Llevados por un estado de alarma que tiende a generalizarse, dirigentes que no han tenido contacto entre sí comienzan a conversar sobre los riesgos de la crisis. Además, como el ajuste llegó a la estructura del Estado, los que tienen responsabilidades administrativas calibran el daño electoral de las nuevas restricciones. La proximidad de las urnas reduce el altruismo a grado cero. Los que gobiernan se preparan para la pugna fiscal. La disputa de poder será cada vez más una disputa por dinero.
Cristina Kirchner se adelantó, como siempre, al resto de la clase. Con una clarividencia prodigiosa, profetizó un cataclismo para diciembre. Lo atribuyó, también como siempre, a ese complot que la amenaza desde que tiene uso de razón. También Elisa Carrió vaticinó un cataclismo para la misma época. En su caso, sorprende la coincidencia con la Presidenta. Porque para llamar la atención Carrió debería anunciar algún período de calma.
Caudillos mucho más terrenales comparten los presentimientos de estas grandes
pitonisas. José Manuel de la Sota, por ejemplo, está convocando a líderes de las
más distintas fuerzas para, con toda discreción, elaborar un plan de
contingencia. Él tiene motivos para creer en las visiones apocalípticas de la
señora de Kirchner: el año pasado, Córdoba se vio envuelta en un incendio en el
que cooperó con su ausentismo la Gendarmería Nacional. Y fue en diciembre.
Los que gobiernan se preparan para la pugna fiscal. La
disputa de poder será cada vez más una disputa por dinero
También Eduardo Duhalde reabrió su confesionario de San Vicente, donde van los que tienen perdida la fe. Entre ellos, algún ambicioso ministro del gabinete nacional.
Entre los objetivos de esta conjura preventiva hay uno sobresaliente: atraer a Daniel Scioli. El gobernador de Buenos Aires estuvo ayer en contacto con sus aliados internos, José Luis Gioja,Eduardo Fellner y Gildo Insfrán, para prever las consecuencias políticas de las zozobras económicas. Gioja suele hablar con De la Sota, quien a la vez habla con Sergio Massa. No debería asombrar, entonces, que en cualquier momento se reproduzca una comida como aquélla de marzo pasado, en Remonta y Veterinaria, pero sin Carlos Zannini.
Los señores feudales del PJ gobernante experimentan una pesadilla. Su suerte
está atada a las decisiones de un equipo que carece de responsabilidades
territoriales y que no se expone a riesgo alguno en los próximos comicios. En el
comando de ese equipo está la señora de Kirchner, que confió el destino del
oficialismo a Axel Kicillof, un ministro cuyas decisiones comprenden cada vez
menos quienes dependen de ellas para ganar las elecciones. Cuando crece la
presión sobre el dólar, Kicillof baja la tasa de interés, en vez de subirla; con
una inflación del 40%, refuerza los controles de precios; la emisión monetaria
se desborda, pero él se propone reactivar la economía elevando el gasto público;
mientras tanto, su estrategia para aumentar la oferta de divisas es, más allá de
un brumoso swap con China, reducir las importaciones. Los viejos leones del PJ,
que sacralizan la palabra "conducción", están en pánico. No entienden las
maniobras del que está frente al volante.
Scioli es el más afectado de ese grupo. Su capacidad administrativa se limita a una caja de guerra. Todos los días consulta a sus tesoreros Rafael Perelmitter, Luciano Di Gresia y Gabriel Estelles, para saber si puede pagar algo más que los salarios. La respuesta casi siempre es negativa. Por culpa del conflicto con los holdouts, Scioli no contará con los 500 millones de dólares que pensaba conseguir emitiendo un bono. Deberá revisar, entonces, algunas iniciativas de campaña, como la de llenar las calles de policías para mayo próximo. La "onda naranja", que hace dos meses prometía ser un tsunami, será mucho más modesta.
El drama fiscal condiciona la ubicación de Scioli en el tablero. Luis Barrionuevo, en nombre del sindicalismo disidente, le propone encabezar la reunificación del peronismo. Ese movimiento aislaría a Cristina Kirchner. Tal vez Barrionuevo no esté al margen de las preocupaciones de De la Sota, con quien está alineado en la interna del PJ. Para Scioli es una tentación riesgosa. Con menos recursos, depende más de la Presidenta. La astucia de James Carville no alcanza para resolver ese dilema: cuanto menos agradable es el Gobierno, más debe defenderlo.
