Resultó de antología la cobarde sobreactuación de Aníbal Fernández en su ataque a Nisman luego de que Lagomarsino dijera que el fiscal se quedaba con la mitad de su sueldo. Ese mismo día los diarios informaban que un juez de Nevada que investiga "la ruta del dinero K" concluyó que las firmas radicadas allí y atribuidas a Lázaro Báez y Cristóbal López, los empresarios de los Kirchner, habrían servido para canalizar los millones robados por kilo a la Argentina durante estos años de corrupción institucionalizada.
Como si eso no bastara, días antes se había conocido otra revelación gravísima que también daba de lleno en la Presidenta. La revista brasileña Veja, de reconocido rigor periodístico, reconstruyó una mediación de Chávez entre los gobiernos de Irán y la Argentina que avala la denuncia de Nisman. Déjelo en mis manos, le habría respondido el líder bolivariano al bueno de Ahmadinejad, que pedía dos cosas: ayuda argentina para desarrollar su plan nuclear y, precisamente, impunidad para los iraníes acusados de volar la AMIA, perseguidos por Interpol. La valija verde de Antonini Wilson, relataron ex miembros del gabinete de Chávez hoy exiliados en Estados Unidos, venía a saldar una parte insignificante de la contraprestación.
A Fernández no le tembló el bigote cuando, con su estilo habitual, arremetió contra Nisman. Como de costumbre, se trata de pegar el grito ante un grano de arena para distraer las miradas del gran médano sobre el que están sentados. Pero la estrategia de siempre quizás empiece a resultar ineficaz. Porque lo que sucede en la Argentina ya es noticia y motivo de asombro en el mundo. Puede que en estos tiempos inciertos el planeta ande algo escorado, pero al menos no ha caído, todavía, en el embrujo del discurso oficialista.
Aquí, en cambio, tras diez años de kirchnerismo nadie cree en las instituciones y no queda una verdad en pie. En el imperio de las versiones aviesas que políticos como Aníbal Fernández y la misma Presidenta, con sus interminables cadenas, han levantado tan laboriosamente, se han hecho añicos los valores éticos y estéticos que cimentaban la vida en común. Estamos, como diría Discépolo, en un mismo lodo, todos manoseados. Pero los Kirchner cayeron en la trampa de una ambición sin límites. Para asegurarse el futuro, digámoslo así, sobrepasaron las fronteras del país y dejaron huellas en los circuitos internacionales de lavado de dinero y en el turbio subsuelo del terrorismo internacional. Ahora esas huellas vuelven al país en voces que no se han ocupado de desacreditar. Para asegurarse el éxito, los Kirchner deberían haber ido contra la prensa y la Justicia en una escala global, con La Cámpora como infantería.
El juez de Nevada, Cam Ferenbach, regaló una frase tan sencilla como llena de sentido. Después de consignar que según las evidencias los empresarios favoritos de la Presidenta podrían ser ni más ni menos que ladrones, señala en su resolución: "Un ladrón no adquiere derechos de propiedad sobre lo que roba". ¿A cuántos aplicaría este aforismo en el país? Si acaso fuera posible llevar a la práctica este principio, las arcas del Estado estarían llenas y la justicia social podría dejar de ser una promesa de los poderosos de siempre. Ahí sí sería lícito hablar de década ganada.
Se sabe, la disputa que se libra en Nevada es de buitres contra buitres. Pero ¿habrá aquí jueces que defiendan a los simples pichones sin privilegios que siguen adelante en un país carcomido por la desigualdad, la inflación, el narcotráfico y la violencia, y que para colmo asiste inerme a la corrupción del poder?
Ojalá los haya, porque los necesitamos. Rafecas se fue al mazo demasiado rápido, escudado detrás de un silogismo mucho más abstracto e improbable que el de su colega norteamericano. ¿Es inocente alguien que no llega a provocar la muerte del agredido por no haber hundido el cuchillo lo suficiente? ¿Es irrelevante que acaso lo haya intentado? Ahí está el inexplicable -salvo ahora- Memorándum de Entendimiento acordado con Irán, ya declarado inconstitucional. Lleva la firma del Gobierno y del Congreso oficialista. Ahí están las patéticas escuchas a la "diplomacia paralela". Ahí está la revelación de Veja. ¿Nadie va a investigar la denuncia de Nisman, que ya es también la de Pollicita y la de Moldes? La justicia argentina tiene la palabra. Y dará su veredicto ante los ojos del mundo.