Lea quien sea quien resulte finalmente electo como próximo Presidente, el
panorama económico no le resultará para nada sencillo. Y en ese marco, el
panorama agropecuario tampoco. Tras la década del boom de los commodities, con
precios que marcaron máximos históricos y una demanda internacional de granos,
oleaginosas y alimentos que parecía no tener techo, la situación se ubica cada
vez más lejos de ese paraíso.
Pasado el "viento de cola", este 2015 puede sintetizarse como "la suma de todos
los males": caída abrupta en los precios internacionales de las materias primas
(la soja acumula desde enero un derrumbe de 24% para ubicarse hoy en torno a u$s
320); dólar planchado; costos en alza al ritmo de la inflación; una presión
tributaria en niveles récord y trabas al comercio de cereales, carnes y leche
que hacen que el sector agropecuario tenga fuertes problemas de rentabilidad.
La cosecha 2015/16 está en marcha. Este invierno el trigo se sembró en medio de la incertidumbre: sin pistas claras, la producción caerá en torno al 20%. En maíz está pasando algo similar. Se prevé que cubrirá 20% menos del área interanual y que sólo la soja mantendría sin cambios significativos la superficie destinada.
Eso, sumado a las caídas estimadas para los otros granos, implicaría que el próximo Gobierno enfrente sus primeros meses con una campaña agrícola de menos de 100 millones de toneladas, con las restricciones al ingreso de divisas y los problemas en la mesa de los argentinos que eso acarreará.
A eso se adiciona las crisis de las economías regionales, fuertemente afectadas por la caída de precios y mercados externos (luego de las devaluaciones en Rusia y Brasil, dos de los principales destinos de muchos de los alimentos locales), suba de costos de flete y presión impositiva en los tres niveles cuasi asfixiante. El sector ganadero también atraviesa por una crisis. Aunque con expectativas de cambio futuro, los criadores comenzaron a retener hembras, las llamadas "fábricas de novillos", en los últimos años quedaron en el camino más de 100 frigoríficos y 16.000 puestos de trabajo. Los tamberos también están en las malas, trabajando a pérdida y, como casi todas las actividades sectoriales, sin financiamiento que les permita llegar en buena forma a diciembre.
Desde hace meses, Sergio Massa y Mauricio Macri se posicionaron como quienes tienen en cuenta lo que necesita el campo: diálogo y medidas concretas para dejar atrás los números en rojo. En tanto, Daniel Scioli recién en los últimos días comenzó a dar guiños al sector, al mostrarse con Eduardo Buzzi en un acto en el Teatro Ópera, al que también invitó a ruralistas de Coninagro y Carbap. Pero el candidato oficialista apenas dejó entrever que revisaría el sistema tributario, incluidas las retenciones, al instar a los productores "a sembrar, a producir, que yo les garantizo cada vez mayor rentabilidad". Sí puso el acento en el auxilio estatal a pequeños productores.
El líder del PRO, en tanto, tiene un plan agroindustrial de 13 puntos en el que figuran liberación del comercio, eliminación de retenciones para los granos, cereales y carnes. Y también fin de la intervención a los mercados.
Massa, en tanto, se recuesta en las propuestas que elaboró su equipo de colaboradores y que tiene en Carlos Garetto y Gilberto Alegre a sus puntales. Tras la salida de Buzzi de sus filas, el candidato de UNA propone eliminar en 2016 las retenciones a economías regionales, cereales, carnes y lácteos; créditos y subsidios al flete para los productores más alejados de los puertos, y fin de la intervención estatal a los cereales y a la carne, entre otros.
Aunque el campo no es sólo soja, pero sí la oleaginosa es el principal producto exportable del país, tanto Macri como Massa plantean reducciones graduales al complejo sojero, aunque en el actual contexto eso deja a la mayoría de los productores del NOA fuera del negocio. Los números del mercado son contundentes: la soja FOB futuro cotiza en torno a u$s 328. Descontando retenciones del 35% y costos de flete, el precio al productor sería u$s 201 para abril próximo, en niveles de hace seis años, pero con costos actuales. El contrato abril 16 se negocia en u$s 211, lo que parece adelantar la expectativa de una reducción de los derechos de exportación para el complejo sojero.