Los dirigentes del empresariado se irritan cuando ven al gobernador defender
en público iniciativas como la ley de abastecimiento, que critica frente a ellos
en privado. La tolerancia de esos hombres de negocios frente a Scioli contrasta
con la severidad con la que tratan a la señora de Kirchner. Esa asimetría podría
modificarse desde ayer al mediodía. En un almuerzo de los máximos empresarios
del país se analizaron nuevas resistencias frente a la ley de abastecimiento.
Entre ellas, reclamar solidaridad a los políticos. Es posible que Scioli reciba
un mensaje de Héctor Méndez, el titular de la UIA, en las próximas horas.
Scioli, con menos recursos, depende más de la Presidenta.
La astucia de James Carville no alcanza para resolver ese dilema: cuanto menos
agradable es el Gobierno, más debe defenderlo
Aunque su trance es menos angustiante, Mauricio Macri también ve venir el vendaval como una contrariedad proselitista. Néstor Grindetti, su ministro de Hacienda, le anunció una caída de recaudación de 1000 millones de pesos para lo que resta del año. El aviso debe de haber sido posterior al alquiler de los dos helicópteros con que cuenta ahora el jefe de gobierno. Macri acaba de suspender varios contratos.
La carrera electoral es incompatible con la restricción del gasto público. Los candidatos que están en el poder hacen campaña con los recursos del Estado. Ni la "nueva política" cambia esa costumbre. A este factor de desequilibrio fiscal hay que agregar el debilitamiento del kirchnerismo: obtener obediencia le saldrá cada vez más caro. La CGT-Balcarce, por ejemplo, cobró 1200 millones de pesos para las obras sociales para no sumarse al paro de Hugo Moyano y Barrionuevo.
En los últimos días, apareció otra razón de desbalance: la caída de la recaudación en términos reales. En agosto, los ingresos públicos aumentaron 31,3% interanual, cuando la inflación prevista para 2014 es de 40%. Es habitual que cuando disminuye la actividad las pequeñas y medianas empresas paguen menos impuestos.
Como la Presidenta se resiste a endeudarse, el desfase de las cuentas estatales se cubrirá con más emisión monetaria. Es el dato que miran los políticos, sobre todo los del oficialismo: las finanzas provinciales dependerán más del capricho del Gobierno.
Cristina Kirchner tiene sólo cuatro grandes rubros para hacer un recorte: las
jubilaciones, los salarios de los empleados públicos, los subsidios energéticos
y las transferencias a las provincias. Sería razonable que Kicillof aconseje,
una vez más, un aumento en las tarifas eléctricas metropolitanas. La subvención
a la electricidad se ha duplicado respecto del año pasado porque el Tesoro
absorbió todo el impacto de la devaluación sobre la importación de combustibles.
Es uno de los problemas que dificultan una nueva depreciación de la moneda. Sin
embargo, los gobernadores no creen que pueda haber un tarifazo. Se ven a sí
mismos como las víctimas de cualquier austeridad. De modo que la Argentina se
reencuentra con la vieja puja tributaria entre la Nación y las provincias.
La estrechez de la caja, combinada con demandas sociales en aumento, hace que Carrió aconseje a quienes gobiernan no exponerse con campañas onerosas. En este caso, Carrió coincide con Massa. El diputado festeja haber abandonado la intendencia de Tigre porque, en medio de la turbulencia, administrar sería un pasivo. Massa merece conocer el célebre aforismo de Giulio Andreotti: "El poder desgasta. Sobre todo al que no lo tiene".
La regla de Carrió y Massa suena razonable. Pero los intendentes del Frente Renovador están sometidos a ella. Scioli ha dejado de coparticipar los fondos que no son de distribución automática. Una razón más para que el diputado tinellista Martín Insaurralde migre hacia el peronismo disidente. Insaurralde planea regresar a la intendencia de Lomas de Zamora y encabezar un éxodo con otros colegas. Mientras tanto, saca los últimos recursos a Scioli.
El traslado de Insaurralde aumentaría el control de Massa sobre la provincia. Pero subrayaría el mayor problema del candidato "renovador": la sensación de que representa más una continuidad que un cambio del poder vigente. Un rasgo de Massa que ni siquiera la victoria sobre la señora de Kirchner, el año pasado, consiguió borrar. Ella, por otra parte, lo resalta. El primer artículo de la ley para cambiar el lugar de pago de los bonos reestructurados es una convalidación de los canjes de 2005 y 2010. Se entiende que los diputados del Frente Renovador aprueben la iniciativa. La primera operación la llevó adelante Roberto Lavagna, principal asesor de Massa. La segunda, el propio Massa. Lo está demostrando su política económica: como jefa de campaña de la oposición al peronismo la Presidenta es infalible.