- Preséntese
- Soy Graciela Camaño, abogada, madre, abuela y bisabuela. Mis logros más importantes son los familiares. Estar afectivamente bien con mis hijos, luchándola, criándolos y tener nietos hermosos y sanos. Mi logro es ver que la prole es feliz.
- Pero usted es un animal político
- Sí, lo soy. Me eligieron diputada seis veces. Me gusta mucho. Y también me siento en deuda.
- ¿Cómo es eso?
- La democracia está en deuda. Cuando vos ves los niveles de pobreza... Llegamos a más de 30 años de democracia y advertimos que no tenemos un modelo de país que tenga oportunidades para todos. En la década del 70, plena época de dictadura militar, la pobreza era de un 4%. Estamos generando una sociedad con una desculturización muy grande.
- ¿Usted es parte del fracaso político?
- Claro. Todos los dirigentes políticos de todos los partidos de todo este tiempo tenemos responsabilidad.
- Hábleme de su esposo, el “polémico” Luis Barrionuevo
- Y, sí, es polémico, muy polémico. En algún momento él no lo advertía, lo hacía naturalmente. Hoy es un gran especulador polemista. Pero los cuestionamientos a mi marido yo se los hago en privado.
- Dicen que usted sacó a Massa de la UCeDé y lo llevó al PJ. ¿Es por eso que es una de las pocas personas que se le planta en el FR?
- Yo no lo llevé: él vino a militar conmigo. Hoy somos amigos. Tengo una muy buena relación y no podría estar al lado de él si no lo admirara y sin poderle decirle lo que pienso. Nos conocemos de cuando éramos jóvenes. Sabemos lo que nos podemos decir y no nos ofende. Sergio cree, de verdad, que hay que terminar con los mesianismos personales.
- A Cristina también la conoce hace mucho. ¿Cómo la ve?
- Sí, en una época nos sentábamos en la Cámara una al lado de la otra. Yo creo que ella ha perdido una oportunidad histórica de poner en función muchas cosas que nos hizo creer cuando éramos colegas. Está pagando el precio de cosas que se hicieron muy mal en el Gobierno de Kirchner. Me parece además que Cristina intenta sacralizar a su marido. Esto de los monumentos... quiere forzar la puerta de la historia para que entre su marido. Tampoco digo que lo tire a la hoguera porque fue su marido. Pero se impuso la idea de que todo se llame Kirchner. Gastó tiempo y esfuerzo.
- ¿Qué le admira como mujer?
- Es evidente que es una linda mujer. Siempre le gustó lucir y lucirse. Cristina era así, le gusta el buen vivir: ella misma me dijo que era una burguesa urbana. Le gustaron siempre las carteras, su reloj, los zapatos franceses. Se comportaba como la señora del petrolero Kirchner: además de las carteras y las joyas cultivaba rosas. Me lo contó ella.
- ¿Cuándo fue eso?
- Un día en su casa. Me dijo: ‘¿Sabés que yo cultivo rosas?’ Y yo le respondí: ‘Yo cultivo tomates en macetas”. El problema es que algunos gastos indignan. Cuando se habla de todo lo que gasta en joyas... No comparto su estilo.
- ¿No me diga que usted no tiene posibilidades de darse gustos?
- Sí las tengo, aunque yo privilegio el trabajo en el territorio. Si hasta tuve que dejar de jugar al golf cuando Massa tuvo la idea de fundar un partido. Pero sí: cuando sea viejita y jubilada seguramente me dedicaré a viajar. Es una deuda que tengo.
- ¿Hay sindicalistas enriquecidos?
- Sí hay. En la historia de la humanidad siempre fue muy cuestionado el sindicalismo. Pero no todos son iguales, como no todos los políticos son iguales. La mayoría de los sindicalistas tienen una vocación muy grande.
- ¿Dónde ubica a Barrionuevo?
- Mi marido ha sido revisado minuciosamente por Domingo Cavallo y por todos los funcionarios de este Gobierno. Nuestro patrimonio se ajusta a lo que nosotros hicimos y hacemos.
- ¿Por quién pondría las manos en el fuego?
- Por Graciela Camaño.