Ésta es la razón por la que esas confrontaciones están encorsetadas en reglas
infinitas. Son las garantías que exigen quienes se exponen. Las expectativas de
la audiencia operan al revés. Como en las carreras de autos o en las acrobacias
de los circos, el atractivo inconfesable es que ocurra un accidente. En general,
gana la monotonía. Por eso de estos torneos termina recordándose el detalle
inesperado. Que George Bush padre no entendió una pregunta por estar mirando el
reloj. O que Dilma Rousseff, después de trenzarse con Aécio Neves, se desmayó.
El debate de anoche será recordado por el atril vacío de Daniel Scioli. Imposible saber si alguien ganó. Seguro perdió Scioli.
Es lo que registrará hoy la prensa, que es la que define este tipo de
torneos. Los demás candidatos, en el balance, salieron hechos. Por lo tanto
Macri, que es el que más tenía que perder, puede descansar.
Scioli decidió faltar suponiendo que su electorado no castigaría esa conducta. Scioli confía en que el 89% de sus simpatizantes no cambiaría su preferencia. Sólo el trotskista Nicolás del Caño tiene un feligresía más leal: 93%. Scioli paga un costo, en cambio, frente a un votante potencial. Pero en su entorno creen que él apuesta a prescindir de ese votante y ganar con el caudal oficialista. Hubo, tal vez, un perjuicio que el gobernador no calculó: que critiquen su administración sin que pueda responder, como hizo Nicolás del Caño en materia educativa o Margarita Stolbizer con el avance del crimen organizado en la provincia.
El primero en aprovechar la ausencia de Scioli fue su principal rival.
Mauricio Macri propuso una explicación que identifica a Scioli con las
debilidades que Scioli le atribuye a él: incertidumbre conceptual e
imposibilidad de gobernar. Para Macri, Scioli no estuvo porque las divergencias
de su grupo le impiden definirse. "Anda por el mundo imitando nuestras
propuestas -alusión a Juan Manuel Urtubey y el pago a los holdouts- y después se
las boicotean. ¿Quién va a gobernar?"
Rodríguez Saá llamó a Scioli "el ausente". Y le reprochó una folklórica "falta de solidaridad como peronista". Stolbizer lo llamó "fantasma detrás del atril". Pero Massa sigue siendo insuperable en efectos especiales: le dedicó al "candidato Scioli" unos segundos de silencio, como sanción porque "nos faltó el respeto a todos". En ese momento Scioli estaba en el Luna Park con Jésica Cirio, masacrando el celular. Junto con un chiste de Macri sobre River, el silencio de Massa fue lo único sorprendente de la noche.
El método de las preguntas entre candidatos, inspirado en el último debate brasileño, llevó a situaciones artificiales. ¿Qué sentido tuvo que Massa interrogara a Stolbizer sobre cómo terminar con el clientelismo? ¿Cómo se le ocurrió a Rodríguez Saá correr por izquierda a un trotskista como Del Caño con la reglamentación del 14 bis? Rodríguez Saá estuvo astuto cuando propuso un pacto para integrar la Corte: él aspira a poner allí a Liliana Negre de Alonso, entre otras cosas, para conseguir un fallo favorable a San Luis por la coparticipación. Pero en los interrogatorios cruzados se notó, en general, cierta haraganería de los equipos de campaña: con tanto focus group para investigar la flaqueza del rival, deberían haber sido más incisivos.
Detrás de cada exposición, respuesta o pregunta, operó una estrategia electoral. Fue enternecedor ver cómo Macri y Massa mimaban a "el Adolfo". En educación, por ejemplo, coincidieron con él y hasta lo consultaron. Todo sea para quedarse con sus votos. Con la misma lógica, Macri tuvo un elogio abierto para Stolbizer preguntándole por la seguridad en Buenos Aires, con una dedicatoria para Aníbal Fernández. Una de las claves de Cambiemos es conquistar los votos de Stolbizer.
