La siembra tardía de maíz es una práctica creciente en la agricultura argentina. Según estimaciones de la Bolsa de Cereales de Córdoba, solo en esa provincia, representa casi el 85% del área maicera. La experiencia de las últimas campañas demuestra que el maíz tardío presenta una excelente estabilidad de rendimiento, aunque se resigna algo de potencial. “La siembra tardía pasa el período crítico de la floración de enero a marzo, además se siembra en diciembre, normalmente con perfiles llenos de agua y nutrientes”, comenta Jorge Bassi, Presidente de Fertilizar. En un mismo suelo hay más nutrientes disponibles en siembras de diciembre que en siembras de septiembre, ya que las temperaturas acumuladas en ese período, mineralizan la materia orgánica, que cede sus nutrientes a la solución del suelo.
“En siembras tardías el análisis de N disponible es indispensable para decidir la dosis, la oferta de N puede ser más del doble al momento de sembrar un maíz tardío, respecto al maíz temprano”, agregó Bassi. Diversos estudios del CREA y el INTA demuestran que el umbral al cual hay que llevar el contenido de N total del suelo para un determinado rinde, no varía con la fecha de siembra. “El umbral es el mismo, pero la base de N con la que cuenta el suelo es mayor, por lo que la diferencia que debemos aplicar con fertilizantes normalmente disminuye”, señala Bassi.
En la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC), técnicos liderados por el Ing. Agr. Gabriel Espósito, demostraron que, como en maíces de siembra temprana, la respuesta a la fertilización nitrogenada aporta entre 1000 y 2000 kg/ha. También destacaron que en los ambientes más degradados la respuesta a la fertilización es mayor, duplicando la hallada en los suelos más fértiles. “Los resultados de los ensayos realizados confirman la necesidad de abordar la siembra de maíz tardío de la misma forma que el maíz temprano corrigiendo dosis de fertilizantes en función a los nutrientes disponibles y los rendimientos esperados”, asegura Espósito. Por su parte, estudios del CREA Monte Buey demuestran que en maíz tardío se pueden lograr más de 10.000 kg/ha cuando se trabaja bien la fertilización.
En cuanto a los otros nutrientes, los umbrales de fósforo están cercanos a los 13 ppm, pero esto varía especialmente con el contenido de materia orgánica de los suelos, ya que en siembras tardías es una fuente extra. “La respuesta a azufre ha sido comprobada en maíz tardío, igual que la de zinc, por lo que no debemos confiarnos en que estos nutrientes estén resueltos”, remarcó Bassi.
Maíces tardíos y maíces de segunda
Los maíces de segunda son aquellos que se siembran sobre un cultivo de
invierno (trigo o muy frecuentemente arveja). Si bien comparte la fecha de
siembra con el maíz tardío, el maíz de segunda recibe un suelo con muy bajos
niveles de nutrientes disponibles para el cultivo. En estos casos, el maíz
deberá recibir fertilizaciones superiores a las del maíz temprano, aunque la
decisión final siempre debe ser tomada con el análisis de suelo. El doble
cultivo arveja/maíz es muy frecuente en la zona de Rosario, permite generar dos
cosechas y aportar carbono al suelo.
“Es importante el correcto diagnóstico de la disponibilidad de nutrientes en cada ambiente, y especialmente en los maíces tardíos, ya que muchos productores caen en el error de sobrestimar la oferta del ambiente y terminan limitando el rendimiento”, concluyó Jorge Bassi.