Hipótesis número uno: porque todavía no asimiló que los votos que logró en las PASO no le alcanzan para ganar en primera vuelta. Número dos: porque desde que lo supo, la misma noche del domingo 9 de agosto, empezó a perder la paciencia, se mostró nervioso y agresivo y se le escurrió el fino olfato político que lo caracterizaba. Tres: porque en medio de semejante panorama la inundación lo sorprendió en Italia, un error de principiante del que su principal adversario sacó provecho, mostrando su capacidad de reacción y su vocación de poder. Y cuatro: porque ya tomó debida nota de que las inundaciones y su viaje hicieron desaparecer el efecto arrastre que suele agregarle un par de puntos más al ganador de la competencia electoral.
En efecto, Scioli necesita retomar la iniciativa y "la agenda positiva" antes de que la idea de que es un gobernador que "no hace nada" se expanda y le haga perder, incluso, algunos de los votos que ya consiguió. El estaba convencido de que el FPV obtendría entre 43 y 44 puntos y ahora busca, con la obsesión que lo caracteriza, explicaciones para aquel "error de cálculo" previo. Los que hablan con el candidato todos los días le dijeron al oído que son votos bonaerenses que se le escurrieron porque algunos intendentes no se ocuparon de cuidarlos. En especial en aquellos distritos donde María Eugenia Vidal y Felipe Solá consiguieron más votos. Aun con semejante panorama, Scioli sigue siendo el candidato con más posibilidades de ser el próximo presidente. El candidato al que le faltan menos votos para conseguirlo. El que tiene la billetera más abultada para lograr su propósito. El que va a tirar el medio mundo con tal de atrapar los votos de Sergio Massa, de José Manuel de la Sota y de Adolfo Rodríguez Saá, para lo que algunos de sus hombres ya intentaron iniciar negociaciones ocultas.
Macri pasó por el mismo subibaja que Scioli. Después de las seis de la tarde del domingo de la elección tuvo la percepción de que su rival podía llegar a los 40 puntos y superar a Cambiemos por más de 10. Se fue a dormir con una sonrisa enorme, creyendo que la diferencia entre uno y otro no superaría los 5 o 6 puntos. Y se despertó con una mueca de desconcierto cuando comprobó que Scioli había superado los 38 puntos y Cambiemos apenas arañaba los 30. El lunes 10 de agosto estaba apesadumbrado. El martes se reunió con su mesa chica para analizar números y perspectivas. El miércoles y el jueves pudo instalar en la agenda nacional la comparación entre la gestión de la ciudad y la de la provincia frente al grave problema de las inundaciones. Hace pocas horas recibió los primeras encuestas poselectorales de la ciudad y se volvió a convencer de que tiene enormes chances de suceder a Cristina Fernández. Quienes le aportaron las cifras le aseguraron que Cambiamos subió por lo menos 9 puntos. "Si Scioli se clava en 39 o 40, ganamos la elección", me dijo un alto funcionario que vive pegado a Macri y que recibe información electoral casi al mismo tiempo que el jefe de gobierno saliente. Pero no es más que una expresión de deseos.
Tanto el líder de Pro como Scioli perdieron votos que Massa les arrebató con promesas audaces y un discurso más duro. Ahora el ex presidente de Boca analiza presentar planes concretos para los diez problemas de Estado básicos y estudia la manera de mostrarlos, para que "la campaña de miedo" que agita Scioli tenga impacto cero. Lo que no van a hacer ni Macri ni Massa es proclamar ningún acuerdo, porque ya tienen perfectamente medido que al único que beneficiaría es a Scioli, por la segura fuga de votos del Frente Renovador al Frente para la Victoria. El ex jefe de Gabinete de Cristina Fernández y ex intendente de Tigre guarda en un papel los números de la apuesta que hizo con un periodista sobre cómo va a terminar la primera vuelta. Le adjudicó 36 puntos a Scioli, 30 a Cambiemos y 22 al Frente Renovador. Él considera que el factor Aníbal, la continua divulgación de casos de corrupción como Hotesur, Ciccone y los que involucran a Ricardo Jaime va a terminar penetrando en la horadada piel del electorado argentino de clase media. También cree que la devaluación seguirá su curso inexorable y no habrá maquinita de emitir pesos que consiga reinstalar la idea de lo que considera "una falsa sensación de bienestar".
Massa está tranquilo y se siente generoso. Autorizó a los intendentes de su espacio a negociar con los candidatos de Cambiemos condiciones que les permitan mantener el poder en sus distritos de la provincia de Buenos Aires. Permitió contactos al más alto nivel para avanzar en un acuerdo programático con Macri, Ernesto Sanz y Elisa Carrió para ser presentado en sociedad entre la primera y la hipotética segunda vuelta. Mandó a decir que, para facilitar el acuerdo, no va a solicitar ningún cargo en el futuro gabinete y que sólo va pedir que se garantice que la Justicia seguirá avanzando en las causas de corrupción.
Sin embargo, tanto él como Macri harían bien en no subestimar a Scioli. Néstor Kirchner, entonces el hombre más poderoso de la Argentina, se quiso deshacer de él y no lo consiguió. La Presidenta no tuvo más remedio que elegirlo como candidato único. Además, las encuestas más serias señalan que las crisis, los hechos traumáticos y los datos negativos impactan menos al ex motonauta que a cualquiera. Quedó demostrado con la muerte del fiscal Alberto Nisman y también con la inundación de 2013, que dejó un saldo de 89 muertos. La imagen de Scioli nunca cayó al subsuelo. Y después su intención de voto fue creciendo, junto con la sensación de que podía ser imbatible.
Él sigue contando con eso, sostienen los hombres que más lo escuchan y lo aconsejan, como el jefe de gabinete, Alberto Pérez, y el presidente del Banco Provincia, Gustavo Marangoni. Pero ¿qué le pasó entonces el domingo de la elección, que parecía otro Daniel? ¿Por qué se tomó el avión de Alitalia y cometió semejante error de cálculo, justo él, que en eso casi nunca se equivoca? ¿Por qué cometió la equivocación de denunciar una campaña sucia en las redes sociales, si el FPV, del que él forma parte, es el campeón de las campañas sucias en las redes sociales? "Estuvo más estresado que de costumbre. Vivió algunos de sus peores días. Pero ya volvió a ser el mismo", me dijo unos de sus voceros informales que recién esta semana pudo dormir siete horas de corrido.