La aparición de malezas resistentes lleva al resurgimiento de viejos problemas, que se pueden enfrentar con actualizadas soluciones. Entre las principales recomendaciones para enfrentar a las especies que han generado resistencia al glifosato aparece la rotación de herbicidas con diferentes principios activos. Por esta vía, uno de los que volvió a la palestra es el 2,4 D, cuya aplicación puede generar problemas indeseados a lotes cercanos con cultivos sensibles como el girasol. De esta forma, aparecen riesgos de fitotoxicidad que pueden surgir a causa de la deriva de gotas y/o de la deriva de vapor.
Un trabajo de Jorgelina Montoya, del INTA Anguil, señala que los daños a cultivos sensibles al 2,4 D son un problema frecuente e innecesario que puede ser minimizado a través de un uso racional del producto.
La deriva de las partículas contenidas en las gotas a causa del viento, a diferencia de la deriva de vapor, “puede darse en cualquiera de las formulaciones de 2,4 D (éster o sal amina) o cualquier otro producto pulverizado”, dice la especialista y alerta sobre las aplicaciones realizadas en condiciones ventosas y utilizando picos y presiones que crean un fino spray de gotitas, ya que en esos casos aumenta el riesgo de deriva de partículas.
Con excepción de algunos casos extremos, se señala que normalmente se observan derivas de corta distancia y se considera que 60 metros desde el área de aplicación al cultivo sensible, sería suficiente para prevenir problemas de fitotoxicidad.
Montoya explica que en situaciones riesgosas, es posible disminuir la deriva utilizando picos de pulverización que produzcan gotas de mayor tamaño, aunque esta alternativa debe compatibilizarse con el número de impactos por centímetro cuadrado que se busca lograr según el objetivo planteado en cada tratamiento.
Sin embargo, aunque a igual caudal de entrega los picos de ángulo más amplio producen gotas más finas, esto es compensado por la menor distancia necesaria desde el pico al objetivo para garantizar una adecuada superposición. “La escasa energía inercial de las gotas pequeñas hace que el acortamiento de dicha distancia contribuya a mejorar la llegada del producto al objetivo”, dice Montoya.
Por otro lado, es posible utilizar productos reductores de deriva que disminuyen el número de gotas con un diámetro menor a 100 micrones.
Deriva de vapor
Tanto en girasol como en soja la mayoría de los daños provocados por 2,4 D son causados por la deriva de vapor de las aplicaciones con formulaciones éster de este herbicida. Estos efectos negativos surgen cuando el herbicida se volatiliza y sus vapores se mueven hacia un cultivo sensible.
En el caso del girasol, la susceptibilidad a derivas de ésteres de 2,4 D se incrementa gradualmente desde los estados de plántula hasta estrella, disminuyendo a partir de inicios de floración.
La especialista del INTA Anguil señala que “las altas temperaturas, la baja humedad relativa, la humedad en el suelo y las inversiones térmicas aumentan el potencial de deriva de vapor”. Los daños por esta causa pueden ocurrir a distancias muy alejadas del sitio pulverizado. Por lo tanto, Montoya indica que las formulaciones éster no deberían ser utilizadas si existen cultivos sensibles a distancias menores de 1.5 kilómetro. Y agrega que la formación de vapores de ésteres muy volátiles de 2,4 D se triplica cuando se incrementa la temperatura de 16 a 27ºC, a la vez que los esteres de baja volatilidad producirían vapores perjudiciales a partir de temperaturas entre 27 a 32 ºC. “Sin embargo –explica-, las temperaturas de suelo suelen ser de mayor magnitud que las de aire, por lo que podrían producirse daños por deriva a temperaturas atmosféricas menores a 27ºC”.
La especialista indica que las derivas de vapor pueden evitarse reemplazando el uso de las formulaciones éster, ya que “las pulverizaciones con formulaciones de 2,4 D sal amina no son problemáticas”.