Macri perdió un punto con Massa al preguntarle cómo hará para mejorar la situación de los jubilados "tan rápido". Massa no necesitó explicar que los beneficios llegarían antes con él que con su competidor. Lo dijo, en una aversión por la demagogia propia de ingenieros, Macri. Estuvo mejor al pedir a Del Caño lo único que no hay que pedir a un trotskista: un modelo educativo histórico, concreto. Del Caño contestó, con salvedades, Cuba. Para su partido, lo peor: el comunismo. Pecata minuta. Como Obama y el Papa, también Del Caño se flexibiliza.
Stolbizer estuvo sólida. Sobre todo al denunciar la corrupción y su vinculación con el narcotráfico. Su único riesgo fue Del Caño, que pretendió demostrar al público de izquierda que ella es igual al resto del elenco. Por ejemplo, por algunas alianzas de su partido con Pro. Difícil que ese argumento mueva un voto. Stolbizer fue previsible con Massa, a quien fastidió desde su atalaya progresista por la propuesta de la baja de la edad de imputabilidad penal. Massa zafó recordando que Uruguay, Bolivia y Ecuador son más represivos. En cambio Massa aprovechó a Del Caño como frontón, con la discusión sobre los piquetes, para reforzar la imagen ruckaufiana, de hombre de orden, que cultiva.
Fue raro. Pero Del Caño estuvo débil frente a Massa. Reprocharle al ex jefe de Gabinete de Cristina Kirchner que su déficit de calidad institucional es el ausentismo como diputado fue de un miniaturismo impropio de un trotskista. Massa tuvo una respuesta razonable: recordó las iniciativas legislativas de su partido, que fueron famosas. Como agresor, Massa fue más contundente. Después de una caricia retórica engañosa, preguntó a Macri por los contratos de su padre, de su socio y de su primo con el gobierno porteño. Fue el único momento en que el jefe de gobierno tuvo un titubeo. Respondió con los diez años de kirchnerismo del rival. Todos evitaron hablar, especialmente Macri y Massa, de lo único seguro: el ajuste.
La materialización de la ausencia de Scioli, el atril, molestó a Scioli. A través de su jefe de Gabinete, Alberto Pérez, presionó de mil maneras para que en el set no hubiera rastro alguno del agujero que dejaba. Esa insistencia tuvo una consecuencia extraña anoche. Los presentadores seguían hablando de la participación de los seis candidatos y Scioli fue designado "el candidato que no está". Casi "el que te dije" que se usaba después de 1955 para designar a Perón. Por fin, Marcelo Bonelli aclaró que Scioli decidió faltar. Luis Novaresio lastimó, con delicadeza de acupunturista, una y otra vez, al agradecer a "los que participaron, sin necesidad de verse obligados por una ley" y al recordar a cada rato que Scioli no había ido.
El gobernador había participado de todo el proceso. Su delegado fue Álvaro Rufiner. Por Macri concurrió Miguel de Godoy, y por Massa, Sergio Bendixen, su Durán Barba. Ellos negociaron las reglas, las suscribieron y hasta sacaron número en el sorteo por el orden de aparición y el lugar en la tarima. Como no se había previsto que alguien faltara a último momento, entre los organizadores hubo un debate del debate. Ganaron los que pretendían que Scioli interviniera, aunque sea con su espectro. No tuvo la suerte de Jimmy Carter en 1980, cuando consiguió que retiraran su silla de match con Ronald Reagan y John Anderson, al que decidió no concurrir.
Los colaboradores de Scioli estuvieron divididos. Algunos, como Pérez y Telerman, aconsejaron participar; José Scioli y Gustavo Marangoni prefirieron evitar cualquier percance. El reparo decisivo tuvo que ver con Massa: "¿Y si le clava un cuchillo en la yugular?". Massa inspiró ese temor de manera involuntaria. Pero obtuvo un éxito: aparecer como el challenger de Macri, a quien quiere reemplazar en un posible ballottage. Pero anoche no sacó una ventaja decisiva.
Scioli pagó el costo de su decisión de no asistir. Pidió una ley que regule los debates. No se le ocurrió pedir otra que regule la TV Pública. Porque el canal estatal suspendió la transmisión cuando el candidato del Gobierno desistió de participar. Anoche mostró a Aníbal Fernández en 6,7,8. ¿Qué era peor para Scioli? Corolario: la cadena nacional sólo está destinada a las actividades del Frente para la Victoria. Pluralidad de voces.