Yo no sé si Daniel va a ser un buen presidente, pero arriba del escenario es un león. Me impresionó su presencia, su porte de estadista. Su labia: "No hablemos de este gobierno, que el 10 de diciembre se termina", dijo una y otra vez el candidato de la Presidenta y el compañero de fórmula de Zannini.

Me propongo ser lo más objetivo posible y explicar los cinco motivos por los cuales lo vi ganador en el debate. Son éstos:

1) Sus nervios. En muchos momentos, a Daniel se lo vio nervioso, tenso. Eso habla de su preocupación por corregir lo que está mal, su apuro por ponerse a trabajar y la incomodidad que le causan las rígidas posiciones neoliberales de Macri. Un tipo nervioso es un tipo vivo y por cuyas venas corre sangre caliente. Por contraste, la frialdad de Macri me asustó, y estoy seguro de que a todos los televidentes les pasó lo mismo. Tiene la tranquilidad de alguien que no se da cuenta de la responsabilidad que implica el cargo de presidente de la República. Amo los nervios de Daniel, sus muecas, sus temblores, su atropello, sus frases inconclusas, porque muestran al piloto visceral que surcaba las aguas a más de 200 kilómetros por hora. Yo no quiero un prolijito en la Casa Rosada. Quiero la pasión y la tensión de Daniel. No se conduce un país con la pasmosa levedad ingenieril de Mauricio. La tribuna futbolera tiene una buena definición para gente como él: pecho frío.

2) Su problema con los tiempos. Varias veces, Daniel siguió hablando cuando ya había concluido el espacio que tenía asignado. Es una clara demostración de que tiene muchas cosas para decir, que tiene propuestas, soluciones. ¿No les parece llamativo que a Macri siempre le alcanzara y hasta le sobrara el tiempo? "Señor Macri, tiene dos minutos para exponer sobre economía y desarrollo humano." Al minuto y 55 segundos ya había terminado. ¡Claro, si no tiene plan! En realidad, su único plan es el ajuste. Pensé incluso que iba a remitir a la página web del Fondo Monetario Internacional. En cambio, no hay forma de que el programa económico de Daniel -o de salud, o de educación, o de seguridad- quepan en dos minutos. Me encantaba cuando no les hacía caso a los moderadores y seguía hablando, incluso subiendo el tono de voz y sin que nadie lo escuchara: toda una muestra de temple, carácter, determinación. Un buen alumno de Cristina.

3) Su apelación al miedo. La principal estrategia de Daniel fue asustarnos, presentarnos a Macri como el candidato de la maxidevaluación, del ajuste salvaje. El candidato de los buitres. Fue una excelente idea, y de hecho ayer a Daniel mucha gente lo paraba en la calle (en realidad, lo hacía bajar del helicóptero) para agradecerle que le hubiera abierto los ojos. Un jovencito le dijo: "Pensar que ese Macri era un cuco, un señor malo, un lobo feroz, y no nos habíamos dado cuenta".

4) Sus silencios. Cuando Macri eludió preguntas de Daniel fue porque no le convenía contestar o porque no sabía qué decir. En cambio, Daniel no le contestaba porque ha hecho de ese juego (ignorar la pregunta) un verdadero arte. Él parte de la base de que sus respuestas siempre son más interesantes que las preguntas. Un ejemplo: Macri le preguntó si las estadísticas del Indec son mentirosas y Daniel le respondió que la lucha contra la inflación será una prioridad de su gobierno. La réplica es tan brillante que ridiculiza la pregunta. Y eso pasó anteanoche muchas veces. Daniel lleva toda una vida sin contestar lo que le preguntan, y mal no le ha ido. No va a cambiar de estrategia por Macri, que ha terminado convirtiéndose en un burdo panelista de Lanata.

5) Sus promesas. Daniel prometió desterrar el narcotráfico y la inseguridad, darles el 82% móvil a los jubilados, bajar el impuesto a las ganancias, no pagarles a los buitres, no arreglar con el Fondo Monetario ni con Estados Unidos, perseguir a los corruptos y ser la Madre Teresa de Calcuta. Digamos, todo muy creíble. Podemos ser escépticos sobre sus triunfos como motonauta, cuando no le alcanzaban los competidores para llenar el podio, pero no sobre estas promesas.

¿Mi consejo? Mauricio, todavía estás a tiempo de bajarte.