Eso dicen quienes tienen oportunidad de hablar con ella, desde dentro y desde fuera del Gobierno. Todos temen por el clima social, más que por el económico, aunque, como ya se dijo aquí, hay banqueros que ya trabajan con escenarios de inflación mensual de hasta 5%, equivalente al 60% anual.

Diciembre es el gran fantasma, por el recuerdo de las rebeliones policiales y las olas de saqueos de 2013. Pero nadie quiere decirlo en público, porque inmediatamente es acusado de estar promoviéndolo. Ya lo sufrió el gastronómico Luis Barrionuevo. "Se fue de boca", dice un empresario, que cree que "ahora lo van a usar de chivo expiatorio e intentarán con su ejemplo disciplinar a todos los demás".

Achacan otro error garrafal al presidente de la UIA, Héctor Méndez. "Si en la reunión del Grupo de los Seis dijo que desde algún sector de la Justicia le dijeron que la ley de abastecimiento será inevitablemente declarada inconstitucional, metió la pata", señalan los que dicen saber cómo se maneja Cristina. "Le dejó la mesa servida. Ante la primera declaración de inconstitucional de esa ley, que lo es, dirán que había jueces que ya habían prejuzgado y que en la conspiración estaba, cuando no, el CEO del Grupo Clarín, Héctor Magnetto", afirman.

Por eso las automotrices guardan tanto silencio. Casi sin abrir la boca, ya están en la lista de supuestos conspiradores desde diciembre pasado por haber advertido, cuando era un proyecto, que el impuesto a los vehículos supuestamente de lujo era una locura que terminaría destruyendo el mercado.

Por eso los bancos tampoco dicen demasiado. La vuelta "heroica y épica de las compras en 12 cuotas" por obra de "la intervención estatal" no es otra cosa que el reflejo de una rebaja de los encajes bancarios. Es decir, un modo de compensar las subas de tasas generadas también por la intervención del Estado.

El plan Ahora 12, como si nunca hubieran existido esos plazos de financiación con tarjeta que el propio Estado fulminó, no incluyó los pasajes de Aerolíneas Argentinas, sino los terrestres con destino en el país. Es que la subsidiada aerolínea los mantenía. Y el sector de pasajeros de larga distancia lo pasa cada vez peor, porque las compensaciones por la competencia desleal de los pasajes de la aerolínea de bandera se pagan, afirman, cada vez con más retardo, mientras la inflación aprieta.

Con sus arranques por la sospecha de conspiraciones, Cristina Kirchner espanta hasta a quienes quieren ayudarla. Los que tratan con el papa Francisco dicen que en marzo, en la cordial reunión que tuvo con Barack Obama, pidió especialmente por la batalla de la Argentina contra los fondos buitre. El norteamericano, que se declaró "gran admirador" del Sumo Pontífice, dijo que sí, por supuesto.

Obama cumplió y su gobierno se presentó respaldando la posición argentina tanto en la causa principal como en la llamada discovery -en la que los holdouts piden rastrear activos argentinos-, en las que la Corte Suprema decidió en junio pasado. Por acción u omisión, el más alto tribunal norteamericano dejó firmes sentencias de primera y segunda instancia contrarias a las pretensiones del Gobierno. Y desairó incluso a Obama.

Cristina denunció una conspiración, una extorsión, una operación delictiva encabezada por el sistema judicial norteamericano. Un financista de Wall Street que tiene más simpatía por los republicanos que por los demócratas dijo: "Ahora Obama no puede hacer más nada por ella, votará en la OEA y la ONU en contra de la Argentina; ya tiene muchos frentes internos por su política exterior, no puede permitirse uno más por ayudar a una Presidenta que dice que todo el sistema judicial norteamericano es una mafia".

La Presidenta pareció no caer en la cuenta de que, mientras insiste en esos métodos, es ella misma una máquina de sabotearse, mientras imagina que conspiran en su contra los que le señalan sus groseros errores.