Una fue la insistencia en que mantiene firme la idea de levantar el cepo y la otra, una definición que sonó a música para un auditorio de 400 personas, entre las cuales había empresarios, banqueros y diplomáticos extranjeros. Dijo Mauricio Macri, el miércoles pasado ante el Consejo Interamericano de Comercio y Producción: “El mercado va a fijar el tipo de cambio. Veremos qué dice el flujo del mercado sobre un dólar de equilibrio”.
Por todos los implícitos que lleva incorporados, ese fue el punto central de su mensaje. Y así es definitivamente, aunque hayan retumbado más el planteo de que Alejandro Vanoli, el actual jefe del Banco Central, debería presentar su renuncia después de diciembre y el anticipo de que no lo tendrá en cuenta.
En las propias palabras de Macri luce bastante claro que liberar el tipo de cambio o dejar que lo fije el mercado equivale a terminar con el cepo cambiario. Pero ni una cosa ni la otra serían posibles sin un fuerte paquete financiero del exterior, que refuerce las reservas, le ponga marco a las expectativas y permita contener cualquier disparada del dólar. A eso le llamó “qué dice el flujo del mercado sobre un dólar de equilibrio”.
El problema dentro del problema es que alcanzar un acuerdo rápido con los fondos buitre parece condición necesaria, o lo es del todo, pues sin eso difícilmente vendrán los 10.000 o 15.000 millones de dólares que, según un ex directivo del Central, requeriría el operativo. ¿O tocará stand by del FMI?
Arreglar con los holdouts tampoco parece tarea sencilla.
Dice un especialista: “Para empezar habría que limpiar la cancha de obstáculos. Derogar, aquí, las leyes que traban el acuerdo, lo cual podría hacerse con un decreto de necesidad y urgencia. Y, en simultáneo, conseguir que la Justicia de Nueva York levante las barreras que han impuesto los fallos de Griesa”.
La traducción completa arroja que liquidar el cepo no es un paso que sea posible de un día para el otro, por más empeño que pongan los economistas de Cambiemos. De todo eso hablaron, en Nueva York, emisarios de Macri.
Algo en cierto sentido similar hay en la hoja de ruta de Daniel Scioli, solo que ahora sometido a un debate público: frente a la idea sostenida por Miguel Bein de un ajuste gradual del dólar, algunos puntos por arriba de la inflación, su copiloto Mario Blejer afirmó que “en el mercado cambiario no hay gradualismo”, como si fuese asesor de Macri. Mal momento para el gobernador, seguro, y... ¿despedida de Blejer?
En la primera hipótesis, tal vez la definitiva, el problema consiste nuevamente en cómo enfrentar las expectativas de futuros ajustes, y la salida tampoco suena muy diferente: con financiamiento externo que refuerce ese dique de contención que significa tener un buen stock de reservas. Para más datos, también Scioli habría mandado una misión a Nueva York.
¿Y qué ocurriría con los fondos buitre? Scioli ha iniciado un proceso de deskirchnerización con la vista puesta en octubre donde entra, justamente, negociar con los holdouts según parámetros distintos a los planteados por la Presidenta y Axel Kicillof. Insinuarlo apenas, ya generó cortocircuitos con la Casa Rosada.
Vale aclarar, finalmente, que tanto el modelo de Macri como el de Scioli contemplan una quita de la deuda. Y que sea cual fuesen sus políticas cambiarias, al interior de ambas existe una devaluación, directa de entrada o gradual.
Pero si el punto es cómo está la relación entre el gobernador y Cristina Kirchner, dos comentarios registrados el domingo pasado en el Luna Park explican unas cuantas cosas.
Uno cuenta que a Scioli se lo notó de muy malhumor, pese a que festejaba un buen resultado en las PASO. Y el otro, que el motivo habría sido un llamado de la Presidenta seguido de un diálogo áspero donde el eje fue al principio, pero solo al principio, el trato a Aníbal Fernández: trascartón, dice el comentario, el gobernador se mostró poco dispuesto a tolerar retos y dejó traslucir que él es, al fin, candidato de todo el oficialismo y además un candidato con altas chances de ganar.
Dos días después Scioli cometió el error de viajar a Italia. El resto, incluida la sugestiva alusión de Aníbal al papel del “Estado nacional” en las inundaciones bonaerenses, es historia conocida o tal vez un capítulo de una historia más prolongada.
Es parte del proceso de deskirchnerización el volumen que han tomado, entre otros, el ex jefe del Central Mario Blejer, la ministra de Economía provincial, Silvina Batakis y, sobre todo, Miguel Bein, convertido hace rato en asesor estrella del gobernador. Ya evidente, allí no tiene lugar Axel Kicillof, ni siquiera una mención.
Lo tiene en cambio Miguel Peirano, el último ministro de Economía de Néstor Kirchner, aunque su elección no sería Industria sino conducir un banco de desarrollo estatal dedicado a financiar proyectos de inversión en sectores clave y, a la vez, ser consultor en el relanzamiento de las relaciones con Brasil. Todo, organizado por Rafael Perelmiter, de lejos el hombre de mayor confianza de Scioli, fiscalista y partidario de controlar el gasto público.
Encaminar el frente externo no es todo, pero es mucho pensando que sin esa pata cualquier plan económico nacería rengo. Y muchísimo, ante un mundo que, ahora sí, se ha puesto de punta: desde la recesión brasileña, la caída del precio de la soja y la guerra de devaluaciones en países competidores de la Argentina, hasta el achicamiento de las famosas tasas chinas.
(En esta página pueden advertirse las devaluaciones de algunas monedas contra el dólar. Y se excluye expresamente al peso argentino, porque las enormes diferencias en la tasa de inflación vuelven inconducentes las comparaciones).
El ingreso de capitales representa oxígeno y margen de maniobra para empezar a resolver los graves desajustes que deja la era kirchnerista. Pero nada sería posible con un cepo que frena todo, así sea desmontado al ritmo que cada cual elija. Y menos todavía cuando, con tal de tirar, se están quemando reservas en cantidad: unos 1.000 millones de dólares lleva vendidos el Banco Central en apenas catorce días, mientras el blue sigue vivito y coleando en la zona de los 15 pesos.
Según el panorama que trazan algunos especialistas, a fin de año el stock neto en manos del Central quedaría reducido a unos US$ 3.600 millones o a no más de 11.400 millones si se computan los depósitos en divisas de los particulares. Adentro están los yuanes de China, las letras colocadas en el mercado, los Cedin y algún otro concepto: todo deuda, al fin y al cabo.
Resulta notable, sin embargo, que hasta ahora falten candidatos o economistas de los candidatos fuertes dispuestos a hablar de semejante herencia. ¿O piensan que si lo hacen estarán desnudando planes y decisiones futuras?
Evidentemente, pesa la relación costos versus beneficios, el temor a destapar ciertas cartas antes de tiempo. Y flota, siempre presente, aquella famosa frase de Carlos Menem, muy menemista por cierto: “Si les decía lo que iba a hacer, no me votaban”. O la osadía de afirmar que la convertibilidad era insostenible, de Eduardo Duhalde en plena campaña electoral contra Fernando de la Rúa, que le salió carísima aunque fuera cierta.