La renuncia de Ana María Edwin a la titularidad del Indec y su reemplazo por Norberto Itzcovich, que se desempeñaba como director técnico del instituto creado en 1968 para orientar y ejercer la dirección de todas las estadísticas oficiales que se realicen en el país, es la ratificación de una gestión lamentable, teñida por el fraude y la mentira.

La manipulación de los datos del otrora prestigioso Indec lleva ya siete años, cuando Guillermo Moreno, por entonces secretario de Comercio Interior, lo intervino con el fin de ocultar y tergiversar las verdaderas cifras de la inflación.

Edwin fue la persona elegida por Moreno para llevar adelante esa tarea, discontinuando las mediciones del organismo estatal. La manipulación fue rápidamente denunciada por técnicos de carrera del Indec que observaban cómo el instituto comenzaba a alejarse de la realidad que auscultaban las direcciones de estadísticas provinciales.

Como resultado de una actitud vengativa, plagada de atropellos por parte de las nuevas autoridades del Indec, esos técnicos fueron echados del organismo y perseguidos, como también lo fueron las consultoras privadas que, mes tras mes, desnudaban el fraude del Gobierno, y los legisladores de la oposición que, ante el atropello oficial, decidieron crear un índice de inflación serio y verosímil, conocido como el "índice Congreso".

La intervención iniciada por Edwin continúa aun con su renuncia. Itzcovich es un morenista acrítico, sin vuelo propio. Si bien ingresó hace más de dos décadas en el Indec, llegó a obtener cargos jerárquicos durante el kirchnerismo. Él fue quien, junto con Edwin y la tristemente célebre Beatriz Paglieri, formaron un triunvirato para concretar la alteración de las estadísticas oficiales reclamadas por el Gobierno para presentar logros donde no los había.

Esa vulneración de datos oficiales constituye, a todas luces, una inmoral anormalidad que, entre otras cuestiones de radical importancia, impide realizar un adecuado diagnóstico social con vistas a la elaboración de políticas públicas eficaces y a largo plazo. La manipulación hasta el absurdo de los precios de la canasta básica, por citar un ejemplo de esta burda maniobra, ha derivado en la mentira de las cifras oficiales de pobreza e indigencia, que ni siquiera se vienen publicando en el último año.

Ese falseamiento también entorpece -cuando no espanta- las inversiones privadas, obliga a la Argentina a pagar de más por el cupón atado al presunto crecimiento del PBI, con el consiguiente aumento del costo del endeudamiento; obstruye las relaciones contractuales y la discusión salarial, y nos hunde en una interminable espiral de descrédito internacional.

El lanzamiento este año del nuevo Índice de Precios al Consumidor Nacional Urbano (Ipcnu), surgido en respuesta a una moción de censura del FMI ante la inverosimilitud de nuestras estadísticas, aún está lejos de reparar el daño infligido por el kirchnerismo durante todos estos años.

Edwin e Itzcovich son artífices de este proceso de groseras mentiras. El reemplazo de uno por otro en el Indec no significa más que eso: un cambio para que nada cambie, con el agravante de que Edwin seguirá al frente de un alto cargo estatal, ahora como directora del Instituto Nacional de la Administración Pública (INAP), dedicado a la capacitación de empleados del Estado y dependiente de la Jefatura de Gabinete, que encabeza Jorge Capitanich. E increíblemente lo hará reteniendo el puesto de directora de Recursos Humanos y Organización en el Indec, según consta en el decreto suscripto por Cristina Kirchner y publicado en el Boletín Oficial del 30 del mes último.

No obstante esa doble función, sus seguidores en el instituto no se privaron de convocar a una fiesta en un boliche bailable de moda de Palermo para despedirla del Indec. Y prometían llevar a los trabajadores al agasajo a bordo de ómnibus que partirían desde la propia sede del Indec.

Por lo demás, Edwin sigue el camino de otros tantos kirchneristas a los que el Gobierno ha decidido premiar con nuevos cargos públicos en reconocimiento a los servicios prestados; entre ellos, el propio Guillermo Moreno, hoy agregado económico de la embajada argentina en Italia; Juan Manuel Abal Medina, que pasó de la Jefatura de Gabinete a ser embajador ante el Mercosur y la Asociación Latinoamericana de Integración (Aladi); Nilda Garré, de ministra de Defensa a embajadora ante la OEA, y Hernán Lorenzino, ex ministro de Economía y por estas horas embajador argentino en Bélgica, embajador extraordinario y plenipotenciario ante la Unión Europea y titular de la Unidad de Reestructuración de Deuda, sólo por citar algunos casos.

Falsedad estadística, desprecio por las instituciones y amiguismo político conforman un cóctel lamentable con consecuencias nefastas para todos los argentinos.