Pareciera ser que, aún entre los colegas economistas racionales, obviamente no incluyo a los k, quitar el cepo se ha transformado en una ciencia oculta. Casi en una misión imposible. Les agarró como una tara con el cepo. Es como si las salchichas tuvieran racionamiento y un precio máximo y se argumentara que para eliminar ambas restricciones, previamente fuera necesario acumular un determinado stock de salchichas y 100 días de trabajo. Finalmente, el cepo y el tipo de cambio oficial no son otra cosa que un control de precios y regulaciones sobre una mercadería llamada dólar. Veo que varios de mis colegas economistas están dando demasiadas vueltas para eliminar el cepo. Es como si tuvieran miedo de liberar el mercado. No confían en la gente y creen que ellos son necesarios para la estabilidad del mercado.
Veamos, el cepo fue puesto inmediatamente después de las elecciones del 2011. El kirchnerismo siempre generó desconfianza en los agentes económicos pero Cristina Fernández potenció esa desconfianza ya en 2007 cuando se aceleró la fuga de capitales. En 2011 la desconfianza a su gestión económica se potenció tanto que antes de las elecciones hubo una gran hemorragia por la salida de divisas. Ella aguantó hasta las elecciones y ni bien tuvo el resultado, puso el cepo. Si lo hubiese puesto antes o lo hubiese anunciado, tal vez hubiese visto comprometido el resultado de su elección.
La realidad es que, por un lado, CF puso el cepo porque desde el punto de vista económico había huida del dinero a raíz de la fuerte expansión monetaria que realizaba el BCRA para financiar el creciente gasto público. Esto generaba mayor demanda de dólares y para que no subiera el tipo de cambio el BCRA perdía reservas en cantidades industriales vendiéndole al mercado dólares artificialmente baratos. Por otro lado, había desconfianza en lo institucional. Me refiero al atropello a los derechos de propiedad que amenazaba imponer el kirchnerismo. Como CF no estaba dispuesta a modificar ninguna de las dos cosas, ni a mejorar la calidad institucional, ni a tener disciplina fiscal para poder tener disciplina monetaria, decidió establecer el cepo creyendo que este era un sustituto de la calidad institucional y la disciplina monetaria.
Uno de los argumentos que suelen utilizar en el gobierno y también algunos economistas de la oposición, es que dado que no hay suficientes reservas, hay que mantener el cepo. Si a esto se lo combina con la deliberada estrategia de retrasar el tipo de cambio real para usarlo como ancla contra la inflación, el miedo a levantar el cepo se transforma en pánico en muchos colegas.
En realidad es justamente al revés. Dado que hay cepo es que faltan dólares y las reservas son cada vez menores. Respecto al retraso del tipo de cambio, se tiene pánico al overshooting, es decir a que si se eliminan las restricciones el tipo de cambio nominal se dispare y luego baje un poco.
En primer lugar sabemos que mientras haya cepo cambiario no va a haber ingreso de divisas porque nadie entra a la cárcel, cierra con llave la puerta y luego tira la llave bien lejos. Es decir, nadie va a entrar capitales para luego no poder sacarlos si a así lo desea. El capital no se suicida.
En segundo lugar, en un mercado libre el ingreso de divisas se produce, básicamente, por dos vías. Por un lado por las divisas que quieran vender los exportadores en el mercado local. En segundo lugar, por el ingreso de capitales por inversiones, préstamos, etc.
Existiendo el cepo, nadie ingresa capitales para invertir y luego no poder girar utilidades y dividendos. Y menos ingresa capitales para invertir en un país en que se violan los derechos de propiedad y en el que el burócrata de turno actúa como un mandamás sobre las empresas. De manera que mientras esté el cepo no van a ingresar capitales y, por lo tanto, los dólares seguirán escaseando.
Por otro lado, todos sabemos que el tipo de cambio real fue deteriorado artificialmente. Ni la producción de soja hoy es negocio con este tipo de cambio artificialmente barato. De manera que si se libera el tipo de cambio lo más probable es que suba. Ahora, puede haber una estampida cambiaria o solo un acomodamiento del tipo de cambio nominal controlado, no por la mano del BCRA, sino por un contexto de credibilidad en la política económica y en el gobierno.
Por eso hace rato vengo insistiendo en que el cepo puede y debe levantarse de un día para otro pero bajo las siguientes condiciones: 1) nombrando un ministro de economía que genere confianza y con suficiente trayectoria profesional, 2) un presidente del BCRA de las mismas cualidades, 3) un plan de disciplina fiscal para, 4) poder tener disciplina monetaria de manera de frenar la inflación, 5) una amplia desregulación de la economía para liberar la capacidad de innovación de la gente y 6) el enunciado de un contexto institucional y plan económico que induzca el ingreso de capitales.
Con estas 6 condiciones creo que se frenaría la huida del peso hacia el dólar, ingresarían capitales para comprar activos que están baratos en Argentina y el dólar dejaría de ser un bien escaso. En otras palabras, el tan temido overshooting en el tipo de cambio no se produciría o se produciría mucho más levemente que en un contexto de indisciplina fiscal y monetaria.
En síntesis, no es que primero hay que aumentar las reservas del BCRA para levantar el cepo. En un política cambiaria de libre flotación y sin regulaciones, no hace falta que intervenga el BCRA. La estabilidad del mercado de cambios la otorgan las disciplinas monetaria y cambiaria y el respeto por los derechos de propiedad. Es eliminando el cepo que ingresan los capitales para abastecer el mercado de cambios. Por eso, insisto, no es cierto que primero hay que juntar dólares y luego eliminar el cepo. Es eliminando el cepo que ingresarán los dólares o, si se prefiere, para que ingresen dólares es condición necesaria la eliminación del cepo.
En definitiva, si se razona al revés, como parecen razonar algunos economistas de la oposición y, por supuesto, los del gobierno, el resultado no puede ser otro que exactamente el inverso al declamado en el discurso.
Fuente: Economía para Todos