LEZAMA.- "Lo peor ya pasó." Con estas palabras, en las que se mezclan la esperanza y la resignación, Rosa no pierde detalle sobre la manera en que, con dificultad, Carlos, su marido, ataviado con un ropaje de pescador, avanza hasta llegar a su casa, literalmente cubierta por más de un metro de agua. Este matrimonio de jubilados, que hace una década decidió emigrar desde Lanús hasta estas tierras en busca de tranquilidad y naturaleza, no tuvo más alternativa que buscar refugio en el domicilio de un ahijado.
La escena se desarrolla en el paraje rural El Destino, un conjunto de no más de una veintena de viviendas a 15 kilómetros del casco urbano de Lezama, uno de los sitios más castigados en la provincia de Buenos Aires por la crecida del río Salado.
El cielo despejado y un sol pleno que entibia el primer día del mes en que se inicia la primavera contrastan con un horizonte en el que no se divisa más que agua. O, a lo sumo, gaviotas que se adueñan de ese sector, como si se tratara de alguna playa de la costa atlántica.
El intendente Marcelo Racciotti confirma a LA NACION que El Destino "es la zona más comprometida" del distrito, donde llovieron hasta 500 milímetros en menos de una semana a mediados de agosto pasado.
Esa situación provocó el desborde del Salado y, como resultado, la evacuación del 90% de las 30 familias que viven en ese paraje, en un radio no mayor a un kilómetro.
Humberto Delcon compara este panorama con lo que fue la gran inundación de 1980. El hombre sabe de qué habla: experimentado pescador, con su lancha viene asistiendo desde aquel año a todos aquellos que, cíclicamente, padecen las dramáticas consecuencias de la crecida del río. Porque más allá de la intervención del municipio, Defensa Civil, Bomberos y Policía, están quienes, como Humberto, exponen su espíritu solidario toda vez que sea necesario.
Por su parte, Stella Maris, junto a otros doce integrantes de su familia, permanece alojada en la Escuela N° 35 desde hace más de 20 días. Perros y gallinas forman parte de ese peculiar paisaje, en el que se recorta el edificio escolar, y a no más de 100 metros de ahí, la presencia del agua.
Para esta mujer, que desde hace 13 años vive en ese sector rural, es la primera vez que se vio obligada a abandonar su casa. Relata que una vez que empezó a subir el nivel del agua, alcanzó a salvaguardar algunas de sus pertenencias, aunque muchas otras quedaron a expensas de un caudal que no perdonó nada a su paso.
En tanto, el intendente Racciotti destaca que gracias a las obras hidráulicas que se realizaron en torno de la cuenca del Salado, las consecuencias de esta inundación no fueron peores. "Por ejemplo -dice-, en caso de no haberse dragado el río, sin lugar a dudas la situación hubiese alcanzado niveles mucho más graves."
Difícil circulación
En algunos tramos de la ruta 57, donde justamente se asienta El Destino, la presencia del agua dificulta la circulación de los vehículos que, a paso de hombre, atraviesan dificultosamente ese trecho. Tanto es así que desde la Dirección de Vialidad se impidió el tránsito en horas de la noche.
Mientras tanto, Carlos alcanza a recuperar algunos objetos de valor que sobreviven en esa casa invadida por las aguas. Y Rosa, su mujer, tras destacar la ayuda del municipio, y que "felizmente, por aquí no hubo robos", repite que "lo peor ya pasó".
Pero vuelve sobre sus palabras, y agrega: "Bah, espero que así sea realmente".
El Río de la Plata desbordó en Quilmes
La sudestada que anteanoche azotó el sur del conurbano bonaerense provocó el desborde del Río de la Plata a la altura de Quilmes. La crecida dejó zonas anegadas cerca de la costanera, y algunas escuelas debieron suspender las clases. Sin embargo, no hubo evacuados. Según informes oficiales, el Río de la Plata llegó a un metro treinta centímetros, pero la situación se fue normalizando.