El estado de alerta se disparó el pasado domingo 19 de julio, por la enorme diferencia entre las encuestas de cierre, los boca de urna y el resultado final de la segunda vuelta para jefe de gobierno de la ciudad. Casi ninguna encuestadora le erró por menos de diez puntos, y eso hace sentir inseguros a los dos precandidatos a presidente.
Se esperaba que Horacio Rodríguez Larreta obtuviera un 5% más de los votos que consiguió, y Martín Lousteau, un 5% menos de los que finalmente logró. "El problema en estas elecciones es que el error se duplicó, porque ese 5% de los votos pronosticados para Larreta fueron a parar a su adversario. Y eso parece lógico, ya que sólo competían dos candidatos. O a lo sumo tres, si se acepta como tercer opción al voto en blanco", me explicó una encuestadora que ama su oficio. Está furiosa, pues sostiene que "el círculo rojo" y muchos periodistas desinformados adjudican la pifia a operaciones políticas. "¿Qué ganaría yo publicando una encuesta trucha, o a pedido, si una vez que aparecen los resultados de las elecciones se pone en evidencia que me equivoqué? Tiraría por la borda el único insumo de mi existencia, que es la credibilidad", explicó.
Todos, en el pequeño gran mundo de las estadísticas electorales, saben, por ejemplo, que del encuestador militante Artemio López no se puede esperar otra cosa que trabajos, resultados e interpretaciones que hacen aparecer al Frente para la Victoria como invencible y a Cristina Kirchner como sobrenatural. También saben que Aresco, de la familia Aurelio, y Poliarquía, son dos de las consultoras a las que Scioli le encarga la mayoría de sus trabajos. Y le endilgan a Isonomía, la que trabaja con Macri, el filtrado de ciertos resultados que no se condirían con lo que está pesando en realidad. "Nosotros somos diferentes al oficialismo. No nos mentimos a nosotros mismos. Y tampoco usamos los resultados para operar sobre los diarios o los formadores de opinión", me dijo hace tiempo Marcos Peña, secretario general del jefe de gobierno de la ciudad y uno de los hombres más escuchados por Macri.
Pero el estado de alerta de los candidatos transciende cualquier suspicacia, porque nadie sabe qué fue lo que determinó la distancia entre los pronósticos y la cruda verdad el domingo 19 de julio. Hay teorías para todos los gustos. Desde los miles de porteños que empezaron sus vacaciones de invierno y no fueron a votar por Rodríguez Larreta, hasta la sospecha de que muchos adherentes de Mariano Recalde ocultaron a los encuestadores que apoyarían a Lousteau. ¿Qué es lo que pasó en realidad? ¿Hay mucha gente que les dice a las consultoras que va a hacer una cosa y después hace otra? ¿Dejaron de ser confiables las encuestas telefónicas con preguntas grabadas e incluso las que responden a preguntas de profesionales en tiempo real?
En el medio de semejante incertidumbre es imposible vaticinar qué es lo que va a suceder el próximo domingo 9 de agosto, cuando se realicen las PASO de las elecciones presidenciales. Sin embargo, se dan por descontado unas cuantas (supuestas) certezas. Que la fórmula Scioli-Carlos Zannini será la que obtenga mayor cantidad de votos. Que la de Macri con Gabriela Michetti se quedará con el segundo lugar. Que la encabezada por Sergio Massa obtendrá el tercer puesto. Y a partir de ahí son todos interrogantes. Los que tienen más chances trabajan en busca del número mágico. Scioli da charlas motivacionales a su tropa para que consigan algo que consideran muy difícil, pero no imposible: llegar al 45% de los votos a nivel nacional y al mismo tiempo sacar una diferencia sobre Macri de más de 10 puntos. El todavía jefe de gobierno de la ciudad tiene su propio sueño: colocarse a menos de 5 puntos del gobernador de la provincia, más cerca de los 40 que de los 30 puntos, para después recoger, en la primera vuelta, todos los votos de los argentinos que no quieren saber nada con Cristina Kirchner, con Scioli o con cualquier otra variante de lo que fueron los últimos doce años.
El equipo del ingeniero se muestra entusiasmado por lo que llama un considerable repunte en la provincia de Buenos Aires de su propia candidatura a presidente y de la de María Eugenia Vidal a gobernadora. Creen que entre la semana pasada y ésta penetraron, por primera vez, la enorme resistencia del conurbano profundo, donde se venía votando a Scioli y a Cristina con los ojos cerrados. "Cuanto más achiquemos la diferencia en la provincia, más cerca estaremos de lograr la presidencia", explican. Por eso están tan preocupados en fiscalizar los votos. En el Cambiemos de Sanz, sin embargo, todavía se lamentan de no haber tenido la capacidad de diálogo y generosidad suficiente como para sumar a Massa y terminar de una vez por todas con el fantasma de la "continuidad con maquillaje". No están tan seguros de que los votos del Frente Renovador o de De la Sota en las PASO se trasladen automáticamente a Cambiemos en la primera vuelta de octubre próximo. "Podríamos haber aprovechado el tiempo para consolidar nuestro propio acuerdo y negociar políticas de Estado y compromisos a asumir. Podríamos haber dado la imagen no de una alianza cocoliche, sino de una fuerza diversa, pero con mucha vocación de poder. Podríamos haber convertido a estas PASO en una primera vuelta contundente, con un oficialismo derrotado, contando las horas para irse a su casa", me dijo alguien muy cercano a Sanz.
Como se trata de un final para el infarto, se esperan operaciones de prensa correspondientes a la categoría "campaña sucia". La última columna de Horacio Verbistky en Página 12 que sugería que los spot de campaña de Macri interactuando con niñas eran casi delictivos provocó estupor hasta en los dirigentes del Frente para la Victoria más inescrupulosos. La falsa denuncia de que hay un plan de ajuste inhumano y oculto diseñado por Miguel Ángel Broda y José Luis Espert para Macri una vez que asuma el poder no duró ni cinco minutos, pero obligó a su equipo de prensa a desmentir que los economistas formaran parte del equipo de gobierno. "Qué curioso: dicen que están ganando fácil, pero ya empezaron a hacer porquerías. Si yo fuera periodista, leería con mucha desconfianza los números de las encuestas que sostienen que Scioli ya ganó", me dijo un alto funcionario del gobierno de la ciudad.