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Cristóbal López se está convirtiendo en una figura clave en la marcha del kirchnerismo hacia la salida del poder. Acaba de comprar la productora televisiva La Corte. Gracias a esa adquisición, se convirtió en el administrador exclusivo de las apariciones audiovisuales de Cristina Kirchner . El Estado transfirió así la imagen y el sonido de la Presidenta a uno de los empresarios predilectos de la familia gobernante. ¿Cómo no agradecer tanta sinceridad?

Desde 2003 López acumuló una fortuna incalculable gracias a las prebendas otorgadas por los Kirchner. Creó un imperio basado en el negocio de las apuestas, pero evolucionó también en la explotación de servicios energéticos, adquirió las secciones de refinación y distribución de combustibles de Petrobras, incursionó en la actividad agropecuaria y, desde hace un par de años, está blindando todas sus empresas con una cadena de medios periodísticos.

Este desarrollo hubiera sido imposible sin la promoción sistemática del Estado. La cesión de la palabra oficial es la coronación simbólica de ese proceso. Quien había prometido democratizar todas las voces privatizó la suya.

Para López se trata de un debate ocioso. Él pagó 15 millones de dólares por otro contenido. Además de las presentaciones presidenciales, La Corte ejerce el monopolio de la televisación del fútbol. Ese negocio estaba en manos del Grupo Clarín, hasta que la señora de Kirchner se lo arrebató, acusándolo de ser "secuestrador de goles". Ahora los secuestrará su amigo.

Estos movimientos forman parte de un business plan al que le falta consumar una etapa decisiva: la captura de la AFA.

Con el dominio de los campeonatos y de las transmisiones, López multiplicaría al infinito su dominio sobre los juegos de azar: inauguraría las apuestas deportivas, su sueño inalcanzable.

Desde 2003 López acumuló una fortuna incalculable gracias a las prebendas otorgadas por los Kirchner

En la elaboración de esta jugada el empresario cuenta con un socio decisivo: a Máximo Kirchner lo obsesiona montar este negocio. Por eso se reunió en Olivos con Marcelo Tinelli, socio de Cristóbal en Ideas del Sur, secretario de prensa y relaciones públicas de la AFA, y vicepresidente de San Lorenzo. En la comisión directiva de ese club participa Emiliano López, heredero del rey de las tragamonedas. Al hijo de la Presidenta le gustaría convertir a Tinelli en el nuevo Julio Grondona para, de ese modo, avanzar con los proyectos comerciales que fantasea con López. Grondona murió atormentado por las presiones oficiales para que abra su negocio. Máximo, con la ayuda de Cristóbal, va en esa dirección. Es el principal objetivo de La Cámpora.

La posibilidad de convertir al país en un gran casino con cada partido de fútbol sería la última fase de una evolución que Cristóbal no hubiera conocido si no fuera por su relación con los Kirchner. Él ingresó al rubro del juego cuando todavía era "el rengo López", un empresario gris de Rada Tilly, apodado así por la secuela de un balazo en una pierna. "Como mi especialidad era ganar licitaciones, me di cuenta de que podía quedarme con el juego", explica, risueño, cuando cuenta cómo adquirió la primera sala. Al poco tiempo se concursaban los casinos de Santa Cruz, y él hizo llegar a través de un familiar un mensaje a Néstor Kirchner: "Yo le ofrezco más plata y menos problemas". Fue el nacimiento de un vínculo que se consolidó durante la campaña presidencial del año 2003: Kirchner no habría llegado a la Casa Rosada sin la ayuda de López.

Cuando el santacruceño llegó al poder, Cristóbal ya había instalado 150 tragamonedas en Palermo. Fue el auxilio que Jorge Rossi y Carlos Gallo, los hombres de Eduardo Duhalde en Lotería Nacional, ofrecieron al concesionario del hipódromo, Federico Achával, quien alegaba no poder pagar el canon por lo poco que rendían las carreras. Entrar allí fue una demostración de audacia de López: la concesión de Lotería era precaria porque la ciudad venía reclamando la jurisdicción sobre el juego, y ya había conseguido un dictamen favorable del procurador ante la Corte.

