La autorización de la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (Conabia) a la “soja resistente a la sequía” de Bioceres, en un paso más hacia su liberación comercial, marcó un hito. Y lo fue tanto para la compañía como para la Argentina y el mundo. “Es el primer paso de un proceso regulatorio para poder comercializar un producto que venimos desarrollando desde 2003”, detalló Federico Trucco, CEO de Bioceres quien repasó todo lo que tuvo que pasar para poder llegar a esta instancia.

En una empresa como Bioceres el tiempo se mide distinto. “En este rubro uno tiene que tener mucha paciencia, tardamos en este caso 12 años para poder lograr la primera aprobación y probablemente falte un tiempo para poder tener este producto en el mercado”, indicó el directivo.

Aunque parcial, para Bioceres representa su primera aprobación y eso la destaca especialmente. Pero este hecho también reporta interés a nivel país: es la primera vez que se aprueba un producto de tolerancia a sequía en soja, a nivel mundial. “Ese es también un motivo para nosotros de humilde orgullo”, agregó Trucco.

Son dos las etapas que restan recorren en el proceso regulatorio argentino. La primera, la que ya ha sido aprobada, tiene que ver con la bioseguridad o el riesgo para el medio ambiente de una tecnología. La segunda etapa, con la evaluación del riesgo para la alimentación humana y animal y es el Senasa el que la lleva adelante. “Esperamos próximamente tener respuestas de ese organismo del Estado”, dijo.
Una vez que se dan estas aprobaciones más bien técnicas, hay una tercera consideración que tiene que ver con la política económica del país. La Dirección Nacional de Mercados del Ministerio de Agricultura mide el impacto que tiene la comercialización de cada tecnología en la economía argentina, en las exportaciones. “Esto implica que aunque pueda ser un tecnología útil, si termina cerrando mercados de exportación es probable que su autorización quede pendiente a que estos terminen de aprobar el uso de una soja modificada como esta para consumo en China en la Unión Europea, los principales destinos de los derivados de soja argentinos”.

Hasta aquí el proceso de aprobación llevó 12 años, ¿cuánto queda por delante entonces? “Nosotros estamos viendo un horizonte de 3 a 5 años. Nos gustaría poder comercializar en Argentina en esos plazos. No necesitamos tener el 100% de las regulaciones terminadas para comenzar a producir en el país pero sí la de los principales destinos”, expresó. Y aunque es largo el proceso, el CEO de Bioceres apunta a que ésta será una tecnología que va a ser muy útil para poder subir el piso de rendimiento. “El techo no lo vamos a subir pero sí aspiramos a tener un piso más alto, tratando de atenuar el problema de la disponibilidad hídrica”, puntualizó.

Condiciones para el éxito. Hay distintas cuestiones que tuvieron y siguen teniendo relevancia en este tipo de acontecimientos. En primer lugar, según citó Trucco, si Argentina no fuese un mercado importante no sólo de la agricultura sino desde el punto de vista de la biotecnología agrícola esto no sería posible. “El nuestro es un país que ha liderado la adopción en el campo de la biotecnología agrícola, que ha mostrado un consumidor, un cliente muy ávido por nuevas tecnologías. Es un buen caldo de cultivo para incentivar empresas de base tecnológica que traten de desarrollar soluciones para ese segmento internacionalmente relevante”.

En su opinión, no hay muchos otros sectores de la economía argentina que tengan la proyección internacional que tiene el sector agropecuario. “Tenemos el lujo de tener el trampolín para internacionalizarnos algo que en otros mercados dentro del país, no sucede”. Por otro lado, como recordó Trucco, Argentina tiene una tradición en ciencias biológicas muy rica: “es el único país latinoamericano que tiene tres premios Nobel dentro del campo de las ciencias biológicas. Hay recurso humano, talento de nivel internacional”.

La tercera condición para el “éxito” tiene que ver con las políticas públicas. “En esto no podemos ser mezquinos y dejar de reconocer que ha habido una política pública en el sector de ciencia y tecnología muy distinta a la que existió en el pasado. Hoy tenemos un Ministerio de Ciencia y Tecnología decididamente promoviendo la constitución de empresas de base tecnológica”, dijo Trucco.

