Sin embargo, el argumento parece demasiado pobre como para justificar la negativa a debatir. Los verdaderos motivos nunca son los que se presentan en público. Siempre son otros. Uno, el más evidente, es que Scioli tiene miedo de perder la ventaja que mantiene sobre Mauricio Macri. El segundo, es que corre el riesgo de ser "derrotado" en la competencia dialéctica, porque como representante del gobierno todos lo van a "atacar" a él. Pero también hay otros motivos más profundos y graves. En especial uno, que parece determinante: si Scioli va al debate, nunca podrá decir lo que piensa de verdad. Para que se entienda mejor: estará contenido; atado de pies y manos y obligado a mentir.
O, lo que es peor todavía, atrapado en las medias verdades que está forzado a sostener para complacer a la Presidenta y el mismo tiempo no espantar al electorado no ideologizado. Y este sí que es un grave problema que no tiene solución. Porque una cosa es responder preguntas de manera evasiva y otra cosa es defenderse del bombardeo continuo de preguntas sobre la corrupción, el cepo, su gestión en la provincia y su candidato a sucederlo, Aníbal Fernández, para citar solo cuatro ejemplos entre los más obvios. Una presión demasiado fuerte. Scioli podría terminar perpetrando un sincericidio; o pronunciando una de esas frases inconvenientes que quedan marcadas a fuego en la campaña electoral. Se trata del fenómeno inverso que se registra con los últimos discursos de Jorge Bergoglio. El Papa habla suave. Con paciencia y enorme tranquilidad. Sin embargo les dice en la cara, a los líderes del mundo más poderosos, cosas brutales y definitivas. Desde el pedido de abolir la pena de muerte en los Estados Unidos hasta el duro cuestionamiento a los sacerdotes pedófilos que avergonzaron a toda la Iglesia. Lo hace sin ninguna carga. Sin temor a equivocarse o a tomar riesgos innecesarios. Y no tiene ningún problema en expresarlo por una razón muy sencilla: dice lo que piensa; vive como piensa y no tiene que impostar. Por el contrario, la concurrencia de Scioli al debate y el impedimento de hablar con la verdad, se podrían transformar en un cajón de Herminio Iglesias bien grande. Imposible de tapar o disimular.
El otro análisis apresurado que hicieron los asesores de campaña del candidato del Frente para la Victoria es que nadie pierde votos por no presentarse a un debate presidencial. "Al contrario. Más bien tiendo a pensar que vamos a ganar más. La lectura general es que no vamos (al debate) porque Daniel está triunfando en primera vuelta. Eso nos sumaría votos de quienes siempre elijen al que suponen ganador", me dijo uno de sus asesores más prudentes. Pero ¿es verdad que la no concurrencia al debate tendría un efecto nulo y hasta positivo desde el punto de vista electoral? Se puede aceptar que una cosa es el padrón y otras las redes sociales. Que el hecho de que el hashtag #ScioliCagón se haya mantenido como tendencia nacional durante más de 24 horas muestra solo la efervescencia de Twitter, y no una tendencia de voto. También es verdad que las encuestas demuestran que el 70% de los argentinos está saturado de las cuestiones políticas, que después de las últimas PASO se ha tomado un respiro y se ha dejado de informar sobre asuntos de campaña como el escándalo de Tucumán, el caso Niembro y las últimas novedades sobre el expediente Hotesur. "Ese hartazgo es el que explica, entre otras cosas, la foto congelada de Scioli en casi 40%, Macri con un poco más de 30% y (Sergio) Massa alrededor del 20", me explicó una consultora que la presta más atención al comportamiento cualitativo que a los números parciales. ¿Qué pasaría entonces si a partir de ahora, cuando falta menos de un mes para la primera vuelta, la mayoría de la sociedad decide "volver a informarse" y empieza a "mirar con lupa" la conducta de los candidatos? Scioli, entonces tendría dos problemas. Uno con la gente. Porque comenzaría a ser visto como un dirigente mediocre, demasiado pendiente en el cálculo de pérdidas y ganancias, incapaz de arriesgar y comprometerse. Y otro con el periodismo crítico. Porque el gobernador cada vez se está pareciendo más al ex presidente Néstor Kirchner y la Jefa de Estado. Ambos siempre vislumbraron a los medios como un instrumento a utilizar. Y un buen día clausuraron las entrevistas, las conferencias de prensa y cualquier vínculo normal que pusiera en riesgo su supremacía.
¿Va camino Scioli a transformarse en lo mismo? Ahora no tiene tiempo ni siquiera de pensarlo. Está muy preocupado en averiguar porqué Cristina le ordenó al ministro Axel Kicillof la intervención en el mercado de cambios que hizo superar al dólar paralelo la barrera de los 16 pesos. Además, esta semana, los que reportan a la Jefa de Estado lo presentaron como un Presidente de transición. Y como si eso fuera poco, Ella mandó a escribir un tuit explosivo. Se preguntó por qué Clarín y La Nación divulgaban tantos detalles sobre la declaración de su hijo Máximo, un humilde candidato a diputado, y no sobre los candidatos a presidente. Los sciolistas más paranoicos suponen que se está refiriendo a Daniel, cuya declaración está siendo investigada en detalle por la justicia de la provincia de Buenos Aires.