Finalmente le ha llegado la pálida el propietario rural. Nos referimos al dueño del campo que, por un período normalmente de un año, lo entrega para su explotación agrícola, a través un contrato de arrendamiento accidental.

Los contratos de arrendamiento se han desarrollado a lo largo de los últimos 15 años de múltiples formas. Así, el espectro de posibilidades ha pasado a ser enorme. Pero la mayor parte, ha hecho entrega total de la propiedad para explotar agrícolamente sin mayor participación del dueño.

Algunos propietarios continuaron con su forma de explotación, tal como lo hicieran por décadas.

Pero otros optaron por entregar sus propiedades, eliminar la infraestructura que exige la ganadería, consumir el capital de trabajo y apartarse del know how. También hubo jugadores que compraron tierras para entregarlas en arrendamiento.

Quien recibe la propiedad para tal fin es el arrendatario.

Hasta este año, frente a situaciones de estrechez e incertidumbre en los mercados agrícolas, quien debía sufrir el ajuste era, básicamente, el arrendatario. La demanda de campos para arrendamientos agrícolas tendía a superar la oferta.

A consecuencia de ello, arrendadores con propiedades de menor productividad y de dudosa capacidad productiva para agricultura, lograron durante unos cuantos años, beneficiarse de un mercado de arrendamientos floreciente.

A diferencia de otros años, ahora las propiedades son menos demandadas, sobre todo las de menor productividad y las alejadas de los puertos.

Aquellas propiedades con mejores suelos logran valores de arrendamiento de tan sólo un 20% menos que el año pasado, sobre todo si se encuentran dentro del radio de 150 kms de los puertos de Rosario.

Así las cosas, los propietarios de a poco se avienen a acepar fuertes ajustes en los arrendamientos. Y no son ajustes menores.

Gran parte de los arrendamientos se está celebrando los contratos accidentales con quitas de aproximadamente 3 ó 4 quintales. Otra parte se hace con un mix entre un pago en determinada cantidad de quintales por hectárea y un cierto porcentaje.

Los de peor condición, deben firmar contratos de aparcería.

Frente a los bajos márgenes, los arrendatarios (y propietarios explotadores) se aprestan a abandonar cualquier esquema de rotación, en desmedro de las gramíneas y a favor de la soja.

De hecho, se estima una baja muy acentuada en la superficie de trigo y de maíz. Este último es una opción poco deseada dado los elevados costos de implantación. Si antes había riesgo de falta de conservación del medio, este año tal problema será agudo.

En este cuadro, en gran parte desolador, algunos agentes podrán ingresar en planteos de cría ganadera en campos agrícolas, mediante el pastoreo de rastrojos. De hecho, desde fines del año pasado, lo están haciendo.

También, la agricultura para cumplir con algún grado de rotación podrá destinarse a conversión a carne. De esta forma, el margen mejora notablemente. Y la cadena de valor crece mucho antes de llegar al puerto o a la góndola.

La opción ganadera con agricultura se presenta favorable en vista de panorama alentador de la actividad bovina. Es que el Gobierno no desiste de insuflar fuerzas al consumo interno y, además, existe una racional expectativa de un cambio de gobierno que mejore sustancialmente la actividad exportadora de carne vacuna.

Al decir de Samoré, se aprecia una lucecita a lo lejos. Por lo menos para algunos.

Así están las cosas… si el arrendador es el pato de la boda, la rotación será el jamón del sándwich.

Pese a todo, no es hora de lanzarnos al agua. Porque el buque sigue flotando. Y la lucecita se puede agrandar y llegar a todos si “Mr. Clime” se enoja con EE.UU.