Hemos podido escuchar declaraciones sobre temas específicos e individuales, que suenan muy bien a los oídos del sector agropecuarios.
Ante dicha situación es oportuno insistir que lo que necesitamos es un proyecto integral para todo el país que tenga como pilar al sector agropecuario para concretar un desarrollo sostenido como ocurrió a principio del siglo XX.
Al revisar nuestro pasado, evaluar el presente y proyectarnos al futuro, se hace evidente que necesitamos consensuar cuanto antes mediante el dialogo entre todos, una propuesta económica y social para el país.
Se trata de un compromiso entre todos los sectores y la dirigencia política para revertir definitivamente la actual decadencia, con un proyecto planificado de crecimiento y de desarrollo a largo plazo, en función de valores, objetivos económicos generales y objetivos sectoriales de política agropecuaria y agroindustrial a ser respetados por todos.
No estoy proponiendo un proyecto agroexportador tradicional. Estoy promoviendo que el país se convierta rápidamente en un gran exportador de alimentos para abastecer todas las góndolas de los supermercados del mundo y de esa forma poder generar un desarrollo equitativo de todo el país junto a todos los otros sectores de la economía.
La agroindustria es la industria más importante y competitiva del país y la base fundamental para el desarrollo nacional por la acción geopolítica que generará si tienen un plan planificado a largo plazo.
¿El objetivo inmediato?
Aumentar las inversiones, las fuentes de trabajo, las producciones y las transformaciones, para exportar a todos los mercados del mundo y abastecer mejor el consumo interno.
Cuanto más aumentemos las exportaciones, abasteceremos mejor el consumo interno. ¿El ejemplo a imitar? El de los emprendedores que motorizan diferentes clúster regionales en todo el país. Ellos logran integrar eficientemente las producciones y rompen la dinámica de la expulsión territorial de los trabajadores.
Relativizaron el costo del flete transformando la materia prima en origen y agregando valor a lo transportado.
Este es el ejemplo a imitar y a generalizar en el país. Se trata solamente de poner al complejo agroindustrial –el más eficiente y competitivo del país–, en igualdad de condiciones con los otros sectores de la economía. Y de integrarlo en un proyecto nacional basado en valores fundamentales y con objetivos económicos generales y sectoriales en diferentes polos de desarrollos que hay que definirse como una de las políticas de Estado que necesitamos.
Entre estos valores fundamentales está el respeto irrestricto a la Constitución y a las instituciones de la Nación, la defensa de la República y del federalismo, la construcción de capital social con base en la ética y al rescate del espíritu emprendedor y la promoción de la equidad distributiva para lograr un mayor equilibrio regional, que aliente las posibilidades de desarrollo y promueva la radicación de la población en el interior del país. Además de una moderna y eficiente relación fiscal Nación - Provincias.
Los objetivos económicos serían lograr tasas sostenidas de alto crecimiento de la producción, atemperando los ciclos y las fluctuaciones bruscas, la promoción de inversiones atractivas en la Argentina, para que contribuyan a reducir las tasas de desempleo y promuevan el desarrollo regional.
Esto alentaría a la población a radicarse en todo el territorio nacional. Promover una mejor distribución de la riqueza personal, sectorial, funcional y regional, reduciendo los niveles de pobreza, eliminando la marginalidad y la pobreza extrema.
También a recuperar la cultura del trabajo, defender el valor de la moneda y la estabilidad de precios, a través de la independencia del Banco Central, el respeto a la seguridad jurídica de los inversores externos e internos y el cumplimiento de los compromisos por endeudamiento público.
No se descarta que se promovería la inserción competitiva de la Argentina en el mundo, tanto a nivel comercial como financiero, asegurando políticas de Estado que atraigan inversiones externas e internas de largo plazo, orientadas al desarrollo económico y social, eliminando la discrecionalidad en el diseño y la ejecución de las políticas públicas, como primer paso en el combate a la corrupción.
Además se podrá promover la actividad emprendedora de nuestros ciudadanos, asegurando una tasa sustantivamente alta de creación de nuevas empresas e impulsando el espíritu pionero, para rescatar el interior del país.
Cabe destacar que los objetivos sectoriales deben ser coherentes con los valores y objetivos generales. De esta manera se consigue que el interés particular de los actores económicos sectoriales vaya en línea con los intereses generales de la Nación y que las políticas se sostengan en el largo plazo, lo que las transforma en políticas de estado.
La crisis económica, política y social actual es por la falta de un proyecto estratégico y planificado para el crecimiento y desarrollos equitativos de todas las regiones del país, que hubieran permitido arraigar a sus pobladores en sus lugares de trabajo y de residencia original.
En esto tiene mucho que ver el tratamiento discriminatorio que viene soportando el campo desde hace muchos años.
Los objetivos enumerados son los principales para integrar definitivamente y en forma permanente al sector agropecuario y a las agroindustrias y consolidar así el complejo productivo más importante y competitivo del país, que, en igualdad de condiciones con los otros sectores de la economía, nos permitirá multiplicar nuestras producciones y exportar con valor agregado a todos los mercados del mundo.
Mi mayor aspiración es que 2016 sea la oportunidad para quebrar esta decadencia de tantos años y dar inicio a un crecimiento y desarrollo sostenido con la agroindustria como pilar de ese desarrollo con inclusión social e igualdad de condiciones para todo el territorio del país.
Por Arturo Navarro - Consultor - Ex presidente de CRA y de CARBAP. (
Especial para NA )
Fuente: Años de Campo