La culpa no es de la soja, ni de la oveja. Hoy, en nuestro país, si decidimos hacer arveja/soja en el sur de Santa Fe, con labranza convencional durante los próximos 30 años, nadie nos lo puede impedir. La mayoría de nosotros creemos que estamos de paso en esta vida y que debemos intentar dejar a nuestros hijos un mundo mejor al que hemos recibido. Por lo tanto algo debe cambiar en materia de uso del suelo.

Para realizar los cambios necesarios hay que obtener consensos amplios entre los actores involucrados, que permitan armonizar los intereses y derechos particulares con el bienestar común y que diferencien claramente la propiedad del uso.

Por Pablo Lima - ingeniero agrónomo