La decisión de la Corte Suprema de Justicia estadounidense de obligar el pago a los holdouts impactó en primer término en la Casa Rosada, provocando un temblor político con inevitables consecuencias electorales, y en el Banco Central, dejando un gran boquete que afectará a las reservas monetarias. Y más temprano que tarde provocará daños en el sistema productivo. Sobre llovido, mojado.
Los analistas se dividen entre los que hacen el registro del nivel de daños y los que creen que la crisis desatada es tan profunda que provoca un cambio de escenario que desatará otro tipo de desafíos y oportunidades.
Es evidente que hasta que llegué la paz definitiva en la pelea con los fondos buitres, el financiamiento interno y externo será más caro. "Sube el riesgo país y costará más el financiamiento soberano. El sector privado tendrá que pagar más tasa para conseguir capital de trabajo", prevé Ernesto Ambrosetti, economista de la Sociedad Rural Argentina. La vuelta de los fantasmas de la deuda externa y el default se desenvuelve en un contexto de debilidad con un déficit fiscal que llevaría al Banco Central, en opinión del economista, a tener que emitir 100.000 millones de pesos adicionales para cubrir las necesidades del Tesoro en el último trimestre del año. Las estrecheces financieras que se avecinan pueden precipitar a más de una empresa en dificultades a tirar la toalla antes de tiempo o a terminar de perder la paciencia, como le ocurrió a la multinacional Glencore que esta semana cerró la planta de molienda de girasol de General Villegas con 100 familias en la calle. El motivo tan simple como inexplicable: no hay girasol. La del año pasado fue una de las peores campañas de girasol de los últimos 40 años con una superficie de alrededor de 1.400.000 hectáreas y una producción de 2.300.000 toneladas. Luis Arias, presidente de la Asociación Argentina de Girasol (Asagir), preguntaba al sentido común: "¿No es un absurdo tener una baja e insignificante recaudación del 1% sobre el total de lo recaudado como retenciones y seguir manteniendo elevadísimas alícuotas al cultivo del 30%?"
La falta de crédito también impactará en la próxima campaña agrícola teniendo en cuenta el creciente endeudamiento que están registrando los chacareros. Por más que en la última campaña la mayoría recompuso buena parte de su salud financiera, una encuesta de Aacrea realizada a fines del año pasado registraba que uno de cada tres productores financiaba más de la mitad de su capital operativo.
También están quienes piensan que la necesidad de dólares de ahora en más será tan acuciante que obligará a demoler el sistema de restricciones a las exportaciones agropecuarias, los Roe con todos sus colores, que representan cerca del 60% del total de divisas que ingresan al país. Imaginan un antes y un después del fallo de la Corte norteamericana y la negociación con el juez Thomas Griesa. En el antes, hace apenas un mes, una alta funcionaria del ministerio de Economía, militante de La Cámpora, podía vetar una iniciativa de funcionarios de Agricultura para incrementar sustancialmente las exportaciones de carne afirmando sin ponerse colorada: "Por mil millones de dólares más no vale la pena cambiar la política que estamos sosteniendo en defensa de la mesa de los argentinos". Hoy este dogma kirchnerista está puesto en duda.
"Al desaparecer la posibilidad del financiamiento externo para cubrir un déficit fiscal galopante, casi con el tanque de reserva en el BCRA y con una emisión descontrolada cuyo impacto en la población podría provocar una paliza en las próximas elecciones, el Gobierno debería sacarle el freno de mano al agro no solo para generar divisas sino para lograr que su reactivación y efecto derrame pueda revertir este preocupante cuadro recesivo", razona el consultor y socio del grupo Agrarius, Fernando Aftalión.
Con los fondos buitres sobrevolando y empujando al país al default de la deuda externa, el agro permanece estaqueado a punto de ser una víctima más de los depredadores. ¿No llegó el momento de que el Gobierno lo libere y lo saque de la penitencia? La enorme contribución que realizó a la economía en la traumática salida de la convertibilidad debería servir como un antecedente suficiente.
Ojalá suceda algo parecido a lo vivido por la selección en el Mundial. En el vestuario del primer tiempo contra Bosnia, el director técnico Alejandro Sabella enterró el sistema de cinco defensores, que maniataba al equipo, por uno más ofensivo que le confirmó el triunfo. "Es la mejor forma que jugamos. Somos Argentina, no tenemos que fijarnos en el rival", apunto Messi. Como para calcar y sacar copia.