 
 

Kirchner, con su triunfo, se convirtió en un factor crucial del éxito de López. Para las elecciones municipales del año 2003 prometió a Aníbal Ibarra que lo adoptaría como candidato si admitía renunciar al reclamo porteño sobre el control de las apuestas. Ibarra aceptó y la Legislatura, en una sesión turbulenta, aprobó el pacto. Buenos Aires resignaría esa potestad ante Lotería Nacional, que le transferiría a cambio de una parte de lo recaudado. El convenio salió de la pluma de Carlos Zannini . Así nació esa maravilla progresista llamada "transversalidad".

Dos años más tarde, en 2005, en el paraíso fiscal de Nevada, quedó registrada la sociedad Val de Loire. Achával reconoció que era socio del hipódromo. Pero fechó su nacimiento en 1996. Tal vez se le embrollaron dos pasiones, el turf y los negocios. Porque para esa época el único Val de Loire que había nacido era un zaino, hijo de Il Corsaro y Val de Etoile, que tuvo una discreta performance en las pistas hasta el año 2003. Paul Singer, el líder de los holdouts, pidió que se investigue si la firma Val de Loire administra dinero de los Kirchner o, mejor dicho, dinero del Estado del que López y los Kirchner se apropiaron. Hasta ahora su gerente, el misterioso Edmund Ward, no ha sido llamado a declarar por la justicia norteamericana.

Al año siguiente de la constitución de Val de Loire, en 2006, López se quedó con el 50 por ciento de los casinos flotantes de la Costanera Sur. La adquisición no fue amigable. Los catalanes de Cirsa, la compañía que explotaba esos casinos, debieron ceder las acciones después de que personal de Inteligencia descubrió que transportaban 500.000 euros disimulados en cajas de jamón. Las negociaciones para incorporar a Cristóbal a la empresa se llevaron a cabo en el Hotel Hilton. Los españoles quedaron sorprendidos: cada decisión era consultada por teléfono con Zannini, que conducía las tratativas desde la Casa Rosada.

Para la misma época, Zannini intentó que el amigo de los Kirchner desembarcara en Córdoba con sus tragamonedas, a cambio de financiar la campaña electoral de Luis Juez, el intendente. Fue lo que denunció el propio Juez, después de que Elisa Carrió narró el episodio.

La posibilidad de convertir al país en un gran casino con cada partido de fútbol sería la última fase de una evolución que Cristóbal no hubiera conocido si no fuera por su relación con los Kirchner

En 2007, Kirchner se despidió del poder con un gran regalo a López. Cinco días antes de transferir el mando a su esposa, firmó con su hermana Alicia y Alberto Fernández un decreto por el cual prorrogaba el vencimiento de la concesión del hipódromo desde 2017 hasta 2032. A cambio, "obligó" a López a instalar otras 1500 tragamonedas en la sala. Para esa fecha, las 150 de 2002 se habían convertido en 3000. Ese presente se basó en un informe de Roberto López, el encargado de satisfacer los deseos de su homónimo Cristóbal en Lotería Nacional. El texto pasará a la historia del derecho administrativo: justifica la extensión en las virtudes del empresario como padre de familia.

Cuando Mauricio Macri se hizo cargo del gobierno porteño, siguió en la senda de Ibarra. Es decir, mantuvo la complicidad en el negocio del juego. No sólo convalidó el acuerdo de 2003, en el que la ciudad resignaba sus atribuciones. En 2008 estuvo a punto de profundizarlo, pero se detuvo ante una denuncia de este diario. Los encargados de llevar adelante las tratativas entre Macri y López fueron desde entonces Nicolás Caputo, socio del jefe de gobierno, y su amigo Achával, el concesionario del hipódromo. Kirchner se burlaba de ellos: "Te avisé, López, Macri no te va a cumplir, es pecho frío". Para el santacruceño, hacer negocios con decretos entrañaba una forma de coraje.

En 2009, Cristóbal López consiguió que su álter ego, Roberto López, licitara la captura online de apuestas de lotería en la ciudad de Buenos Aires. Fue un proceso escandaloso, porque el pliego parecía realizado para el amigo de la Presidenta, sobre todo porque era el único capaz de satisfacer los antecedentes que se exigían. El responsable legal de Lotería, Guillermo Mahle, corroboró esa impresión cuando fue descubierto en el bar 33 Billares recibiendo indicaciones del abogado de la empresa ganadora. La justicia en lo contencioso administrativo convalidó las irregularidades. Y el instituto porteño del juego, que conduce el macrista Néstor García Lira, guardó silencio, a pesar de que Gtech, una de las empresas afectadas, denunció el favoritismo.

