Ayer Cristina Kirchner no pudo acompañarlo en su presentación de Santiago del Estero por un bajón de presión, similar a los que lo suelen afectar a él. Pero en pocas horas la Presidenta se pondrá al frente del proselitismo oficialista. Su propósito es el de siempre: recordar que el Frente para la Victoria tiene un líder, ella, y un candidato, Scioli. Un gesto de generosidad inesperado porque hasta hace poco el candidato era el proyecto.
Esta distribución de roles es hiriente para Scioli. Las encuestas
cualitativas que él consume consignan un reparo permanente a que, si llega a la
Casa Rosada, se convierta en un monigote de su antecesora. O, puesto en los
términos más respetuosos de Estela de Carlotto , un presidente transitorio. Este
menoscabo es el lado amargo de un beneficio: cuando Cristina Kirchner disciplinó
a todo el oficialismo detrás de él, elevó su piso: 40%. También consolidó su
techo: 40%. Este cepo lastima a Scioli porque le quita plasticidad para
conseguir votos entre quienes no simpatizan con el Gobierno. Su base electoral
hoy coincide con la de la Presidenta. El problema es que, a diferencia de lo que
sucedía en 2007 y 2001, es una base insuficiente para triunfar en primera
vuelta.
La segunda derivación inconveniente de este cepo tiene que ver con la propuesta de gobierno de Scioli. Aun entre quienes toleran al Gobierno comienza a crecer el desasosiego por las incógnitas de la economía. El motivo más inmediato es la disparada del dólar blue. Una encuesta de Isonomía revela que, cuanto más sube esa divisa, más se deteriora la imagen de la Presidenta. Por eso los sondeos detectan una demanda para que Scioli reconozca los problemas y presente soluciones. Pero él está inhibido de hacerlo, por el riesgo a que la Casa Rosada lo desautorice y transforme su proselitismo en una torre de Babel. Prefiere decir que iniciará otra etapa sobre "estos sólidos cimientos". Es decir: brecha cambiaria del 70%, déficit fiscal de 9% del PBI, reservas de 11.000 millones de dólares e inflación del 25%.
Desde el oficialismo aconsejan a Scioli violar el cepo. La versión más clara
de esta recomendación es el Informe Electoral General, que elaboró para él el
Instituto Gestar, que conduce el director de la Anses, Diego Bossio. La primera
propuesta de ese estudio es dirigirse al público de José Manuel de la Sota,
equivalente al 5% del padrón, "que no tiene una inclinación antiperonista". Los
consejeros de Gestar sugieren: "Creemos conveniente (?) mostrar a este segmento
la faceta más peronista de nuestro candidato, sobre todo teniendo en cuenta que
dicha franja electoral presenta ciertas reticencias al kirchnerismo".
Los técnicos de Bossio analizan el voto urbano, donde Scioli tiene más dificultades, incluso si se lo compara con la Cristina Kirchner en 2007. El consejo para ciudades como Córdoba o Paraná es "alternar peronización, actitud conciliadora y propuestas especializadas". En otras palabras: deskirchnerizarse.
Scioli ya consiguió una ayuda explícita en Córdoba del gobernador electo,
Juan Schiaretti. Urgido por iniciar su mandato con ayuda nacional, envió a
Corrientes a su esposa, Alejandra Vigo, a un acto con Karina Rabolini. El
peronismo cordobés dice que apoya a Sergio Massa, como pide De la Sota, pero no
será una traba para la necesidad sciolista de crecer 5 puntos del escaso 15 por
ciento que sumó en las PASO. Para el cómputo nacional eso sumaría medio punto
que puede ser decisivo.
La provincia de Buenos Aires, admite el trabajo, no dio el resultado esperado. A pesar de que Scioli obtuvo 800.000 votos más que su segundo. El trabajo recomienda elaborar una propuesta para los sectores medios y "orientar un mensaje hacia el segmento agropecuario (?) aprovechando a Julián Domínguez". Es curioso que el primero en ejecutar la lección de Bossio haya sido Aníbal Fernández, quien durante el conflicto con el campo de 2008 comandaba a los prefectos que detenían chacareros en las rutas. Fernández prometió, si se convierte en gobernador, hacer un "Ministerio de Asuntos Agrarios en serio". Se ve que el de Scioli es de juguete.
A propósito de Aníbal Fernández, el informe de Gestar dedica un apartado a la eventualidad de que Scioli sea arrastrado por el candidato a gobernador. Lo tranquilizan: salvo en La Plata y Vicente López, él obtuvo en las primarias más votos que Fernández y Domínguez juntos. En cambio, el texto enciende una alarma sobre el corte de boleta contra Scioli en varios municipios bonaerenses: en Ensenada, San Fernando, San Martín, Azul, Bahía Blanca, La Costa, Luján, Mercedes, Olavarría y San Nicolás los intendentes superaron al candidato a presidente.
Es interesante observar el escenario que proponen los expertos de Bossio para la futura configuración del Congreso: "Si los resultados de las primarias se mantuvieran en octubre, el oficialismo perdería la mayoría, ya que restarían 18 legisladores propios, 2 aliados y 2 aliados volátiles. En tanto que la oposición en conjunto ganaría 22 diputados".
