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No es cierto que el déficit fiscal monetizado por emisión tenga un resultado neutro. No es cierto que la inflación no resulte un fenómeno esencialmente monetario. No es cierto que hoy día exista una estabilidad tan sólo porque la economía no explotó. Y no es cierto que, si explota, será culpa de conspiraciones ni terroristas ni la sinarquía internacional (¡...!). Basta de mentiras K.

CIUDAD DE BUENOS AIRES (Economía & Regiones). ¿Qué hay detrás del déficit fiscal y cuáles son sus consecuencias?
 
Dado que entre 2003 y 2014 la suba del gasto público (más de 16 p.p. del PBI) superó al incremento de la presión tributaria (13 p.p. del PBI) se verificó un avance del rojo de las cuentas públicas. 
 
Si se tiene en cuenta las presidencias de CFK, el resultado primario (2.6%) y financiero (0.9%) pasaron de ser positivos en 2007; a tornarse negativos en 1.7% y 3.4% del producto bruto en 2014 respectivamente.
 
Este avance del déficit se explica por las decisiones de política fiscal que tomó la actual administración, que priorizó subsidiar el transporte y la energía para aumentar el ingreso corriente de las familias del área metropolitana y así estimular el consumo privado y la
demanda agregada. También se explica por un aumento permanente y constante del déficit operativo de las empresas públicas estatizadas.
 
En pocas palabras, los subsidios económicos a las tarifas de transporte, energía y gas más el déficit operativo de las empresas públicas, explican el déficit fiscal del gobierno nacional. 
 
Es decir, si se excluyen las erogaciones destinadas a subsidiar el consumo (subsidios económicos) y a financiar el rojo de las empresas públicas, el déficit fiscal se torna superávit.
 
Sin estas dos partidas de gasto, el resultado primario y financiero habría alcanzado un superávit de $161.422 millones y $83.051 millones respectivamente en 2014; en lugar del déficit de $74.092 millones (primario) y $152.463 millones (financiero). 
 
Ambos indicadores forjarían un superávit primario y financiero equivalente a 3.6% y 1.9% del PBI respectivamente. 
 
Estas decisiones de política fiscal que buscaban estimular la demanda agregada con subsidios económicos y financiamiento a empresas del Estado, tuvieron un costo muy elevado en términos de desequilibrios macroeconómicos y financieros. Lo relevante aquí es que esta política de gasto público desmedido se fue financiando con recursos heterogéneos, en menor proporción del ANSES y fundamentalmente del BCRA. 
 
Se observa cómo los subsidios económicos, que explican el déficit fiscal, son financiados casi completamente por medio de la emisión monetaria del BCRA. 
 
Justamente, la emisión monetaria destinada a financiar al Tesoro explica el avance inflacionario y la inestabilidad cambiaria que, a su vez, terminan matando el crecimiento económico. 
 
El BCRA emite más cada año para financiar los déficits crecientes del SPN. Esta emisión monetaria creciente atenta contra la salud del balance del Banco Central, que por un lado ve acrecentado su pasivo (por aumento de la base monetaria y las LEBACs) y por el otro
enfrenta un deterioro de su activo, al perder reservas (por pago de deuda en dólares del Tesoro) y acumula créditos contra el Estado Nacional (por financiar su déficit). 
 
En este sentido, la deuda del Estado Nacional con el BCRA crece en línea con el crecimiento del gasto público y el incremento del déficit fiscal.
 
Este deterioro del balance del BCRA no es inocuo, ya que crea un desequilibrio monetario que impacta negativamente en la demanda de dinero y da lugar a un exceso de oferta de pesos, impulsando la inflación y el aumento del dólar. 
 
A medida que se incrementa la emisión monetaria, se acelera la inflación y se encarece el dólar oficial. 
 
Es importante destacar que no se espera un cambio de política fiscal en 2015, por lo que el gasto continuará ganando peso relativo en nuestra economía, el déficit seguirá creciendo y en consecuencia la emisión monetaria del BCRA para financiar al Tesoro aumentará.
 
Concretamente, esperamos un aumento del déficit fiscal en torno a 53% interanual y un BCRA emitiendo (para financiar al Tesoro) un 106% más que en 2014. 
 
Sin embargo, la apuesta del gobierno será priorizar la estabilidad financiera por sobre el nivel de actividad. 
 
Al gobierno le preocupará mucho más que el dólar aumente lo menos posible, las reservas caigan lo menos posible (con cosmética) y la inflación baje “un poco” en relación a 2014, que el crecimiento económico, que será negativo y no muy diferente al de 2014 (en el mejor de los escenarios).
 
El punto es que el aumento del gasto público, del déficit y la emisión exponencial del BCRA no son buenos ingredientes para la estabilidad financiera. La suerte de la estabilidad financiera se juega en el Mercado de Dinero y depende de lo que el BCRA haga con los pesos.
 
La variable clave es la demanda de dinero.
 
Para mantener el dólar cuasi fijo, minimizar la caída de reservas y bajar (algo) la inflación, es imprescindible que se modere la caída de la demanda de dinero (que disminuya el rechazo de los argentinos por la tenencia de pesos).
 
En la medida que no suceda, queda comprometida la “suerte” de la estabilidad financiera.
 
El BCRA debe seguir de cerca la evolución de la demanda de dinero y utilizar las LEBACs para adecuar la oferta de pesos a la demanda, evitando los desequilibrios monetarios (exceso de oferta) capaces de potenciar las expectativas de devaluación e inflación. 
 
A más déficit, se necesitará más emisión y con menos demanda de dinero, el BCRA tendrá que colocar más LEBACs. Estas variables son las que hay que seguir de cerca durante el 1er. trimestre.