Cuando falta menos de un mes para que se celebren las elecciones presidenciales que cambiarán para bien o para mal el rumbo del país en los próximos cuatro años, las indefiniciones del candidato del oficialismo sobre la política agropecuaria predominan sobre las certezas.
El capítulo "campo" en las propuestas económicas que presentó el lunes pasado
el gobernador bonaerense, Daniel Scioli, que lidera las encuestas, contiene
declaraciones de deseos y buena voluntad. El "cómo" y el "qué" siguen estando
ausentes. "Yo les garantizo que van a tener rentabilidad; hagamos de nuestro
país un paraíso productivo" y la invitación a "sembrar y a producir" así como
impulsar una "mesa de diálogo" con productores pequeños y medianos fueron
algunas de las frases pronunciada por el candidato del Frente para la Victoria.
También prometió una inflación anual de un dígito, "sin ajuste", e inversiones
por 30.000 millones de dólares anuales. Las definiciones sobre si bajaría los
derechos de exportación, reduciría la presión impositiva o eliminaría las
restricciones al comercio, que hoy provocan un daño a la rentabilidad mucho más
grave que la caída de los precios internacionales de los granos, brillaron por
su ausencia.
Dos de sus principales asesores económicos, Miguel Bein y Miguel Peirano, adelantaron que proyectan una baja o eliminación de las retenciones a las economías regionales y deslizaron críticas hacia la política de carnes que impulsó Guillermo Moreno. También proyectan impulsar una suerte de gran banco de desarrollo, algo así como un Provincia ampliado. Por ahora, no hay más que eso.
Desde lo gestual, Scioli da indicios de que las agresiones y el hostigamiento
al campo que caracterizaron al kirchnerismo no continuarán en caso de que gane
en octubre próximo. Sin embargo, dada la magnitud de la crisis por la que
atraviesan todos los sectores de la producción agropecuaria, las frases de buena
voluntad parecen insuficientes.
En agricultura lo advirtió un informe de Aacrea esta semana. "El 83% de la superficie maicera y el 44% del área sojera se tornarían económicamente inviables", afirmó. La entidad calculó que, para el maíz, en un planteo de campo propio, a más de 30 kilómetros de los centros de comercialización, no se cubren los costos de producción. En tanto, la soja es inviable a más de 117 kilómetros de un puerto, acopio o industria, según sostiene Aacrea. No hace mucho tiempo, en la campaña 2013
14, ese "radio de viabilidad", era de 300 kilómetros para el maíz y 275 km
para la soja. "El negocio agrícola tendrá un ejercicio con resultados negativos
debido fundamentalmente a la presión fiscal, al incremento de los gastos
directos e indirectos, a la política cambiaria y a la continuidad de las
restricciones comerciales", subraya el trabajo. En otras palabras, de no haber
cambios, el "modelo productivo" continuará expulsando a sus protagonistas. El
tractorazo que impulsaron los productores agrupados en Chacareros de Pie el
miércoles pasado en Rosario, que se une a las protestas que ocurrieron en Salta,
Chaco y Tucumán refleja que son muchos los que no ven una salida en el mediano
plazo.
En ese contexto, el oficialismo da más señales de continuidad que de cambio. El Poder Ejecutivo envió esta semana al Congreso un proyecto de ley para prorrogar el impuesto al cheque, aquel que, alguna vez, se impuso de manera transitoria, como las retenciones. "Resta ingresos a la cadena agroindustrial", dijo Ernesto Ambrosetti, economista jefe del Instituto de Estudios Económicos de la Sociedad Rural Argentina (SRA). Lo mismo sucedió con la comercialización de trigo. Recién en los últimos días hubo ofertas de los exportadores para comprar 500.000 toneladas del cereal de baja proteína autorizadas por el Gobierno para exportar por Necochea o Bahía Blanca. "No movieron la aguja", dijo un operador del mercado de granos.
Todo parece indicar que solamente "con fe, esperanza, turismo y deporte" no se solucionará rápidamente la crisis que afecta al agro.