Productores de todo el país esperan ansiosos un nuevo ciclo de desarrollo del sector. Las máquinas están listas, las ideas siempre vivas, y el campo de juego algo deteriorado por la falta de rotación de cultivos. Muchos han quedado en el camino, pero la vocación sigue intacta. Sembramos por muchas razones, pero siempre sembramos.

Los últimos años, de precios bajos e impuestos altos, generaron un proceso que expulsó casi un tercio de los productores fuera del negocio. Muchas zonas de producción alejadas de los puertos pasaron a ser inviables.

Las enormes oportunidades históricas que se presentaron en el mundo para nuestro sector agropecuario, durante casi una década, permitieron un importante crecimiento de la producción (pasamos de 70 millones de toneladas de granos en 2001 a casi 100 millones en 2010) y el desarrollo de empresarios, y comunidades a lo largo de todo el país, pero, sin duda, gran parte de esas oportunidades no pudieron ser aprovechada.

En definitiva, el país desperdició valor. Produjimos menos de lo que deberíamos, perdimos stock de hacienda, perdimos precios por incumplir contratos, perdimos dinero, perdimos valor. Valor para nuestras comunidades.

Los ciclos de crecimiento en el sector agropecuario son de largo plazo, pero con las señales correctas los productores los abordamos rápidamente.

Los últimos años fueron signados por la reducción del área sembrada de trigo, maíz y sorgo. El error es grave. La solución, no tan complicada. Menos trigo significa más suelos desnudos en invierno, expuestos a la erosión eólica e hídrica. Menos trigo, más erosión, menos suelo fértil.

Menos maíz significa menos comida para pollos, cerdos y ganado. Menos trigo y menos maíz significan menos materia orgánica en el suelo, más dióxido de carbono en la atmósfera, una producción menor a nivel país en el corto y largo plazos, menos contratistas, menos fleteros, menos exportaciones, menos divisas para el país.

El sector agropecuario y la comunidad local y global se verán beneficiados si, ya mismo, retomamos el círculo virtuoso del trigo y del maíz.

Pasar a una rotación de cultivos más balanceada, incorporando cinco millones de hectáreas de trigo y cinco millones de hectáreas de maíz, significaría más fuentes de trabajo genuino, un millón de fletes más por año y un incremento de las exportaciones por 3.500 millones de dólares. Cabe recordar que en la década del 50 sembramos 20 millones de hectáreas de estos cereales sin las herramientas tecnológicas disponibles en la actualidad: siembra directa, genética, agricultura de precisión, riego, etcétera.

Los productores estamos ansiosos por disponer de nuevas reglas de corto y, sobre todo, de largo plazo, que permitan retomar este camino. Tenemos vocación por sembrar, queremos trigales de alta producción, nos emociona ver un lote de maíz en plena floración, un mar de hojas verdes. Sí, nos emociona.

El sector ha tenido muy buenos años, es cierto, pero también nos queda la bronca de no haber podido aprovechar todo lo posible por malas decisiones de nuestro propio país. Nos duele que el camino no haya sido justo para todos.

Estamos en condiciones de retomar hoy mismo un camino más virtuoso para el desarrollo sostenible. Todo está listo esperando la señal de largada. Un nuevo plan de largo plazo para sembrar más trigo y maíz sería un gran paso en la dirección correcta. ¿Vamos?.