En los últimos comentarios, varios lectores intervinieron con argumentos diversos en contra de mantener mercadería como forma de resguardar el valor de sus futuras inversiones para afrontar la campaña.
La cuestión central es quedar no sólo a resguardo de la inflación, que resulta más o menos previsible, sino también de una eventual depreciación de la moneda que, a su vez, motoriza la inflación por encima de lo que se puede prever. Parece un trabalenguas…pero es así.
El tipo de cambio real logró mejorar, luego de la depreciación de enero. Pero, a los pocos meses, tal mejora quedó anulada frente al desgaste que provoca la inflación. Porque la economía está recorriendo un círculo vicioso donde la inflación y la depreciación se alimentan mutuamente.
La cuestión es que ayer, el Banco Central determinó que los bancos reduzcan la posición global, desde ese día mismo, en moneda extranjera. Tal posición incluye no sólo las divisas como fundamentalmente es el dólar sino también los títulos en moneda extranjera e, indirectamente, afecta también a los contratos de dólar a futuro en cartera.
La reducción es del 30% al 20% de su responsabilidad patrimonial. Hasta ayer, el límite era del 30%, es decir que la baja es de 10 puntos.
La decisión apuntaría a incrementar la oferta de divisas y, por ende, frenar la escalada del “blue”.
Se calcula que la reducción del porcentaje implica cerca u$s 500 millones que pasan a formar parte de la oferta de divisas. Aunque según se consideren los activos podría llegar a cerca de u$s 1.000 millones.
La medida tendería a desinflar la brecha entre el dólar “blue” y el oficial.
La pregunta es ¿esta medida estaría preanunciando una devaluación?. ¿Por qué? Porque, al restringir la tenencia de dólares, a su vez, se limitaría el beneficio de los bancos por una devaluación pronunciada. Y simultáneamente, descomprimiría el valor del dólar informal.
Algunos directivos de Bancos intuyen que esta disposición es parte de un plan que prepararía el terreno para una posterior devaluación de la moneda nacional.
La suposición no es descabellada; la historia reciente revela un caso similar. En enero pasado, previamente a la devaluación, el Banco Central dispuso una reducción de la posición global en moneda extranjera, de 60% a 30%. Y, a los pocos días, se produjo la devaluación.
En aquel mes, la decisión del Banco Central provocó que las entidades financieras inyectaran a la plaza aproximadamente u$s 4.000 millones.
A medida que el límite se reduce, los bancos deben entregar mayor cantidad de dólares; de esta forma, se incrementa la oferta de esta moneda. Por ello, puede interpretarse que constituye el preludio de una devaluación sobre el tipo de cambio oficial con el propósito de elevar la competitividad internacional de la economía argentina.
Mientras tanto, el mercado sigue sometido a la tremenda presión de la oferta granaria del norte. EE.UU. llegaría a un volumen récord de 103 millones de toneladas de soja y 355 millones de maíz.
Si los valores internacionales no caen más es merced a la demanda. Por el lado de la demanda, los compradores internacionales se muestran activos. Las exportaciones norteamericanas superan a las registradas hace un año.
Con relación al ciclo 2014/15, Oil World proyecta exportaciones de EE.UU. en 46,3 millones de toneladas versus 45,6 millones estimadas por el USDA. Si llega a ser así, la recuperación de las existencias sería menor por lo que la acción del MERCOSUR tendría un papel mucho más relevante.
Por ello, es probable que en durante el verano de nuestro hemisferio, la relación oferta demanda para la soja sea más ajustada ya que recién en el otoño Argentina entrega la producción y Brasil se demora por sus tradicionales inconvenientes en el plano logístico.
Además, no sabemos cómo seguirá el clima en China donde hay preocupación por la producción de la cosecha gruesa dada la sequía imperante.
En síntesis, a no desesperar…