Kicillof cumplió no hace mucho un año en el cargo de ministro, para el que siempre se sintió más que preparado, sobrecapacitado. Llegó con atraso cambiario, inflación, sequía de dólares, problemas para pagar importaciones, carencia absoluta de acceso al mercado financiero internacional. Cerró mucho el cepo, devaluó, subió las tasas, las bajó, se rindió incondicionalmente frente al Club de París y a Repsol, tras decirles de todo, claro. Ellos podrían haber contestado: "Pagame y decime Marta", como en el chiste popular. Eso es lo que hizo, pagar y comprometer pagos futuros altísimos.
Pocos días después de cumplirse un año de la devaluación de enero de 2014 la situación es la misma. La inflación no la doman los precios cuidados, el conflicto con los holdouts o buitres sigue irresuelto, falta total de acceso al mercado financiero internacional de deuda, que ya no quiere prestarle ni a YPF si no es a tasas exorbitantes, que duplican las que paga Bolivia; tres días de virtual feriado cambiario en los que el Central no entregó un dólar para pagar importaciones, y problemas serios por el bajo nivel de actividad.
En la película de Bill Murray el protagonista se consideraba a sí mismo una estrella que estaba para mucho más de lo que le asignaban, para decirle a todo el mundo lo que debería hacer. ¿Otra coincidencia?
El secretario de Comercio, Augusto Costa, reunió hace pocos días a los ejecutivos de las automotrices para decirles básicamente que no saben manejar sus empresas y que todo lo que pasa es que no tienen idea de cómo fijar precios al público. Costa casi no tiene experiencia en cargo alguno de importancia y está haciendo sus primeros pininos en una tarea de responsabilidad, pero cree que puede manejar todo el mercado automotor.
El hombre de confianza de Kicillof pareció más bravo en el comunicado que emitió el Ministerio de Economía que en la reunión, dijeron los asistentes. ¿Se imagina Costa más bravo de lo que es o quieren hacerle creer al público que el inexperto secretario, que llegó muy grande al mercado laboral formal y estable, es un remedo de Guillermo Moreno?
Faltantes
¿Puede seguir funcionando la economía argentina sin importaciones o sin pagarlas? Los empresarios dicen que no. En muchas farmacias del área metropolitana dijeron que en los últimos días se les multiplicaron los faltantes de distintas versiones de paracetamol.
La Argentina importa no sólo cosas complejas, también trae del exterior gasoil, gas, petróleo, electricidad. ¿Cuánto tiempo se puede seguir sin pagar? Las automotrices dicen tener serios problemas, que afectan menos a los que tienen muchas exportaciones, como Mercedes Benz y Toyota.
El Gobierno se llena la boca con los acuerdos que acaba de cerrar con China, pero no se habla allí de préstamos, sino de créditos. No entrarán dólares a raudales: se anota lo que se debe por un vagón y se retira el vagón. Es un "fiado" que termina con el relato del desendeudamiento. Son, no en todos los casos, inversiones que la Argentina necesita y que no podrían hacerse sólo con ahorro interno. Hay que recurrir al ahorro externo, es decir, a la deuda.
Pero el Gobierno opta por acuerdos entre Estados con China, sin licitaciones, lo que garantiza que el precio no será el más bajo posible. ¿Para qué ser tan generoso -por decir lo menos- con el Club de París si luego no se les permite a esos países entrar en una compulsa para que presten y vendan tecnología?
¿Por qué no hacer que vengan empresarios extranjeros, se endeuden ellos en concesiones y paguen con los resultados de las tarifas, a riesgo, en lugar de darles una garantía de rentabilidad a los chinos, que proveen desde los fletes hasta los seguros? Nadie más puede entrar en su negocio cerrado.
¿Soluciona esto el atraso cambiario, la caída de las exportaciones y la sequía de divisas que ha signado la gestión de Kicillof? Otra vez: no. Es el año de la marmota. El ministro se despierta cada mañana y está donde empezó. Como el personaje de la comedia, lo intenta todo menos cambiar de estrategia, y no importa lo que haga sigue en el mismo lugar, enfrentando siempre el mismo problema. Problema al que Kicillof podría hablarle con el título de otra película y decir: no sos vos, soy yo.