P ara algunos mandatarios gobernar es prever, para otros gobernar fue poblar, pero para Cristina Kirchner pareciera que gobernar es monologar, en público. Una mezcla de stand up y reality show. En ningún otro lugar como en sus largas cadenas nacionales muestra actos de gobierno. Quizá sean los más claros y explícitos. Allí se sabe a quién favorece, a quién no, qué nuevo enemigo, hasta ayer amigo, ha decidido fustigar en público. Y también cuál es el estado de sus obsesiones con la prensa que no puede controlar.

La Presidenta que exige amor y no enojarse es una muy eficiente máquina de atacar y generar peleas. Que ahora aparece indignada porque no sólo hay quien la desafía en lo que considera más propio que nada: La calle. Además ¡para colmo! No le discute. Los desobedientes, acusados de toda clase de delitos, desde la sedición, el terrorismo, el intento de golpe de Estado, complicidad con el narcotráfico y otras barbaridades, no responden.

Nada tolera menos la estrella del reality gubernamental que el silencio. Es entendible. A una estrella el público silencioso e impertubable puede resultarle más odioso aún que los críticos que se atreven a verle defectos.
Un polemista en el escenario necesita que el público "se prenda", responda, pelee. Los fiscales no lo hacen. Los ingenuos e ineficaces de los holdouts, llamados buitres por el Gobierno, mordieron la carnada. Recopilaron información vieja y conocida sobre las variaciones patrimoniales de muchos funcionarios. Y no se privaron hasta de criticar a los periodistas argentinos, muchos de los cuales procesaron e hicieron comprensibles los datos públicos.

Los agentes de prensa de los holdouts mordieron la carnada. Dieron lugar a la reacción patriotera de Randazzo y de la Presidenta, que volvió a quejarse de la supuesta falta de inversiones norteamericanas, acusar veladamente al nuevo embajador de querer ser "un nuevo Braden" y de volver a cargar contra la justicia y el Ejecutivo estadounidenses.

Tanto los relacionistas públicos de los holdouts como los abogados de la Argentina, el estudio Cleary Gottlieb Steen and Hamilton, han hecho muy poco por encontrar una solución al conflicto. Los abogados de la Argentina han cobrado fortunas y alguna vez deberán aclarar por qué aceptaron jugar al kirchnerismo vociferando amenazas ante un juez de su país. ¿No es insólito que un abogado norteamericano diga a un magistrado de su país que si no falla lo que quiere su cliente no van a cumplir? Los actuales funcionarios deberían responder en el futuro por qué siguieron estrategias ruinosas, pero también los abogados deberían responderle al pueblo argentino por qué acompañaron semejante conducta de forajido del Far West. El juez Griesa también cedió alguna vez a sus nervios y por orden de sus superiores debió revisar sus pasos, en los que luego insistió, serenamente.

Resulta que el cristinismo, desesperado, quiere ser agraviado. Lo que no tolera es el silencio. Así se sintió de cómodo pleiteando con la Unión Industrial Argentina (UIA). Sobre todo con la porción de sus integrantes que se atrevió a cuestionar los acuerdos con China y a pedir explicaciones.

La actitud de la Presidenta quedó plasmada en la cadena nacional del miércoles. El país funciona perfecto, quienes observan y señalan problemas, quieren perjudicar al Gobierno y al pueblo. Y merecen lo peor. Incluso, que los chinos no los financien.

Sólo hay que aplaudir y darle la razón a la Presidenta. Ni siquiera el silencio se tolera, que parece ser el arma que la Presidenta y los suyos no tienen ni la menor idea de cómo combatir. "De todas las reacciones posibles ante la injuria, la más económica es el silencio", dijo alguna vez el médico español Santiago Ramón y Cajal.

"Los actos públicos son muy importantes en el cristinismo, hay toda una liturgia que explica las situaciones en que se encuentra el poder, hay que mirar dónde sientan a cada uno, cómo les habla la Presidenta." Lo dijo en estricto off the record un personaje con muy buena relación con el Gobierno y que incluso muchas veces aparece entre los "aplaudidores" de los actos.

Si se sigue esa línea de análisis, para la Presidenta la economía está fantástica, los acuerdos con China son la salvación nacional y por eso los críticos quieren destruirlos. Randazzo es el candidato, Scioli el relegado, no habrá jamás acuerdo con los holdouts con las actuales autoridades y las relaciones con Washington seguirán tensándose. Bastará con que los holdouts sigan llevando su problema particular al terreno de lo personal. Y quienes marchen para recordar a Nisman, la prensa independiente, son los enemigos del pueblo.

Los ministros Débora Giorgi y Axel Kicillof quedaron reducidos a meros movileros de la transmisión presidencial para anunciar la sustitución de importaciones por menos de 30 millones de dólares por año. El déficit de unos US$ 7000 millones con China le parece poco relevante.

En cambio, dicen que quedó contento Jorge Capitanich, a quien se le encomendó comandar el encuentro conciliatorio con la cúpula de la UIA. El mismo Capitanich al que hasta hace poco le auguraban una pronta salida del cargo.

La aparición beligerante de Randazzo parece indicar que la Presidenta prefiere eso ante la mayor adversidad política. "Ellos o nosotros", "Braden o Perón", "Patria sí, colonia no" son las vetustas consignas beligerantes que la Presidenta propone en sus actuaciones a loa militantes -muchos de ellos rentados- que la ovacionan, como parte de sus compromisos contractuales.

Todos los días aparecen en el Boletín Oficial designaciones en el sector público que incluyen la leyenda "con carácter de excepción por no reunir los requisitos mínimos establecidos" para el cargo. Les falta el título, la experiencia o cualquier otro requisitos, pero son exceptuados de esas nimiedades. Algunos llevan ya 10 años en cargos de importancia y siempre por excepción. Aparecen luego en publicaciones "pautadependientes" firmando entusiastas copias del discurso oficial obligatorio.

Cristina tiene tristes equivalentes de los "susanos". Los "cristinos" repiten la misma letra. Que cambia según el ánimo de la conductora. Un día es "Nisman se suicidó", otro es "lo mataron", y ahora que la marcha del 18-F es una ridiculez. Si hay un cargo inútil es el de Ricardo Forster, supuesto coordinador del pensamiento. Ya todos los designados por excepción saben que para seguir disfrutando de lo que no les corresponde deben aplaudir, acatar y repetir. A los obedientes sometidos no hace falta coordinarlos.

Lo que no se dice es que la estrategia para llegar a octubre sin colapso es estanflación, deuda con China y atraso cambiario. Lo demás, es show, que debe continuar.