La reunión se hizo a fines de 2013, pero Mauricio Macri la recuerda muy bien. "Massa quedó arriba, más abajo el Gobierno y terceros estamos nosotros. Hay que empezar todo de cero", le diagnosticaron al líder de Pro sus asesores políticos y comunicacionales de mayor confianza, sin anestesia ni piedad.
Dos años después de aquel durísimo baño de realismo, Macri llega como favorito al ballottage que lo enfrenta a Daniel Scioli. Una realidad inesperada con la que pocos, muy pocos, soñaban hasta la primera vuelta electoral del pasado 25 de octubre, cuando la diferencia entre el FPV y Cambiemos fue de sólo tres puntos.
Un escepticismo que Macri le adjudica al "círculo rojo" de empresarios, políticos y periodistas, pero que compartían no pocos dirigentes de su propio espacio. Y, tal vez, hasta él mismo. Encuestas en mano, y aun sin abandonar la mesura, el ánimo confiado y altamente optimista con el que llega a la elección más importante de su vida es diametralmente opuesto al de aquella reunión a puertas cerradas.
"Somos el emergente de la necesidad de la gente que quería algo distinto", lo explica él mismo en reuniones sin micrófonos cerca, mientras gobernadores, intendentes y dirigentes peronistas de distintos orígenes le envían señales de cara al 10 de diciembre. "Llaman todos. ¡Pero todos, eh!", cuentan por lo bajo dos dirigentes que comparten su cotidianeidad.
¿Dónde están las razones para que la Casa Rosada parezca ahí nomás, al alcance de la mano? La suerte comenzó a cambiar, coinciden Macri y su círculo íntimo, en marzo de este año, cuando la convención radical reunida en Gualeguaychú aprobó el apoyo a su candidatura, venciendo a quienes apostaban, además, por incluir a Sergio Massa en una amplia confluencia opositora.
"Quién sabe dónde estaríamos ahora si Ernesto [Sanz] no hubiese ganado esa votación. Tal vez no hubiera habido segunda vuelta", reflexionó ante LA NACION el ex diputado Walter Ceballos, estrecho colaborador del titular del Comité Nacional de la UCR en su batalla por la alianza con Macri.
Un acuerdo clave
Los planetas comenzaron a alinearse cuando el acuerdo con la UCR y Elisa Carrió quedó confirmado, y el frente interno definido con el triunfo de Horacio Rodríguez Larreta sobre Gabriela Michetti en las PASO porteñas, a fines de abril. En junio, Macri tomó la decisión de no encarar un acuerdo con Sergio Massa y sostener a María Eugenia Vidal como candidata a gobernadora en la provincia de Buenos Aires.
El consultor Jaime Durán Barba y el secretario de Gobierno, Marcos Peña, impusieron allí su posición por encima del "ala política" sintetizada en el ministro de Gobierno, Emilio Monzó, y caciques radicales como Gerardo Morales, José Cano y Julio Cobos, que pugnaban por una alianza nacional más amplia, que incluyera al ex candidato presidencial de UNA.
Más allá de que las acciones de quienes rechazaban a Massa subieron y mucho después del 25 de octubre en el esquema interno, pocos se engañan. "Si lo terminamos ganamos, no será sólo mérito nuestro. Si en provincia de Buenos Aires el candidato era [Florencio] Randazzo, o aún Julián Domínguez, María Eugenia Vidal no era gobernadora y la realidad era otra", reflexionan cerca del líder de Pro.
El desarrollo del debate con Scioli, hace una semana, y el fracaso de la "táctica del miedo" de su oponente consolidaron el optimismo. "Fue la peor estrategia que podría haber adoptado, porque Scioli perdió el voto moderado que era su principal cualidad política", afirmó Monzó, un razonamiento que se comparte a estas horas en la primera línea macrista.
Con un ojo puesto en las elecciones, el candidato ya piensa en la gobernabilidad futura. En "domesticar" al peronismo derrotado de entrada, y en asegurarse la sanción de leyes en el primer tramo de la gestión. Monzó en la presidencia de la Cámara baja, y el radical pampeano Juan Carlos Marino como eventual presidente provisional del Senado serán dos de las columnas en las que piensa para lograr ese objetivo.
"Es hoy, es acá, es ahora", repite Macri como un mantra desde que comenzó el tramo final de la campaña. A diferencia de hace dos años, son muchos más los que creen que su momento ha llegado.