Si bien el progresismo no tiene una definición muy precisa, las ideas o medidas que defiende, o lo que hace en la práctica, lo van caracterizando con cierta nitidez. Las ideas que acepta, propugna o defiende el progresismo en la actualidad en la Argentina son, entre otras, las consignadas a continuación:
1) Promover los subsidios a diferentes sectores vulnerables de la sociedad y favorecer el consumo sin poner demasiado el acento en la inversión. 2) Preferir una economía de corte estatista o intervencionista basada en resultados de corto plazo, con control de precios, de costos y de cambios, incluyendo impuestos a la exportación de hasta el 35%, con freno a las importaciones. 3) Defender los derechos humanos aunque con énfasis en las personas de una determinada ideología. 4) Estar de acuerdo con que no debe penalizarse el consumo individual de drogas. 5) Sostener un garantismo muy fuerte en defensa de los derechos de los delincuentes y proponer limites muy firmes al accionar de la policía, sin decir mucho del sufrimiento de las víctimas. 6) Favorecer una postura poco clara sobre el aborto. 7) Apoyar la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. 8) Asociarse internacionalmente con Cuba, Venezuela, Bolivia, Ecuador y otros países, conformado un bloque para actuar en determinados foros internacionales, generalmente proponiendo medidas de corte socialista o estatista. 9) Llevar adelante consignas, proclamas y discursos contra Estados Unidos, pero también pedirle que los ayude. 10) Estar en contra del FMI y pagarle por adelantado todas las deudas, aun las no vencidas, "para no depender de ese organismo".
El progresismo anteriormente tenía una connotación que se asociaba a la idea de favorecer el "progreso". Actualmente, "progresismo" tiene un significado diferente a progreso. Ser "progresista" es algo más bien político, con connotaciones de izquierda, especialmente desde el punto de vista cultural o intelectual.
Desde el punto de vista productivo, la principal preocupación del progresismo no es la unidad productiva del mundo del siglo XXI, la empresa ni, mucho menos, la empresa grande que por sus dimensiones y economías de escala es muy eficiente y que es la que puede ocupar a más trabajadores formalmente y con una gran constelación de pymes trabajando a su alrededor.
Para el progresismo, la economía debe estar orientada o dirigida por el Estado y las empresas serían como "agencias" productivas del Estado. Se les dirá a qué precios vender, cuánto importar, si falta oferta en el mercado local se prohibirá exportar ese producto o se les pondrán derechos de exportación, se le dirá a qué tasa endeudarse y, si es una empresa amiga del Gobierno o está en su línea de acción, se le dará tasa de interés subsidiada, protección arancelaria para que pueda vender más caros sus productos localmente y algunas otras ventajas.
Los últimos 12 años de gobierno han sido dominados por el progresismo, aunque también ha habido progresistas en la oposición que critican duramente al progresismo oficial. Ninguna gestión es completamente pura, pero es indudable que en la última década el progresismo ha predominado en nuestro país.
Los resultados de dicho progresismo han presentado fluctuaciones a lo largo de esta década pero, como balance, no han sido buenos para el país. La pobreza, si bien bajó desde el extraordinario pico de 2002, es aún de 27% después de 12 años de gestión, cifra mucho más alta que los mínimos de la década del 90 y mucho mayor que al inicio de la democracia, cuando era de alrededor del 5%. Este es el fracaso más grande del progresismo, que se trata de disimular con estadísticas oficiales cuestionadas, que muestran un costo de vida ficticiamente bajo y en el que nadie cree, ni siquiera el propio oficialismo, ni los sindicatos, ni la población. Con un costo de vida tan bajo, la pobreza oficial es también baja, pero la realidad es diferente. No se ha dado a conocer el índice de pobreza que resulta con el nuevo cálculo del costo de vida oficial recomendado por el FMI.
La pérdida de la autonomía energética es otro importante fracaso del progresismo. Al ponerse precios subsidiados, completamente alejados de los costos de la energía, la inversión en exploración y explotación se derrumbó y la producción declinó, en tanto que explotó el consumo, pues la energía fue casi regalada en los últimos 12 años. La Argentina perdió el autoabastecimiento de energía y tiene que importar rígidamente unos u$s 12.000 millones por año de gas, gas oil, electricidad, lo que convirtió en muy vulnerable al sector externo del país.
Si bien se efectuaron reestructuraciones importantes de la deuda externa como la de 2004, y se aceptó la propuesta de los bonistas para hacer un canje en 2010, la política seguida por el progresismo posteriormente no logró salir completamente del default iniciado en diciembre de 2001 y el Tesoro Argentino no ha podido volver a los mercados voluntarios de deuda, o sea que no se logró el objetivo que se espera de las reestructuraciones acertadas: recuperar el crédito internacional para el caso en que eventualmente se quisiera o se requiriera tomar recursos financieros internacionales (como es la situación previsible para 2015). Nos perdimos la década del dinero gratis en el mundo, que aprovecharon Bolivia, Uruguay, Paraguay y demás países vecinos a plazos muy largos con tasas muy bajas para mejorar su infraestructura. Se inició el gobierno de la actual administración en 2003 con default y también termina la década del progresismo volviendo al default.
La inseguridad, que afecta principalmente a los más pobres, se ha convertido en el principal problema que sufre la población. Según las encuestas de opinión más reconocidas, a pesar de que tenemos una inflación de 40% y este año una recesión de 2% o más con caída de 5% en los salarios reales, el deterioro económico ha quedado en segundo lugar por el temor que genera la inseguridad física.
El tema de la transparencia es fundamental para la democracia. En estos años ha sido importante el número de funcionarios del progresismo en el gobierno que están cuestionados y tienen que enfrentar juicios. Un valor central del progresismo era su posición ética, su gran honradez, es decir, preferir la pobreza al dinero, posición que se ha visto soslayada en estos 12 años, aunque hay excepciones honrosas.
Los progresistas opositores a la presente gestión no se han expedido con claridad, quizá porque tienen muchas cosas en común con la actual administración o quizá porque piensen que todo o gran parte de lo llevado a cabo en estos 12 años es preferible a otras alternativas políticas.
Creo que entre todos debemos delinear una Argentina grande, como pudo ser hace 100 años, cuando también los granos tenían un alto precio internacional como en la última década, precios que aunque ahora bajaron siguen siendo altos. No desperdiciemos lo que aún queda de esta oportunidad y recordemos que nos necesitamos entre todos, que es fundamental que nos corrijamos mutuamente, pues ninguno es dueño de la verdad y viendo solo enemigos en los demás perderemos el camino correcto.