Las recientes lluvias en la provincia de Buenos Aires volvieron a poner en evidencia que no ha podido desarrollarse una infraestructura de drenaje suficiente para evitar que se produjeran frecuentes inundaciones catastróficas. No sólo hay que lamentar pérdidas muy importantes en la producción agropecuaria, sino también daños en viviendas en áreas rurales y urbanas, miles de evacuaciones y, lo que es más grave, vidas humanas. No se terminan de reparar los daños de una inundación cuando sobreviene otra, y así sucesivamente. El clásico desborde de los ríos Luján y Areco parece noticia cotidiana a pesar de que la evolución de la ingeniería hidráulica tiene soluciones para evitarlo y se supone que, como regla elemental, debían haberse construido puentes y caminos que no sean superados por el agua con una recurrencia no menor de 100 años. El fenómeno de las inundaciones ocurre en gran parte de la pampa húmeda, y abarca la zona centro-norte de la provincia de Buenos Aires, el litoral santafecino y el sudeste cordobés.
Muchos se preguntan si estas catástrofes son irremediables y sólo cabe soportarlas para volver a reparar lo destruido. No es así. Si bien la pampa húmeda constituye un caso especial de un amplio territorio plano que no supera los 100 metros sobre el nivel del mar, sometido a precipitaciones importantes, su drenaje es técnicamente posible mediante obras e inversiones que la Argentina debería estar en condiciones de realizar. Holanda tiene gran parte de su territorio ganado al mar mediante pólders que defienden tierras en cotas por debajo del cero. Sin embargo, puede evacuar las lluvias intensas de esa región.
Cabe aclarar, por otra parte, que la siembra directa es un método que ayuda a prevenir las inundaciones y no un factor que las provoque, como muchas veces se ha dicho sin fundamento.
El drenaje rápido de las aguas exige ampliar hasta lo necesario la capacidad de los canales y cursos de agua hasta alcanzar la costa atlántica o el río Paraná-De la Plata. Se trata de planes no distintos del que se está llevando a cabo con notoria morosidad en la cuenca del río Salado, aunque posiblemente más ambiciosos. Las obras del Plan Maestro Integral del Río Salado comenzaron en 2003, y se concluyeron los primeros dos tramos a partir de la desembocadura. Resta completar las siguientes etapas y las obras complementarias para lograr el aumento de su capacidad de conducción y atenuar así las crecidas en toda la cuenca, de 170.000 km2. Al completar este programa se reducirá a la mitad la duración de los picos de crecida y descenderá entre uno y dos metros el nivel de inundación en zonas críticas. Las obras del tercer tramo de este plan son responsabilidad del Ministerio de Planificación Federal con aportes del Fondo Fiduciario de Infraestructura Hídrica, integrado con un gravamen sobre la venta de nafta y GNC. Las entidades del campo y las poblaciones afectadas reclaman una aceleración de las obras. Las estrecheces presupuestarias no deberían afectar estas inversiones y otras referidas a otras cuencas igualmente afectadas, ya que las pérdidas de producción y los daños superan con holgura el costo de las obras.
Sirvan como ejemplo el notable cambio y los beneficios de la ampliación de los entubamientos del arroyo Maldonado en la ciudad de Buenos Aires. Son obras carentes de espectacularidad a los ojos del público, pero valoradas por los ciudadanos al momento en que las aguas no los alcanzan mientras anegan otras zonas aún expuestas.
Florentino Ameghino estudió y propuso soluciones para el problema de las inundaciones en la pampa húmeda. Las plasmó en un documento publicado en 1884. Resulta paradójico que más de 130 años después no se hayan ejecutado las obras que él sugería y que respondían a una visión técnica, pero impregnada de sentido común. Más paradójico resulta que, habiendo aumentado en los últimos doce años el gasto público desde 30% del producto bruto interno a 45% (más de 400.000 millones de dólares adicionales en ese período) no se haya destinado una parte menor de ese aumento a resolver en su totalidad el problema de las inundaciones. Esta cuestión forma parte del cambio que los argentinos esperamos.