El balance productivo de la campaña de soja 2013/14 en Entre Ríos es negativo para aquellos productores que siembran hasta 300 hectáreas, debido a que el ingreso se situó en 24,6 qq/ha; mientras que el gasto total para el funcionamiento de la empresa fue de 28 qq/ha sin arrendamiento y 35 qq/ha pagando el alquiler de la tierra.
Así se señala en un informe especial dado a conocer por la Bolsa de Cereales de Entre Ríos en donde se analizan los números de la última campaña sojera en la provincia, al tiempo que se advierte sobre las dificultades que podrían tener los pequeños productores para acceder al financiamiento que les permita continuar produciendo.
Ingresos. El trabajo de la Bolsa remarca que los ingresos del agricultor están estrechamente relacionados con el rendimiento alcanzado por hectárea, el precio que fija la cotización de los granos y los costos de producción, y recuerda que la producción agrícola está altamente influenciada por el clima, cuyos efectos ejercen presión sobre los precios que recibe el productor.
Es, subraya la Bolsa, “una producción caracterizada por su alto riesgo e inversión inicial” y “su bajo retorno financiero, lo que la hace muy vulnerable si dentro del marco político no se le brinda el apoyo debido”.
En la campaña 2013/14 el clima jugó a favor. Se presentaron abundantes lluvias hacia fines de enero y principalmente en febrero que resultaron claves y aportaron el agua suficiente para que la oleaginosa logre buenos rendimientos. El rendimiento promedio de la soja en Entre Ríos se ubicó en 24,6 qq/ha, una cifra superior al valor promedio de los últimos años que se posiciona en 22 qq/ha aproximadamente.
¿Todos ganan?
El trabajo de la Bolsa de Cereales, ante este escenario, se pregunta si todos ganan. Para dar una respuesta certera, señala, es fundamental realizar un análisis detallado de los diferentes estratos o escalas productivas y sus respectivos gastos de operatividad en la provincia.
“Una encuesta realizada oportunamente da cuenta de que el 60% de los productores agropecuarios entrerrianos pertenece a la categoría de productor medio, es decir aquel que produce en una superficie que oscila entre las 300 y 500 hectáreas (dentro de las cuales hay superficie propia y arrendada)”, agrega el informe.
En general estas empresas “son familiares, donde el jefe de familia cumple las funciones de empleado, administrador y gerente de la empresa, cuya principal actividad e ingreso es la producción de cereales y oleaginosas, en donde la soja por factores nacionales e internacionales se ha convertido como la principal fuente de ingreso”.
Un 18% cultiva entre 500 y 1.500 hectáreas y un 22% supera esta superficie. En este último estrato se encuentran los grandes productores, pooles de siembra y grandes estancias.
Egresos. Los gastos del productores, en tanto, incluyen varios ítems: las labores (operaciones realizadas con la maquinaria agrícola tendientes a la siembra, fertilización y aplicación de productos fitosanitarios), los insumos (semillas, curasemillas, fertilizantes, fungicidas, herbicidas, coadyuvantes, etc.), cosecha y comercialización (gastos efectuados en la cosecha, fletes, acondicionamiento del grano y comisiones generadas por las ventas), y el arrendamiento (el costo del alquiler de un bien inmueble, tomándose como precio promedio en Entre Ríos 7 quintales de soja/ha/año).
También deben incluirse los gastos de estructura, o indirectos, es decir aquellos que un establecimiento tiene sin importar qué actividades realiza, o en qué superficies se realizan (gastos de administración, movilidad, sueldos y aportes patronales, pago de servicios a terceros; contador, ingeniero agrónomo, impuestos).
Los productores que siembran entre 500 y 1.500 hectáreas logran obtener los quintales necesarios para salvar los gastos de la empresa y los costos de producción, pero si se agrega el gasto que ocasiona el arrendamiento de la tierra –entre 5 y 12 quintales de soja, según zona con un estimado de 7 quintales promedio– los costos aumentan sustancialmente quedando muy por encima del rinde provincial promedio de la última campaña.
Déficit. Aquellos productores que obtienen menos quintales que los necesarios para cubrir sus gastos, obviamente, quedan con un déficit que es financiado a través de préstamos bancarios o por intermedio de las cooperativas y los acopios.
Ante esta situación, además, el productor “debe recurrir a diferentes manejos que le permitan equilibrar el balance. Por un lado, no realiza el ahorro necesario para la amortización de la maquinaria, lo cual trae como consecuencia que llegado el momento de efectuar la compra por el desgaste se encuentre descapitalizado. Por otra parte, trata de reducir los gastos de comercialización, evitando eslabones, lo cual genera el problema de la distorsión de los precios, y aplica un paquete tecnológico inferior al recomendado”, señala el informe de la Bolsa. Esto, a su vez, “impacta mes a mes en el ingreso del productor y su familia para cumplir con los mínimos requerimientos para la vida diaria”.
La Bolsa, asimismo, advierte que otra consecuencia de esta situación es el riesgo futuro de que estos productores no encuentren financiamiento para los siguientes ciclos productivos, dado que las empresas agropecuarias que suelen financiar al productor no reciben el tonelaje necesario de granos para su normal funcionamiento. Esta problemática no es igual para aquellos agricultores que se mueven en el segmento de medianos a grandes productores.