Ademas indicó que “hoy la ciencia está siendo sacada de los laboratorios y empezando a incubarse en empresas y creo que nosotros somos de alguna manera producto de algunas políticas públicas en ese sentido”.

Después está el factor suerte, acompañado de muchas voluntades. “Hoy tenemos 293 accionistas que permiten, en un contexto difícil para fondear proyectos que tienen horizontes de madurez a 15 años vista, que nos permiten estar un poco más cerca del punto final”, precisó.

Otros momentos clave. La creación de Indear, una empresa de plataformas tecnológicas que es compartida con el sector público, específicamente con el Conicet, fue significativa en la historia de Bioceres.
“Indear surgió como una forma de poder capitalizar nuestros propios fracasos, es decir en vez de tercerizar una serie de prestaciones creamos nuestro propio centro de servicios”. Tras un cambio de modelo organizacional, pensaron distinto. “Dijimos: hagamos lo que en Argentina hoy no se puede hacer: transformación genética de alto rendimiento para obtención de eventos listos para ser comercializados, plataformas de genómica y de informática de alta prestación y una serie de cuestiones que a veces teníamos que contratar en el exterior”, recordó.

Así se generaron una serie de capacidades que estaban vacantes a nivel país. “Son capacidades que no pertenecen a una empresa. Son del país en su conjunto y eso es parte de una visión compartida”, reveló el directivo y llega más lejos con su apreciación: “Somos producto de una serie de políticas en el campo de ciencia y tecnología de las cuales Indear es quizás el componente más relevante”.

En 2011 como parte de una estrategia de relacionamiento con empresas internacionales, Bioceres se vinculó con una compañía californiana (Arcadia Biosciencies) que les mostró otra forma de desarrollar productos, tener un posicionamiento más global y menos local. “Fuimos profundizando cada una de estas cuestiones hasta hace pocos meses tener nuestra primera aprobación regulatoria”, relató Trucco.

El horizonte. De cara al futuro, las ambiciones no terminan para Bioceres. En este momento se encuentran trabajando en dos áreas, y la más importante de ellas tiene que ver con aumentar la productividad de los cultivos, abordando temas de utilización de recursos ambientales. “No trabajamos en tecnologías de protección de cultivos, eso se lo dejamos a otras empresas que tienen mucho más hecho en ese campo. Sí nos parece que hay poco en lo que tiene que ver con tolerancia a estrés ambiental abiótico, como la sequía o el exceso de agua, la salinidad, la utilización de los nutrientes, temas que tienen que ver con mejorar el perfil ambiental. Ahí está el 80% de nuestro esfuerzo”, destacó el CEO de la empresa. El otro 20% tiene que ver con lo que sucede una vez que se ha aumentado la productividad. “Lo que cosechamos son moléculas orgánicas en formato de grano o forraje, biomasa. Estamos estudiando cómo podemos luego procesarla de manera amigable con el ambiente para obtener lo que necesitamos al final del día: un alimento, un material, un combustible”.

Así surgió Inmet y un grupo de empresas que se dedica a soluciones de ingeniería metabólica, usando bacterias modificadas para poder redireccionar el flujo de carbono de estas moléculas cosechadas a campo, a moléculas de mayor valor agregado, “dando lugar a esto que llamamos a bioeconomía”. Se trata, en palabras de Trucco, de “utilizar las plantas como fábricas”. Ese es el ABC que describe el líder de Bioceres, a nivel de empresa que aspira a tener flujos de ingresos futuros.

Además hay un esfuerzo dirigido a lo que consideran su responsabilidad social: “Si tuviera que definir a Bioceres en una sola línea, diría que somos más una fábrica de empresas que una empresa que genera productos específicos”.

Trucco manifestó su aspiración mayor: “Mostrarle al emprendedor o al científico cómo pueden llevar su conocimiento a la constitución de un vehículo que sea atractivo para los inversores y permita generar fuentes de empleo. En ese sentido queremos darle a nuestra región una industria, y ese es quizás el aspecto que más nos entusiasma”, concluyó.