Para desarrollar este negocio, López se asoció a los griegos de Intralot, con quienes compró la plataforma de registro digital de apuestas Tecnoacción. Los fondos para esa adquisición corrieron por cuenta de Intralot. López pagaría su parte con los dividendos de la compañía. Es un modelo de captura que en el mercado kirchnerista se conoce como "la gran Eskenazi".

El 9 de diciembre de 2013, cuando se celebraba la última sesión del año, Macri envió a la Legislatura un acuerdo entre Lotería y el Instituto porteño por el cual se eximía a los casinos el pago de Ingresos Brutos. Lo aprobaron kirchneristas y macristas sin que lo estudiara una comisión o se discutiera en el recinto. La redacción es tan ambigua que permite a Cristóbal reclamar la condonación de todo lo que adeuda por ese gravamen. Las autoridades porteñas juran que seguirán reclamando el cobro en la justicia nacional. Es una promesa curiosa: el principal considerando del convenio explica que a López no se le puede exigir que pague porque esos tribunales lo protegen. La famosa "justicia cautelar" que tanto indigna a la Presidenta.

El idilio entre Macri y López tuvo un percance hace dos semanas, cuando LA NACION publicó que Lotería Nacional estaba armando un pliego de licitación para que su favorito se quedara con los cinco bingos porteños, y que el Instituto de la ciudad mantenía silencio. García Lira reaccionó ante esa información y exigió a Lotería que anule el proceso. La continuidad del trámite es un enigma. Cristóbal ya profetizó ante los dueños de los bingos: "Me voy a quedar con todo, gratis". A él le gusta cumplir con su palabra.

Confiado, Cristóbal López les habría dicho a empresarios de bingos: Me voy a quedar con todo, gratis

Otros mandatarios siguen siendo comprensivos con el inquilino de los hoteles, departamentos y cocheras de la Presidenta. Daniel Scioli, por ejemplo, intercedió para que Antonio Tabanelli, el titular de Boldt, lo aceptara como socio en el casino de Tigre. López controla ahora el 50 por ciento de esa sala. La cordialidad con este amigo de la Presidenta es otra de las garantías que siempre brindó Scioli a la continuidad del kirchnerismo. Debe haber aprendido del ejemplo de Felipe Solá, cuyo principal conflicto con la Casa Rosada se debió a la resistencia a que López ingrese en la provincia. Ahora, para evitar cualquier malentendido, Scioli mantiene como funcionario de su lotería a Carlos Gallo, el mismo que habilitó las primeras tragamonedas de Cristóbal en Palermo. Gracias a estos ángeles custodios el empresario pudo quedarse con los bingos de Olavarría y Polvorines y trasladar, como si tuviera rueditas, el de Villa Gesell hasta Ezeiza.

Fuera de la caparazón de las prebendas estatales, a López le cuesta sobrevivir como empresario. Lo demostró en su fallida incursión por los Estados Unidos. En 2013, compró un casino en Dania Beach, en el estado de Florida. Antes de hacerlo, se presentó en la embajada norteamericana para explicar que era un correcto hombre de negocios que había acumulado su fortuna mucho antes de conocer a los Kirchner. Pero en Dania demostró que sin los Kirchner le cuesta prosperar. La sala que inauguró con una fiesta para la que contrató a Susana Giménez como una especie de madrina quedó clausurada a los seis meses por un problema impositivo. Trescientos empleados quedaron en la calle. Además, como reveló LA NACION, López se asoció a una liga de testaferros profesionales a los que debió comprar su parte para no agravar los problemas legales en ese país. Al final entregó el casino a una compañía de Miami, más acostumbrada a competir.

El impresionante avance del negocio del juego es uno de los legados más visibles de la era kirchnerista. Su rostro es López, que cubre más del 80 por ciento del mercado. Este empresario explota 33 casinos. Entre ellos el de Palermo, que es el mayor del planeta: entre las 20 ciudades más grandes del mundo no hay ninguna que cuente con 4500 slots instalados en una sala en pleno centro urbano. También regentea, bajo la mirada del Partido Socialista de Hermes Binner, el casino de Rosario. Es la mayor sala de juegos de mesa del país. Está instalada frente a la gran villa de emergencia de la que se enseñorearon Los Monos para el tráfico de drogas.

La vida pública argentina se caracteriza por su fragmentación. Los actores más relevantes no dialogan entre sí. A contraluz de esa dispersión sobresale la silueta de Cristóbal López. Él ha conseguido que el juego se convierta en una política de Estado