No pocos se extrañaron ante la ausencia de Daniel Scioli el domingo a la noche en el Chaco. El ex–jefe de gabinete, Jorge Capitanich, que acababa de recuperar para el peronismo la intendencia de la ciudad capital de esa provincia, haciendo las veces de anfitrión, recibió al candidato a vicepresidente del FPV, Carlos Zannini; a Aníbal Fernández y a otros capitostes del oficialismo, según informó en su reporte semanal Massot y Monteverde.
Scioli no deseaba repetir la traumática experiencia vivida en Tucumán. Invitado por José Alperovich y confiado en que sería la personalidad estelar de la noche, llegó al jardín de la República el 23 de agosto para encontrarse en medio de un verdadero berenjenal.
Hasta tal punto le produjo un profundo desagrado cuanto vio, que se mandó a mudar, junto a su par salteño, Juan Manuel Urtubey, del lugar que el protocolo le tenía reservado. Eligieron los dos un restaurante no demasiado conocido y allí improvisaron poco menos que una suerte de estado mayor a los efectos de monitorear lo que estaba pasando.
Cuando Scioli se dio cuenta de la desprolijidad de sus aliados tucumanos y del costo que podía tener para su campaña aparecer esa noche congratulándose de un triunfo dudoso, salpicado por las denuncias de fraude, se subió al avión que lo había traído desde Buenos Aires y desapareció casi sin despedirse. Hizo bien en tomar la iniciativa. Pero, además, aprendió la lección. Se juró a sí mismo que no tropezaría otra vez con la misma piedra. Conclusión: faltó con aviso a Resistencia, precisamente por los temores de que allí se repitiese cuanto había ocurrido en Tucumán.
Lo que podría parecer un hecho anecdótico, en realidad trasparenta qué tan cuidadoso se ha vuelto el candidato oficialista. Sabe perfectamente bien que el kirchnerismo pretende, en el tramo final de la puja que sostiene con Mauricio Macri, ensayar a expensas de Cambiemos toda clase de acusaciones.
No obstante lo cual, como el kirchnerismo está en el medio, la relación puede salirse de cauce a la primera de cambios. Es más, hay quienes apuestan a que la réplica del Pro clavaría los puntales sobre la declaración de bienes del gobernador, si acaso se tomase en los próximos días la decisión de escalar la guerra sucia en el cuartel general del macrismo.
Scioli, Macri y Massa saben que no se han sacado entre sí ventajas significativas, en punto a la intención de voto, desde las PASO hasta hoy. Al mismo tiempo son conscientes de que en ese virtual estancamiento cualquier diferencia que se produzca en las semanas por venir puede resultar decisiva. En esto el gobernador bonaerense lleva la delantera y es quien menos debe preocuparse. Es el único con plaza asegurada en una eventual segunda vuelta y el único con posibilidades de ganar el 25 de octubre y evitar así el ballotage.
Las dificultades que sufre el líder de Cambiemos no son producto tanto del caso Niembro como del hecho de que Sergio Massa haya logrado fidelizar, casi en su totalidad, a los votantes de UNA. Como dijimos tantas veces, los seguidores de Massa (De la Sota) van a decidir, según hacia dónde decanten, la primera y la segunda vuelta, si es que la incógnita se prolonga hasta el 22 de noviembre.
En principio, si Massa retuviese todos los sufragios obtenidos en agosto, beneficiaría a Macri y perjudicaría a Scioli. Pero en el caso de acrecentar o disminuir ese caudal de aproximadamente 20%, las consecuencias serían bien distintas. Scioli quedó en las puertas del 40 % y si apenas dos o tres puntos porcentuales del massismo se corriesen al FPV, lo convertirían al ex–motonauta en presidente el 25 de octubre.
En medio de tamaña incertidumbre, hay un dato que comienza a abrirse paso en las encuestas: en un eventual ballotage Massa vencería casi seguramente a Scioli, escenario que no se daría si el mandatario bonaerense compitiese con el jefe de gobierno de la capital federal.
La explicación tiene que ver con el perfil decididamente antikirchnerista del votante de Cambiemos que, en ese caso, migraría en forma masiva en pos de Massa. En cambio, en la tribu del cacique de Tigre las preferencias no son tan claras ni tan rotundas.