Nuestro anterior columna “Granos: pese a los escépticos, no falta mucho para que venga lo bueno” ha dado que hablar. Muchos se han incorporado al debate al respecto.

Por ello, nos parece buena idea profundizar, en esta ocasión, el tema desarrollado.

Motivos para estar angustiados, hay muchos. Pero en rigor de verdad, la situación del agricultor no es peor que la de otros. Incluso, nos animaríamos a decir que es un poco mejor. Fundamentalmente, porque en su mayor parte está ligada a la exportación, un elemento imprescindible para este momento de la historia argentina.

¿Por qué tal muestra de optimismo? Pues bien, el presente no es bueno. Pero tampoco resulta muy negativo como se predecía hace poco. En octubre pasado, más o menos al arranque de la campaña de granos gruesos, la posición mayo/14 en Chicago de la soja marcaba 453 dólares. Hoy supera el nivel de 550 dólares.

A su vez, Rosario para esos días giraba en torno a 290 dólares (mayo/14) y hoy se aproxima a 315 dólares.

Probablemente, tal como lo venimos anticipando, la previsión de los mercados sobre la producción final de la Argentina sea menos optimista que la que revelan los cálculos oficiales y del USDA. Más aún si consideramos, la falta de piso para lo que resta trillar y los problemas de calidad. Esta consideración debe estar afectando los precios a nivel global.

Además, las existencias son bajas (en soja) y todavía fala muchísimo para la trilla en EE.UU. Todo ello en un mundo con demanda sostenida.

Por otra parte, si bien la situación local es muy compleja, la realidad es que el horizonte de mediano plazo se aprecia interesante. Muchas cosas que el Gobierno se negaba a realizar, ahora las está haciendo. Mal o bien…pero las está llevando a cabo.

Por el escaso margen de maniobra que él mismo se ganó, a consecuencia de políticas populistas aplicadas, el Gobierno deberá avanzar ahora entre el ajuste y “el relato”.

Una vez finalizado el actual período del Gobierno y dadas las consecuencias de las políticas económicas, perversamente cortoplacistas, el escenario más probable mostraría un nuevo gobierno más amigable con la economía de libre empresa.

Por algo, The Wall Street Journal ha publicado la percepción empresarial sobre países como el nuestro. Recientemente, confeccionó un ránking, el “Indice de estado de ánimo en mercados de frontera” hecho para The Wall Street Journal. El índice revela el ánimo inversor de las principales empresas en el mundo.

Y… ¿saben qué? La Argentina está en los primeros puestos como país en observación por parte de las compañías para posibles inversiones.

A partir del Mundial, el Banco Central acentuaría la tasa de depreciación de la moneda para acercarse al coeficiente de inflación.

De hecho -y pese a las reiteradas negaciones de las autoridades económicas, en los últimos días- la depreciación ha estado presente. En tan sólo una semana, pasamos de $8,08 a $8,15. Si anualizamos este ritmo, concluiríamos que para los próximos doce meses la tasa de devaluación sería del orden de 45%.

En este sentido el agricultor, al menos, está “enganchado” con el tipo de cambio, en un contexto de debilidad en el Gobierno que no le permite aventurarse a incrementar los derechos de exportación en el eventual caso de que haya una devaluación “de peso”.

Mientras tanto, el sector de la producción granaria mantiene mercadería por un monto de aproximadamente 18 millones de dólares, aunque parte de este valor no se ha trillado aún.

Señors: el mundo no ha cambiado mucho en términos de demanda de alimentos. Sigue sostenida y amenaza con nuevas subas, de la mano del crecimiento generalizado de los países emergentes y subdesarrollados.

Es cierto que los países emergentes sufren ahora una suerte de enfriamiento, pero la verdad es que en gran porción resulta compensado con el crecimiento –por ahora suave- de buena parte de los desarrollados.

En los últimos meses han surgido noticias alarmantes sobre el nivel de crecimiento de los emergentes. Sin embargo, no se nota una baja en la demanda; seguramente porque tales naciones no están dispuestas a sacrificar la parte de su presupuesto destinado a algo tan elemental y básico como la alimentación.

El consumo muestra un dinamismo sorprendente con el ascenso de la “sociedad de los pobres”. El avance tecnológico y la consolidación de la mejora en los términos de intercambio son un hecho, señores.

También lo son la implementación de políticas económicas más sensatas de los países avanzados. Ello permite al mundo aprovechar las ventajas comparativas ofrecidas por cada región. En consecuencia, se favorecería nuestra economía.

No es casual que los precios tiendan a la baja únicamente cuando la oferta, por cuestiones climáticas, es beneficiada por un aumento en la producción.