Dialogando con hombres de campo de distintas zonas productivas nos encontramos que todos piensan de forma similar, a pesar de realizar diferentes producciones en diferentes zonas y ubicación geográfica dentro de nuestro amplio país. Es lo mismo lo que piensa un productor triguero de Pampa Húmeda como un productor de porotos de Salta, o uno que produce frutas en la Patagonia.
Todos entienden que para poder salir adelante de esta terrible situación que está viviendo el sector agropecuario argentino, se necesitan realizar cambios radicales en las estructuras comerciales y del control del estado. El impresionante intervencionismo estatal es uno de los principales flagelos que azotó a las empresas agropecuarias.
La imposibilidad de poder exportar libremente, teniendo que pasar por el ojo rector de un funcionario de turno que decide si otorga o no las autorizaciones de exportación, ha sido uno de los tantos males que sufre el agro nacional. La imposibilidad de importar insumos libremente, también teniendo que pedir permiso a otro organismo oficial para poder hacerlo, ha ocasionado serios inconvenientes en las economías regionales y de la Pampa Húmeda. El aumento indiscriminado de los costos, de la mano de una inflación ingobernable ha llevado a que muchas empresas agropecuarias hayan tenido que cerrar sus puertas por no poder aguantar más las continuas pérdidas que se le ocasionaban.
La falta de libertad sobre el tipo de cambio, hizo que el retraso de las cotizaciones de los granos sea evidente comparativamente con los chacareros de los países vecinos. Las retenciones a las exportaciones hicieron que el productor nacional tenga un dólar infinitamente menor para la comercialización de sus producciones, estando muy alejado del dólar oficial y del dólar paralelo.
Por citar un ejemplo, el productor de soja comercializa su poroto a un dólar de tan sólo $ 6,27.-, cuando los gastos y costos de producciones hace un tiempo ya que se calculan al valor del dólar denominado “blue”. La pérdida de transparencia en la conformación de los precios de los comodities agropecuarios hizo que el productor no sepa verdaderamente cuánto vale su producción, quedando en las manos de los compradores, ya sea de la exportación como de la industria, la decisión de a que valores se comercializarán los diferentes productos. Esta obscura situación se generó por los estrictos e inconcebibles controles de exportación e importación antes descriptos.
Por todo esto, el campo argentino ya tomó la decisión de a quién votará el próximo 22 de noviembre.
El actual gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con sus discursos, sus tenues propuestas y demostrando lo que hizo en los últimos años en la provincia, es garantía de continuidad de todas las políticas que llevaron al actual caos al sector agropecuario. Bastó ver el debate donde este candidato no supo responder ninguna pregunta, insistiendo en todo lo malo que hará el otro candidato, intentando generar miedo a la sociedad. Además quedó muy claro que la intención del candidato oficial es continuar con todas y cada una de las políticas que se vienen aplicando hasta este momento.
Por eso, el sector agropecuario nacional ya tomó su decisión. Y esta está basada en volver a poder gozar de un derecho indeclinable como es poder ejercer todo tipo de libertades, hoy cercenadas por las políticas de los últimos 12 años.
El productor argentino no quiere subsidios, prebendas, o beneficios aviesos. El hombre de campo nacional quiere poder trabajar en libertad, haciendo lo que hizo durante los últimos 150 años, que es producir para el bien de su familia, de su pueblo, de su ciudad y en definitiva del país.
Por todo esto, la Argentina productiva va rumbo a un impresionante cambio, que hará que volvamos a ser “el supermercado del mundo”.
Por Alejandro Ramírez - Analista Agropecuario
Fuente: De todo un poco Agro