Como todo año que se inicia, todos tendemos a imaginar un nuevo punto de inicio. Un cambio. Una mejora. Es como si fuera algo mágico, pasar de un año a otros nos trae ilusiones. Una de esas ilusiones es, creo yo, la ilusión de millones de argentinos que, a juzgar por las encuestas serias, esperan que este 2015 sea el último de una década nefasta para el país. Una década de atropellos, destrozo económico, destrucción institucional y un largo listado de temas.
Todo parece indicar que, probablemente, en 2015 tengamos un cambio de gobierno. Ahora bien, ¿cuán profundo puede ser el cambio de vida de los argentinos si el oficialismo pierde las elecciones de octubre? ¿No es una falsa ilusión tener la ilusión de un cambio sin cambiar los valores que rigen en amplios sectores de la sociedad? Para ponerlo de otra manera, creer que todo puede cambiar para mejor solo cambiando las personas pero no nuestros valores o nuestros comportamientos en la vida en sociedad, es una falsa ilusión.
El kirchnerismo no hizo todo este destrozo en estos 11 años solo por iniciativa propia. Sin el apoyo de amplios sectores de la sociedad nunca podría haber avanzado en esta pesadilla que hoy vivimos, aunque también es cierto que si la justicia hubiese puesto un límite en su momento, no hubiesen llegado tan lejos. El día que la justicia miró para otro lado ante el primer atropello que cometían, se sabía que quedaba abierto el camino a tanta injusticia.
La pregunta que uno puede formularse es si podía un juez ponerle un límite al atropello k con un fallo que claramente iba contra la opinión de un amplio sector de la sociedad que avalaba los dislates k. Personalmente creo que sí. Que los jueces tienen que ignorar los deseos de las mayorías y hacer justicia. No es función de los jueces conseguir la simpatía del electorado, sino proteger los derechos de los habitantes del país y, particularmente, el abuso de poder por parte de los gobernantes. Por más que una amplia mayoría vote en favor de violar el derecho de una minoría, es obligación del juez impedir, dentro de sus posibilidades, que esa violación sea consumada.
Todos sabemos que hoy nuestro país no tiene una democracia. Solo tiene un sistema de votación. Como se ha impuesto la idea que el que tiene la mayor cantidad de votos puede hacer lo que quiere, lo que se ha impuesto es la idea que mediante el voto estamos eligiendo a nuestros propios dictadores. Esos dictadores modernos buscan disfrazar de legalidad sus actos. Lo primero que hacen es usar el voto para llegar al poder. El acceso al poder les otorga el monopolio de la fuerza y una vez que obtienen ese monopolio de la fuerza entonces establecen la dictadura. Antes se hacía a los tiros, ahora vemos una competencia populista por ganar el favor de los votantes formulando promesas que solo pueden cumplirse si se violan los derechos de una minoría. Obviamente, no es que en las campañas electorales los populistas que devienen en gobierno autoritarios dicen lo que está en sus mentes de llegar al poder para luego usar el monopolio de la fuerza para violar, primero el derecho de las minorías y luego de las mayorías cuando el descontento popular llega a límites peligrosos. Solo con mirar lo que ocurre hoy en Venezuela uno puede advertir que el chavismo, primero fue por un sector de la sociedad venezolana y ahora, en que el descontento popular está mucho más extendido, el chavismo va por el sometimiento de toda la sociedad.
Pero volviendo a nuestros sueños del 2015, en que esperamos que se produzca un cambio sustancial en el uso ilegítimo del monopolio de la fuerza, me parece que es importante resaltar que sería una verdadera ilusión creer que la ilusión de un cambio es posible solo cambiando a las personas pero siguiendo con las mismas reglas de juego o parecidas.
En infinidad de oportunidades he insistido que la continua decadencia económica argentina tiene sus raíces en las instituciones que imperan en el país, entendiendo por instituciones las normas, códigos, leyes, costumbres, reglas que regulan las relaciones entre los particulares y de estos con el estado. En última instancia las leyes, códigos, reglas que imperen en una sociedad no serán otra cosa que los valores que dominen en la mayoría de las personas de ese país.
