En el mismo lugar que es escenario de uno de los episodios de Relatos salvajes, de Damián Szifron, la mayoría de los precandidatos presidenciales dio una demostración de civismo, de la que supieron ser costumbre en la Argentina de la democracia y que, gracias a las presiones y aprietes del Gobierno, se perdieron. La CAME, con su celebración del Día de la Industria, logró juntarlos a casi todos para que expongan sus propuestas, se sometan a las preguntas del auditorio de empresarios pymes y ¡hasta a conferencias de prensa!
Estuvieron casi todos. Hasta el que podría ser el sucesor de un gobierno que más de una vez ninguneó y hasta boicoteó esos encuentros empresariales. Y si no llegaron Randazzo, mucho más candidato oficial, ni el opositor "Pino" Solanas es porque tal vez demoraron demasiado en decidirse. Cuando dijeron sí, ya era tarde para una agenda tan extensa.
Desde el delicado equilibrio de Scioli, que quiere mejorar la herencia kirchnerista y arreglar sus estropicios sin decirlo ahora para no enfrentarse aún más con el núcleo duro, hasta la exitosamente histriónica Elisa Carrió, la más brava, incluso con el auditorio. También una de las más aplaudidas, quizá porque no fue agresiva y por sus condiciones para el stand up, aunque habló sentada.
Si hasta Massa, también bastante aplaudido, se resignó a no ser el que cierre el evento, honor que correspondió a Scioli. "Todos quieren ser el que cierre", decían en la organización.
"¿Quién habla ahora?", quiso saber, inquieto, el ex intendente de Tigre, cuando ya se iba, tal vez temeroso de que lograra más aplausos. "Binner", le sopló un asistente. "¡Ah!", contestó, y enfiló a la escalera como seguro de que el ex gobernador conseguiría tanto o más respeto y consideración, pero no concitaría tanto entusiasmo.
Todos estaban muy deseosos de seducir al pequeño y mediano empresariado que representa buena parte de la clase media. La menos condescendiente, cuando no, fue Carrió. "Si votan delincuentes, es problema de ustedes." Varias veces fustigó a las grandes corporaciones y generó simpatías. Una potencial polémica se salvó porque el más fustigado fue José Ignacio Mendiguren, que ya se había retirado. "Ni lo saludó", advirtió.
El ex motonauta piloteó en aguas turbulentas. Dijo que es necesario solucionar el frente externo. Hasta dijo una vez la palabra "inflación". Pero respaldó, sin ahondar, "lo que está haciendo" el Gobierno en el frente externo.
Macri admitió que domar la inflación tomará dos o tres años. En los corrillos le elogiaban el coraje de no ofrecer soluciones mágicas.
Scioli logró adhesiones recordando el origen pyme de su familia y dijo que si hay un candidato del sector, es él. Se definió "conciliador", pero aprovechó para fustigar las tasas a los combustibles que aplican municipios massistas. Todo fue un "relato civilizado", aunque por alguna razón la Presidenta postergó el encuentro protocolar para saludar a los pymes por el Día de la Industria.