Ésa es una constatación fácilmente comprobable. Otra cosa es la estrategia del vicepresidente de culpar a todos con excepción de sí mismo. "El juez quería que Boudou explicara su participación en el caso y éste terminó hablando de la participación de todos, menos de la de él", dijeron en Tribunales.
Ayer siguió con esa estrategia cuando acusó a funcionarios del Gobierno de ser los "machos del off".
Fue un plagio de Daniel Scioli , que habló en su momento, con más elegancia, de los "valientes del off". El vicepresidente, vale la pena aclararlo, también hizo en los últimos días uso y abuso del off the record, a través de él o de terceros. El único mérito cierto de esas declaraciones de Boudou es que confirmaron muchas informaciones que dio el periodismo: hay grietas en el oficialismo, fisuras por las que se cuelan pocas simpatías y bastantes antipatías con el vicepresidente. Merece que el periodismo le agradezca su implícito reconocimiento a la misión de informar.
Al final del día, lo que sobresale es que el vicepresidente desperdició la oportunidad de defenderse ante Ariel Lijo, que es lo que también permite la declaración indagatoria. Por momentos nervioso y amable en otros, Boudou fue ante el juez Lijo muy distinto del político pendenciero que suele hablar por radio y televisión.
Boudou no conoce a Alejandro Vandenbroele ni tampoco tiene nada que ver con los negocios de su socio José María Núñez Carmona. Es lo que le aseguró al juez. Si fuera así, la historia se tornaría aún más intrigante que antes. ¿Cómo fue posible que un grupo de amigos insolventes se hiciera cargo, sin que mediara ninguna influencia, de una empresa dedicada a fabricar la moneda argentina? ¿Cómo, si debieron intervenir tantas dependencias del Estado que ese solo dato vuelca las miradas, justa o injustamente, sobre el matrimonio Kirchner y no sólo sobre Boudou? En tal caso, ¿por qué Boudou no rompió ya públicamente su vieja sociedad con Nuñez Carmona? ¿Es posible, en definitiva, que una camarilla de compinches sin relación directa con el Gobierno tomara por sí sola el control de un negocio monopólico por naturaleza y absolutamente dependiente del Estado? Imposible bajo cualquier gobierno, menos aún bajo el poder personal de los Kirchner.
Boudou pidió la investigación de Moneta y la Cámara Federal le aconsejó al juez que indagara sobre la ruta del dinero. En verdad, sería muy parcial si la Justicia persiguiera penalmente sólo a los responsables políticos del presunto delito. Hubo complicidades económicas que no deberían quedar impunes. Una cosa distinta sería si los jueces corrieran detrás de dos banqueros y se olvidaran de Boudou, que es lo que Boudou quiere. El vicepresidente nombró sólo a Moneta, que está tan enfermo que es muy posible que sea declarado inimputable por la Justicia. Amenazó con nombrar a Jorge Brito (según los propios trascendidos en off the record, merece recalcarse, del vicepresidente), pero calló ese nombre delante del juez.
Brito y Moneta son dos hombres con una larga relación con el poder kirchnerista. Brito fue el primer banquero que se acercó a los Kirchner antes de que terminara el año 2003. Explicaba que su oficio de banquero requería que el país saliera de la crisis y que, por lo tanto, él estaba dispuesto a ayudar al gobierno que estaba. Ayudó al Gobierno y a los gobernantes. La puerta de entrada al kirchnerismo se la abrió el ministro de Planificación, Julio De Vido. Brito le retribuyó en aquellos tiempos famélicos con el anuncio de un plan hipotecario para la construcción de viviendas. El anuncio se hizo, pero nunca se supo nada más sobre las viviendas. Sea como sea, desde ese momento Brito se convirtió en un invitado frecuente a la residencia de Olivos.
La relación comenzó a estropearse cuando Guillermo Moreno , eterno enemigo de De Vido, acusó a Brito de manejar el mercado del dólar paralelo. La acusación fue más allá cuando le endilgó la autoría intelectual de varias corridas bancarias. La desconfianza se profundizó todavía más cuando Cristina Kirchner se convenció de que Brito apostaba por Sergio Massa como candidato en las próximas elecciones presidenciales. Es cierto que Brito tiene una vieja relación con Massa y que, incluso, su banco es el patrocinador más valorado por el club Tigre, que comanda Massa. Es una relación tan antigua como la que Brito tenía con el propio Boudou. Brito cultivó esas relaciones porque los millonarios fondos de la Anses, por cuya conducción pasaron Massa y Boudou, significan importantes depósitos para la cartera de los bancos. Los dos colocaron parte importante de los depósitos de la Anses en el banco de Brito. Moneta le prestó al kirchnerismo uno de los servicios más apreciados por el sector que gobierna. Financió medios de comunicación al servicio de los intereses políticos de los Kirchner. Los Kirchner le devolvieron el favor con puntuales decisiones económicas.
Todo eso es cierto. Ahora bien, ¿dos empresarios con semejantes experiencias en las cercanías del poder se meterían en una empresa estratégica sólo seducidos por un par de muchachos económicamente indigentes? ¿Nadie, ni Boudou ni los Kirchner, les pidió nada? La aventura de Ciccone requirió una financiación que ni Boudou ni Núñez Carmona ni Vandenbroele podían ofrecer por sí solos. Pero ni Brito ni Moneta se hubieran hecho cargo de la fabricación de la moneda nacional sólo instigados por Núñez Carmona y Vandenbroele. Pensar lo contrario sería subestimarlos. La primera pregunta que el juez Lijo le deberá hacer a Brito (es difícil que le pueda preguntar algo a Moneta) será precisamente si alguien le pidió el favor de invertir en Ciccone y, desde ya, quién fue ese alguien, si hubo alguien.
Viejos funcionarios del kirchnerismo recuerdan que Néstor Kirchner hizo suya la teoría de Boudou de que las máquinas de Ciccone debían servir para suplir el déficit de la Casa de Moneda. El ex presidente no estaba de acuerdo con la anterior conducción de la Casa de Moneda, que propiciaba la compra de una impresora para hacer autosuficiente al organismo estatal. "Los Ciccone están en quiebra y el acreedor es el Estado. ¿Por qué no se queda el Estado con esas máquinas?", lo oyeron decir. Hasta ahí es Kirchner en cuerpo y alma. Lo que nadie pudo probar hasta ahora es el vínculo entre aquella teoría estatista y el traspaso de Ciccone a otra empresa privada, manejada por personas sin experiencia y sin dinero. Sólo Boudou podría aportar ese dato, si es que el dato existe.
Boudou adelantó que pedirá una ampliación de su indagatoria. Los tiempos se extienden. Tres convocados a indagatoria esta semana pidieron postergar sus declaraciones. Más dilaciones aún. Lo único infaltable son el desparpajo y la hipocresía de algunas posiciones del vicepresidente. Insistió en la televisación de la audiencia, como si esa decisión fuera una facultad del juez. No lo es. El Código de Procedimiento se lo prohíbe. Ofreció cámaras y taquígrafos del Senado, como si esos recursos fueran suyos y no de la Cámara alta. Cámaras y taquígrafos están al servicio del Senado, y no de los problemas personales del vicepresidente. Boudou está siendo juzgado, además, por su gestión como ministro de Economía, no como vicepresidente.
¿Cambió algo para Boudou? ¿Mejoró su situación? ¿Empeoró? "No aún", fue la respuesta que ayer dio una alta fuente judicial. Las cosas están como estaban, entonces. Es decir, a Boudou lo aguarda todavía un extraño lugar en la historia, cuando probablemente se convierta en el primer vicepresidente de la Nación procesado por corrupción.