A fines de 2013 Macri la mandó a caminar el continente bonaerense, porque necesitaba construir algo propio que le apuntalara la pulseada presidencial. Ella ni soñaba con ser gobernadora. “Tengo que hacer 20 puntos para que Mauricio esté en el balotaje”, decía. A comienzos de este año las encuestas ya la ponían en 20 puntos. ¿Y ahora?, le preguntaron. “Voy por los 25 puntos, para consolidar la elección nacional”. Siempre humilde en su papel. Sin hacer otro ruido que el de los timbres que tocaba fatigando pueblos y ciudades de la Provincia, en una campaña atípica, casi invisible, cercana a la gente. La durísima pelea bonaerense pareció no registrar su ascenso. Nadie la vio venir. En las PASO del último domingo ella, María Eugenia Vidal, no sacó ni 20 ni 25 puntos: hizo el 29,43% y con 2.263.430 votos fue la candidata a gobernador más votada. Tuvo la capacidad fundamental de pescar casi todos los votos de Macri, de Sanz y de Carrió. Al día siguiente se puso unas lindas botas y se fue a recorrer barrios inundados, como le cuadra a todo candidato que conoce su negocio.
Si los planetas se alinean, los Reyes Magos existen y el voto opositor migra y se concentra, Macri puede estar en el balotaje y ella puede terminar siendo gobernadora. O peleando la elección hasta el último voto. Que para los fines de Macri sería un éxito igual, porque eso le permitiría achicar o contener la ventaja que Scioli le sacó en la Provincia.
La suma de Aníbal Fernández y Julián Domínguez le dio al kirchnerismo un total de 3.103.063 votos, que equivalen a un 40,34%. Ventaja nítida sobre Mariú Vidal. Pero ahora empieza otra historia.
Si en la presidencial Macri tendrá que asegurar el voto de sus socios en Cambiemos, en la Provincia Aníbal necesita fidelizar –así se dice ahora– el voto de Julián, tras una interna en la que hubo de todo, se dijeron de todo y el aparato kirchnerista, por orden de Cristina, terminó jugando a pleno para el ganador.
Dato importante: Julián Domínguez reunió 1.474.840 votos, unos 150.000 menos que Aníbal. Las heridas que dejó la interna oficialista no necesariamente se suturan con la foto obligada de los dirigentes reunidos después de tirarse con lo que tenían a mano. Sobre esa posible fisura ya está trabajando Felipe Solá, peronista con sello de origen y tercero en la PASO para gobernador, con la boleta de Sergio Massa y 1.503.783 votos en su cosecha, equivalentes al 19,55%.
Aníbal sabe que va a tener que trabajar para retener el voto oficialista. El compromiso es fiero pero no lo asusta. Es Aníbal.
La sombra de Felipe amenaza tomar volumen. En el peronismo bonaerense a muchos el tema les preocupa, pero a otros les da esperanza.
A nadie le gusta perder el espacio formidable de poder que es la gobernación de Buenos Aires. Pero si es verdad lo que dicen sus allegados, Scioli no quisiera a Aníbal gobernador si a él le toca ser presidente, porque Aníbal es un animal político voraz, incansable y competitivo. Tampoco le causa gracia tenerlo en la campaña porque él le tiene que apuntar al voto independiente para quebrar el cepo del 38,4%, el encierro dorado en que lo dejó su condición de candidato de Cristina.
Dirigentes y funcionarios de indudable identidad peronista y que adhieren desde el principio al kirchnerismo dejan traslucir la posibilidad de un corrimiento de votos peronistas a Solá en la Provincia. Lo dicen con tono de preocupación, como corresponde y para que se note.
Consultores y asesores que trabajan con Scioli ya opinan que la elección de gobernador puede terminar pareciéndose a la de Santa Fe. Tres candidatos que se dividen el favor electoral en tres partes casi iguales y una definición muy ajustada que se resuelve después de recontar hasta la última urna objetada o dudosa.