Es función de los profesionales que usamos los medios de comunicación para transmitir nuestras ideas, de los políticos honestos, de los jueces, periodistas, etc. tratar de transmitirle a la mayor cantidad de gente posible esos valores que luego se transforman en códigos, leyes, normas, reglas y costumbre que conformarán las instituciones que dominarán la sociedad.
Entiendo que es bastante difícil que la mayoría de la gente relacione calidad institucional con crecimiento económico y bienestar, sin embargo voy a dar un ejemplo. Días pasados veía en televisión como Margarita Barrientos, que ejerce la verdadera solidaridad en Los Piletones, afirmaba que no se debe vivir de los subsidios, sino del trabajo propio. Con esa frase, Margarita Barrientos demostró tener valores más sólidos que pseudo empresarios que viven a costa de proteccionismo, subsidios y demás negociados con el estado. No creo que Margarita Barrientos haya sido la única persona que entendió el sentido de la dignidad de ganarse el pan de todos los días con el fruto del trabajo propio. Entre la gente económicamente humilde hay muchas personas que tienen esos valores, en tanto que dentro del mundo empresarial suele haber valores que se basan en el lobby ante el estado para ganarse el favor de los corruptos funcionarios de turno. Pero, también reconozco que en la gente ha calado muy profundo el sentido de querer vivir a costa de trabajo ajeno, usando al estado para que le robe a los que producen el fruto de su trabajo y sea destinado a mantener a los vagos. En vez de robar directamente, le piden al estado que roben por ellos. Y los demagogos, con gusto hacen cometen ese delito bajo el argumento de la solidaridad social, la inclusión y versos de ese tipo que solo intentan disimular los actos corrupción económica y política.
Lo que estoy tratando de transmitir es que en este 2015 que comienza, muchos tienen la ilusión de quitarse de encima la plaga k, pero la realidad es que esa plaga aparecerá con otro nombre si no cambian los valores que dominan a amplios sectores de la sociedad.
Entiendo que la oposición, por una cuestión táctica, tal vez no pueda decir todo lo que hay que cambiar. Para ponerlo de otra forma, si un candidato populista con ambiciones totalitarias dijera en su campaña electoral que quiere llegar al poder para hacerse rico con los recursos del estado y luego lavarlos en hoteles para esconder su robo, dudo que alguien lo votara. O si dijera que quiere ganar las elecciones para silenciar a los que piensan diferente y asfixiar a la gente con impuestos, tampoco lograría gran cantidad de votos. Bien, de la misma forma, probablemente la oposición no pueda decir todo lo que va a tener que hacer cuando llegue al poder para desmontar la máquina de corrupción y destrucción montada en esta década. Pero sí es función de los economistas como yo y tantos otros que usamos los medios de comunicación, tratar de transmitir los nuevos valores que deben imperar en la sociedad. Porque esos valores son los que definirán las instituciones que imperarán y dependiendo de las instituciones que imperen podremos soñar con una economía próspera o en decadencia.
Para tener disciplina fiscal, habrá que bajar el gasto público y eso implica cambiar valores en la sociedad. También para bajar la presión impositiva y modificar este delirante sistema tributario habrá que cambiar los valores en la sociedad.
Si queremos exportar más, habrá que abrir la economía, y para eso tendremos que cambiar los valores en la sociedad.
Si deseamos bajar el gasto público, habrá que cambiar los valores en la sociedad, haciéndole entender a la mayoría de la gente que hay empleados públicos que cobran por no producir, millones de personas que viven de subsidios y despilfarro en la obra pública, por citar algunos ejemplos.
En síntesis, Dios quiera que 2015 sea el inicio de un cambio en serio en la Argentina, es decir, que sea el inicio de un cambio de valores y no un simple cambio de gobierno para que otro que venga atrás haga las mismas burradas que hizo el kirchnerismo pero más educadamente. Dios quiera que los argentinos vayamos por más y no solo cambiemos de gobierno, sino, fundamentalmente, por un cambio de valores de valores. Esa es una ilusión que realmente vale la pena tener soñar.
Fuente: Economía para Todos