Parece lógico que la presidenta Cristina Kirchner le haya encargado al ex secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno la agregaduría económica de la embajada argentina en Roma. De lo contrario, si se apegara a su manual, caería en la paradójica situación de tener que sostener duras peleas con Miguel Galuccio , CEO de YPF, cuyo principal accionista es el Estado, como hizo desde 2006 con Juan José Aranguren, el presidente de Shell, y otros empresarios, cada vez que aumentaban los precios de los combustibles. Sucede que, contra los pronósticos iniciales, la estatización de la mayor petrolera del país derivó en un beneficio impensado para quienes venden naftas y gasoil: ahora, el Gobierno no sólo permite aplicar aumentos, sino que los lidera la empresa nacional.
YPF, dueña del 55% del mercado, dispuso desde las 0 horas de ayer un ajuste del 4% en promedio en las naftas y el gasoil que vende en todo el país. En la Ciudad de Buenos Aires, el litro de nafta súper de esa compañía cuesta ahora $ 11,91; la premium, $ 13,41; el gasoil, $ 10,82, y su versión más sofisticada, $ 12,40. Pese a eso, sus precios siguen entre los más bajos del mercado.
El resto de las petroleras siguieron el mismo camino. Petrobras, por ejemplo, aplicó una suba promedio muy similar a la de la petrolera que conduce Galuccio. Mientras que Axion (de los hermanos Bulgheroni y la china Cnooc, que vende combustibles bajo la marca Esso) comenzó a retocar las pizarras en los últimos días.
En tanto, Shell evaluaba ayer los movimientos de YPF para definir los pasos por seguir. Se espera que Oil, de Cristóbal López, también se sume a la tendencia.
Los aumentos de ayer consolidaron varios récords. Por ejemplo, acumulan un incremento por encima del 40% en lo que va del año, y superior al 60% en los últimos 12 meses.
Más costos
Para ponerlo en contraste, alcanza con decir que el incremento promedio del salario en las negociaciones paritarias de este año ronda el 30%. Por lo que, para quienes tienen auto, el peso de las naftas y el gasoil sobre su sueldo es cada vez mayor.
Además, la última suba es la séptima en el año. Desde que comenzó 2014, los combustibles terminaron el mes con el mismo precio que en el período anterior, sólo en junio y en agosto.
Devaluación mediante
El incremento de los combustibles, que genera fastidio en los automovilistas, es para las petroleras una evolución previsible del negocio. Según su explicación, se deben a la devaluación del peso.
Las refinadoras y comercializadoras compran el barril de petróleo en pesos, pero su precio está expresado en dólares y sigue la cotización del Banco Central. Al mismo tiempo, venden producto en pesos, por lo que la depreciación de la moneda los lleva a requerir más billetes para hacer frente a su materia prima.
En el transcurso del año, la devaluación fue del 29,2%, mientras que en los últimos 12 meses acumula un 48%. Las señales oficiales, además, indican que continuará el "salto competitivo", como algunos funcionarios denominan a la devaluación. Todo eso pondrá más presión a los precios de los combustibles.
El aumento en los surtidores y la recesión de la economía se combinaron este año para provocar una caída en la venta de naftas y gasoil, algo infrecuente durante el kirchnerismo. Según números oficiales, desde mayo se vende menos en los surtidores. La demanda de gasoil, el llamado combustible del trabajo, fue la mayor perjudicada, con un desplome del 10 por ciento.
"Hay una decisión del Gobierno de mantener actualizado el precio de los combustibles. No le cae bien a nadie, pero las naftas y el gasoil no están más caros que en Chile, Brasil, Uruguay y Paraguay. Evidentemente quieren recuperar YPF y le están prestando atención", explicó Oscar Díaz, presidente de Cecha, una de las asociaciones empresarias que reúne a los expendedores de combustibles.