El informe se vuelve revelador al ofrecer la clasificación interna del nuevo bloque de diputados: 27 serían del PJ; 21, de La Cámpora; 6, del kirchnerismo; 3, del Movimiento Evita, y 2, de aliados del PJ. La definición de PJ es, para los asesores de Bossio, "referentes relacionados a los partidos justicialistas provinciales o referenciados con un gobernador o intendente de extracción peronista". En cambio kirchneristas son "ex funcionarios de la gestión kirchnerista y miembros de agrupaciones afines al kirchnerismo de extracción no PJ, como Kolina, Nuevo Encuentro y Socialismo K".
Estas diferenciaciones analíticas se vuelven operativas en el campo de batalla. Obediente a Bossio, Scioli convocó hace diez días a Eduardo Buzzi, ex líder de la Federación Agraria, a un acto en Santa Fe. El puente fue Domínguez. La dirigencia de La Cámpora ordenó a sus simpatizantes no concurrir. El lunes pasado, el candidato participó de otra reunión en la Facultad de Medicina de la UBA. Había 2000 asistentes. Ninguno de la organización de Máximo Kirchner ni de los seguidores de Axel Kicillof. Alberto Pérez, el jefe de Gabinete de Scioli, comenzó a preocuparse.
Los resquemores de Cristina Kirchner y su hijo hacia Scioli se basan, como siempre, en hipótesis conspirativas. Creen que las publicaciones que afectan al bachiller Kirchner son promovidas por La Plata. Fantasean con algo menos perdonable: que Scioli tendió un túnel hacia Eduardo Costa, el candidato opositor de Santa Cruz, para que el kirchnerismo pierda en su propia cuna. Desde un punto de vista despiadado, la jugada sería correcta porque, como solía decir Alberto Pierri, el ex presidente de Diputados y hoy asesor de Sergio Massa, "si a mí me ofrecen comandar las Naciones Unidas pero está en peligro La Matanza, me quedo en La Matanza, gordo?". Un apotegma que parece pensado para la señora de Kirchner.
Scioli tiene una ventaja: su discordia con la Presidenta se compensa con el comportamiento de Mauricio Macri y Massa. Entre los académicos que estudian campañas electorales existe una simulación clásica: se distribuyen los alumnos en tres grupos, cada uno detrás de un candidato. Parece inevitable que quien va segundo termine peleando contra el tercero. Siempre con el mismo resultado: el primero mejora, despegándose de los otros dos. Es el riesgo que ha comenzado a correr Macri en su rivalidad con Massa.
Macri denunció un acuerdo entre Scioli y Massa, gestionado por Alberto Fernández, quien mantiene reuniones periódicas con Alberto Pérez. Massa lo atribuye a un curioso interés común por la interna de la AFA. Cerca de Scioli, en vez de negar el pacto, sugieren: "¿Por qué no le pregunta a Macri si no colaboró con la campaña de Massa?". Y precisan, insidiosos: "Es cierto que le dio mucho menos de lo que pedía".
Scioli y Massa están haciendo lo que a cada uno le conviene. Sobre todo Massa, que sueña con poder entrar en el ballottage en lugar de Macri. "Soy Aécio", dice, recordando que el brasileño Aécio Neves superó a Marina Silva y libró el ballottage con Dilma Roussef. La diferencia entre ambos casos, como sabe el "brasileñólogo" De la Sota, es que la candidatura de Marina Silva era una burbuja y la de Macri es el resultado de un trabajo de diez años. De todos modos, Massa no sería un problema para Macri si se cumpliera el pronóstico con el que el gurú Jaime Durán Barba lo desechó como aliado bonaerense en la casa de Francisco de Narváez: "Tienes que renunciar a todo porque después de las primarias no vas a superar el 7%".
Massa menosprecia, hasta ahora con derecho, ese vaticinio, y golpea donde hiere: "A mí me duele la pobreza, en cambio a Macri le molesta". La mayor vulnerabilidad de Macri es que, como es rico, los sondeos le atribuyen insensibilidad social. Ahora que su declaración jurada reveló su verdadera situación patrimonial, tal vez corrija ese problema. Es una broma injusta: nada indica que Massa y, sobre todo, Scioli tengan menos recursos que el candidato de Cambiemos.
Macri también responde a Massa con malicia. Recuerda su pasado kirchnerista, que es la fisura que aparece en los focus groups sobre su imagen: las apreciaciones suelen concluir en un "hay algo que no me cierra". El macrismo saturó ayer las redes sociales con la foto de aquella conferencia de prensa que Massa debió ofrecer, obligado por Néstor Kirchner, cuando asumió como jefe de Gabinete: aparece escoltado por Julio De Vido y por el arrepentido Ricardo Jaime, con los pulgares en alto. Kirchner pensó el retrato por si un día a Massa se le ocurría decir que mandaría presos a todos los corruptos. Un servicio post mórtem para Macri.