En Santa Fe, se recordará, el socialismo retuvo la gobernación con Miguel Lifschitz por menos de 1.500 votos, en una elección en la que votaron dos millones de personas. El macrista Miguel Del Sel se quedó golpeando la puerta. Y el peronista Omar Perotti, de desempeño muy superior al esperado, terminó apenas un par de puntos detrás. ¿Será así Buenos Aires?
Un actor de aquella historia santafesina es parte de la escena final de la larga película electoral de este año. Perotti acaba de ganar las PASO para senador aventajando en más de 100.000 votos a Carlos Reutemann, candidato del PRO y Cambiemos. El avance peronista en Santa Fe se verificó también en la presidencial: Scioli superó a Macri y Cambiemos por 17.000 votos.
El lunes Perotti estuvo en oficinas sciolistas en la Capital. Vino a felicitar y ser felicitado, en buena ley. Pero sobre todo vino a alertar que el Frente para la Victoria había sido barrido en las principales zonas agropecuarias. Macri en Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y parte de Entre Ríos, y también el cordobés José De la Sota en su territorio, se quedaron con el voto del campo. El mensaje del santafesino fue simple: hagamos algo porque en octubre puede ser peor.
En la Provincia, si se mira el mapa que dejaron las PASO, el efecto es notable. De la ruta 6 –que une Campana y La Plata– hacia el interior bonaerense, todo quedó pintado de amarillo. Allí fue donde pisaron muy fuerte Macri y Mariú Vidal.
De las ocho secciones electorales de la Provincia, Vidal le ganó en cuatro a la suma de los candidatos kirchneristas. Fueron la octava (La Plata), la quinta (Mar del Plata y Costa atlántica), la sexta (con eje en Bahía Blanca) y la séptima (centro oeste chacarero). Allí alcanzó resultados del 35% al 42%.
Aunque tuvo muchos más votos que cualquiera de los candidatos kirchneristas, en la suma perdió por ocho mil votos en la Segunda sección (San Nicolás y norte bonaerense) y por dos mil votos en la Cuarta (con Junín como cabecera).
Y el peronismo le hizo diferencias decisivas en el Gran Buenos Aires. La duplicaron en la Tercera sección (sur y sudoeste del GBA) sacándole más de 650.000 votos de ventaja; y también arrasaron en la Primera (norte y oeste del GBA) ganándole a la candidata macrista por más de 250.000 votos.
Lo que viene tiene ingredientes políticos contrapuestos. Sin contar con la huella que puedan dejar en el ánimo social las inundaciones y la reacción oficial al respecto, incluyendo el desafortunado viaje relámpago de Scioli a Italia.
De hecho, Scioli va a concentrarse en la Provincia porque el 39,5% que hizo en su territorio no sólo fue bastante menos de lo esperado, sino que contribuyó en mucho a frenarle el ascenso nacional, impidiéndole llegar al 40%. En la campaña y en la decisión del votante se deberá verificar, o refutar, el presunto obstáculo que la candidatura de Aníbal podría significar para el despegue de Scioli.
Además, Solá también va a jugar fuerte, igual que Massa, apuntando a crecer lo que puedan comiendo del voto peronista que pueda sentirse tirado a la banquina por el resultado de las PASO.
Y está Vidal, que pone cara de buena y parece que habla desde el corazón. En el ambiente ya le dicen La Bella, en obvia comparación con Aníbal a quien apodan libremente La Bestia. Tanta antítesis no puede generar una campaña apacible.
Cuando le refriegan las dificultades que podría tener para negociar con gente pesada como los intendentes o la Policía Bonaerense, Vidal les repite que, efectivamente, ella es lo menos parecido a la imagen que la gente tiene de un gobernador de la Provincia. Y que esa es su carta ganadora.
Hasta aquí nadie le había prestado mucha atención. Nadie la vio venir. Salvo Scioli, quizá, que un par de semanas antes de las PASO la tenía en 27% de intención de voto y se lo mandó decir, junto a una felicitación por su esfuerzo.
Están pasando algunas cosas raras en esta elección.