En la agricultura, al igual que en muchas otras actividades, los buenos resultados productivos surgen por causa y efecto de la construcción técnica. Hugo Ghio, reconocido productor del sudeste cordobés y socio pionero de Aapresid, sabe muy bien de qué se trata hacer ingeniería. Desde hace más de quince viene “construyendo ambientes” en Don Osvaldo, su campo en la localidad de Camilo Aldao, a los que se suman otros quince años anteriores de pruebas con la siembra directa.
Como buen agricultor y con el conocimiento que le brinda haber indagado por largo plazo en los ambientes de Don Osvaldo, Ghio dialogó con Clarín Rural y contó sobre las principales resultados, ventajas, desventajas y beneficios de ajustar el manejo técnico, paso por paso, en esa construcción.
El productor empezó en 1997 con la rotación trigo/soja de segunda y luego maíz, que es la que actualmente práctica en su campo y en unidades productiva vecinas de las que es dueño o alquila.
Ir construyendo ambientes desde entonces implicó un cambio significativo en la producción de sus cultivos, en la calidad de sus suelos y en el manejo flexible que le permite hacer frente a diversas contingencias.
Ghio recuerda que también hay cuestiones por ajustar dentro de su rotación estabilizada, pero se alienta cuando menciona los beneficios que fue sumando.
“En quince años se ve una mejora en muchos aspectos, aunque cuantificarla no resulta tan sencillo. Se ve claramente el cambio en la productividad de los cultivos, más aun en la medida en que se agregan nutrientes. Estos resultados cambian considerablemente con la estrategia de fertilización. Hay un salto cuando se fertiliza con un solo nutriente respecto a cuando se fertiliza con dos o tres distintos y juntos. También mejora la producción si de la fertilización se espera retorno económico o solo se repone lo que se lleva el cultivo”, explica Ghio.
Por ejemplo, explica que es clave fertilizar la rotación trigo/soja de segunda-maíz con nitrógeno, fósforo y azufre. “Con fósforo hay que fertilizar sí o sí todo lo que se lleva el cultivo. En nitrógeno y azufre hay respuestas hasta más allá de las dosis que tienen retorno económico, una cuestión que sigue conviniendo económicamente”, señala.
Por otra parte, construir ambientes en base a una rotación estable le permite estar apoyado comercialmente en tres cultivos.
“Hay tres patas en las que hacer pie en el mercado y así se está menos expuestos a los vaivenes, aunque hoy solamente uno de los cultivos es el que da fortaleza económica”, se lamenta el productor, en clara alusión a la dificultad de exportar trigo o maíz.
La cuestión comercial le da pie a Ghio para teorizar sobre el impacto del monocultivo y de lo que ve cuando compara su esquema de largo plazo con otros de la zona.
Sostiene que con una mayor intensificación regional puede morigerar el efecto del ascenso de las napas freáticas, una consecuencia que para él está asociada al monocultivo de soja. En este sentido, se desmarca de la propuesta que hace para toda la región, ya que cree que aumentar sus niveles de intensificación dificultaría el manejo.
“Con esta rotación, muchas veces tengo problemas con los excesos de cobertura. Tengo que planear bien el ciclo de los cultivos y la fecha de siembra debido a las bajas temperatura que toman los suelos, que retrasan el nacimiento de las plantas”, afirma.
Retomando el tema de las napas, advierte que “con un nivel más alto cuesta mantener los niveles de productividad del maíz, y a veces del trigo. Además, crea problemas para sembrar y que se establezcan la plantas. Son temas de absorción de nutrientes y complica practicar una rotación estable”.
Al hablar del modelo de manejo actual que tiene, Ghio reflexiona y dice que la captación y retención de agua fueron ideas prioritarias en su momento para tener mayor agua disponible, pero hoy ese modelo productivo consume muy poco del líquido elemento. Por ese motivo, enfatiza sobre la importancia de volver hacia un sistema de mayor demanda.
Así, explica que “antes había en una gran zona con especies plurianuales (como las pasturas), cultivos más sucios por las malezas, barbechos más enmalezados, más cultivos de invierno. Actualmente sembramos solamente el maíz, que consume 500 milímetros. Pero llueven 900 milímetros por año. Entonces, los excedentes para algún lado tienen que ir”.
En el tema de las malezas, la “construcción de ambientes” le brindó protección y un mejor perfil sanitario, ya que la rotación de cultivos también lo obliga permanentemente a rotar principios activos de herbicidas.
Todo este manejo ajustado y el conocimiento de cada uno de los lotes fue decisivo para dar otro paso hacia una agricultura responsable. En octubre pasado, Ghio logró la doble certificación Agricultura Certificada y la norma RTRS de soja responable, que otorga Aapresid, en 4.850 hectáreas, entre campos propios y alquilados, tanto en el sudeste cordobés como en los campos de Trenque Lauquen, en el oeste de la provincia de Buenos Aires.
“Son dos escenarios complementamente distintos. En el sudeste de Córdoba hay un planteo puramente agrícola y en Buenos Aires es mixto”, detalla. Y agrega que el acomodamiento general de los campos, o la capacitación de los operarios, fue lo que le demandó más tiempo para tener todo en orden al momento de las auditorías.
Pero tomar decisiones y analizar ambientes es parte de la construción del
sitio donde se producirá. Ghio sabe cómo hacerlo.
Fertilizar es clave
En el campo de Hugo Ghio, en la localidad de Camilo Aldao, en el sudeste cordobés, el productor lleva desde hace más de 15 años un ensayo de larga duración monitoreado por el INTA, Aapresid y el IPNI, cuenta Juan Pablo Iole, uno de los responsables, técnico del INTA Marcos Juárez. En una superficie de veinte hectáreas hace la misma rotación que en todo el campo, pero prueba distintas combinaciones de nutrientes (macros y micros) y de dosis.
El rotar diferentes cultivos sobre la misma superficie, en varias campañas, brinda beneficios, pero también desafíos, explica Ioele. Entre los primeros se destacan la gran ayuda que dan las rotaciones para resolver problemas de malezas, ya que al realizar diferentes cultivos hay que variar principios activos de herbicidas. Asimismo, meter un cultivo invernal (trigo), en una secuencia intensificada, el mismo año de la cosecha de uno estival (maíz) ahoga al banco de malezas latente que está en la superficie, debido a la competencia por los recursos.
Los mismos beneficios están en el manejo de insectos y enfermedades, ya que al intercalar diferentes cultivos en una secuencia planificada se logra cortar el ciclo de estos agentes. También con rotaciones se producen cambios químicos y físicos sobre el sustrato, precisa Ioele. Al mismo tiempo, indica que el impacto de la nutrición en la obtención de mejores cultivos se evidencia principalmente a lo largo de los años en el “ambiente construido”. La fertilización de un lote se construye con una mirada que va más allá de las residualidades de cada nutriente, porque las racíes de un cultivo bien alimentado exploran más profundo y los residuos de la planta aportan mucha más materia seca, precisó Ioele.